R2R: la Red de aprovisionamiento de las luchas en el territorio de Rennes

Nota de Briega: traducimos el siguiente texto del francés, no por mera curiosidad, sino porque consideramos que puede servirnos de inspiración para impulsar proyectos similares en nuestros territorios. El texto original se puede encontrar aquí.

La historia

Es difícil precisar una fecha de creación de la R2R. Como mucho, podemos saber a partir de cuándo empezamos a nombrarla así. Nos inscribimos dentro de una continuidad de estructuras interesadas por la cuestión política de la autonomía alimentaria y de apoyo a las luchas. Colectivos que alimentan las zads, las okupas, los espacios de lucha, organizando “recicles”, embotados, comedores, panaderías… Desde la emergencia de los grandes campamentos altermundialistas, la lucha anticapitalista revivió y se dotó de estructuras materiales y organizativas (desarrollos estratégicos en las contra-cumbres de los G8, de la OMC…) para oponerse a la privatización de la vida.

En el territorio de Rennes, a comienzos de los años 2010, cinco o seis grupos organizadores de comedores, alrededor de unas cincuenta personas, alimentan los espacios de lucha. Dichos grupos se conocen entre sí, se retroalimentan mutuamente con sus experiencias, se prestan regularmente materiales y comparten sus modos de organización. Para coordinarse, reúnen sus materiales en un local y ponen en marcha herramientas en papel o digitales para poder organizar los préstamos de manera sencilla y sostenible a largo plazo. Deciden poner en común una parte del beneficio que el precio libre da en los comedores para mejorar los materiales de cocina. Con el tiempo, tuvieron las ganas de abrir esta mutualización de los materiales a otros grupos para que los pudieran usar a precio libre, y para servir de apoyo material a la autoorganización de eventos militantes, entre otros. Esta formalización fue una protección frente a la posibilidad de que esta mutualidad no sobreviviese a los conflictos políticos internos a los cuales estábamos expuestos. Esta mutualidad creada en 2013 se llamaría la “Chouette Cantine” y ¡todavía sigue funcionando! Inspirada en la “Chouette”, una mutualidad de materiales para eventos –“La Mutmat”–, fue creada poco después, poniendo a disposición estructuras, electricidad, fontanería, sonido… a precio libre para los eventos dedicados activamente a difundir las luchas contra las opresiones.

En la primavera de 2016, la reforma laboral incendia las calles y las conciencias. Consigue federar contra ella grupos políticos con visiones diferentes (sindicatos, asociaciones, colectivos) que se oponen a esta ofensiva contra los derechos laborales y construyen apoyos materiales comunes. En Rennes, la “Casa de la huelga” –abierta en 2010 después de las movilizaciones contra la reforma de las pensiones de aquel año– acoge entonces, varias veces a la semana, comedores para hacer confluir el movimiento de oposición y sirve de lugar de organización de la lucha. Se crean distintas comisiones de trabajo: cómo mejorar nuestro acceso a la vivienda, qué actividades queremos en nuestra okupa, cómo evaluar la pertinencia de nuestras formaciones teóricas… y cómo alimentar los piquetes de las huelgas. La comisión alimentación sería la única que sobreviviría con los años, sobre todo por trabajar conjuntamente con los grupos de comedores de Rennes. Con la intensificación del movimiento social, la comisión y los grupos se federan para crear “El Cártel de comedores” que absorbería rápidamente a los distintos grupos separados para formar un único grupo.

La comisión alimentación trabaja sobre la autonomía alimentaria, sobre las cuestiones de la producción y la distribución. Consigue comida en grandes cantidades reciclándola en los nodos logísticos de la gran distribución, aunque con el objetivo de prescindir de ella a largo plazo. Teje vínculos con campesinos/as que proporcionan cajas de verduras, un vecino le presta un campo en el cultivan patatas, calabazas, zanahorias, cebollas… Durante dos años, el Cártel de comedores y la comisión alimentación trabajan conjuntamente alternando sus reuniones para que las personas implicadas en un grupo pudieran también trabajar en el otro.

En 2018 comenzamos a realizar distribuciones abiertas regulares. Ese mismo año llevamos a cabo el abastecimiento de la huelga de las carteras/os –entre febrero y mayo– casi exclusivamente con nuestra producción y donaciones de cultivadores. Abastecimos durante 3 meses a las carteras y las llevamos a la zad dónde instalaron unas oficinas de correos. Nos inspiramos mucho en “La Cagette des terres”, la red de aprovisionamiento de la zad de Notre-Dame-des-Landes dónde, desde el medio rural, el campesinado alimenta las luchas urbanas y quienes, en esos momentos, luchan contra las expulsiones

Para ese año contábamos con la mercancía, con el proceso reflexivo, con la red. Juntamos nuestras fuerzas para crear la Red de abastecimiento de las luchas de Rennes.

Contexto interno

A largo plazo, nuestro objetivo político es mejorar la organización horizontal de nuestro grupo, por lo que en estos momentos teorizamos y ponemos en práctica una gestión política/propia de grupo. A medida que pasa el tiempo nos cuestionamos colectivamente sobre nuestro entorno externo e interno. Los colectivos que perduran a largo plazo son aquellos que atraviesan las crisis desarrollando herramientas que los refuerzan con el objetivo de crear una identidad común, un imaginario común que apunta a superarnos a nosotros mismos. Creamos y teorizamos la creación de un ejemplo de mejora de la producción, de la distribución, de la alimentación.

¡Y así es como salimos adelante!

Organizamos nuestra apertura

Nuestra historia partió de un grupo de afinidad que pasó de ser un grupo cerrado a un grupo abierto. Un grupo abierto necesita una buena organización para continuar a avanzar en una misma dirección. Supone estar abierto a culturas y sensibilidades diferentes. Estamos tan impregnadas de culturas individualistas en la vida urbana que es complicado funcionar como un grupo comunista abierto. Por ello formalizamos unas bases políticas y unas herramientas para transmitir mejor lo que hemos construido: elegimos colectivamente el uso que se hace con lo que producimos conjuntamente para alimentar las luchas con un trabajo emancipador, lo que nos permite tener marcados unos fines. Alimentar las luchas emancipadoras a la vez que estar abiertas. E aquí un punto de partida. Define la identidad del grupo y esa identidad común que predomina por encima de los individuos.

Es lo que permitirá a personas de culturas diferentes integrar el grupo sin subvertirlo. En ese sentido, nuestra red es un lugar privilegiado de educación popular. Probamos cosas, nos equivocamos, aprendemos. Podemos aprender más o menos todo. Es una puerta de entrada a la auto-organización de grupos en lucha. Para alguien que no ha tenido nunca la costumbre de organizarse colectivamente, es una formación exprés. Si las más veteranas ponen las bases porque quieren que la red continue su trabajo político, a las nuevas personas se les invita a apropiarse de la herramienta y a reinventarla. En realidad, no somos muy fuertes teorizando y no hemos formalizado grandes cuestiones, sino que es abriendo el grupo cuando se plantean esas problemáticas. Entonces les damos respuesta.

Organizamos nuestra toma de decisiones

A lo largo de la semana, todas las compañeras pueden añadir puntos en el orden del día y todos los lunes tiene lugar la reunión operacional. Hablamos de la semana que acaba de pasar, lo que funciona o no, la energía que nos ha requerido. Hablamos de la semana que está por venir, los compromisos que hemos tomado y cómo marchan los preparativos. Discutimos las proposiciones que nos son hechas por mail, y experimentamos la democracia directa. Si entre las compañeras hay quien está disponible y motivaba por las propuestas recibidas, entonces se encarga de responder positivamente al mail y será responsable de llevar a cabo la misión lo mejor posible. Las decisiones se recopilan en un fichero accesible a todas para que cada una pueda participar con mayor facilidad y volver a ver a lo que se ha comprometido sin tener que buscar en las actas. Se discute sobre los gastos. La mayoría de las veces, es sobre la base del consentimiento implícito que se toman las decisiones. No todo el mundo está obligado a intervenir en todos los temas, pero todo el mundo tiene derecho a vetar o reportar una decisión a una discusión futura.

Si el horizonte político es el equilibrio de poder, no nos hacemos ilusiones sobre el hecho de que lo hayamos conseguido. Desarrollar herramientas para evitar relaciones de poder es un trabajo permanente y necesario para que sean motor de la mejora de la horizontalidad en nuestra organización. La toma de decisiones por consenso implícito tiene el efecto paradójico de no permitir que las opiniones divergentes puedan ser expresadas. Si tenemos la impresión de que el grupo piensa más o menos la misma cosa de lo que ha sido dicho, podemos fácilmente llegar a reprimir nuestra opinión divergente diciéndonos que es marginal o impertinente. Por ello, para tomar las grandes decisiones, hacemos una ronda de palabra para que cada una pueda expresarse. También podemos tratar un tema a lo largo de varias reuniones para que más gente pueda hablar con el grupo. Si la dimensión de la discusión hace imposible que sea tratada en una reunión, dos o tres personas se encargan de organizar una reunión política. Con una duración de media jornada por lo menos, y reuniendo a un máximo de personas del grupo, estos encuentros políticos nos permiten definir colectivamente nuestra postura respecto a puntos sensibles. Cuando un conflicto se vuelve grande, se convierte en un problema colectivo. El orgullo y la soberbia individualizan tanto las problemáticas que es difícil resolverlas solas. La crisis se manifiesta y algunas personas hacen de mediadoras.

La escucha de las compañeras y la expresión de nuestros desacuerdos nos permiten salir airosos de las crisis. Se puede apostar por que las personas consigan resolver una crisis por sí mismas o se pueden formalizar mecanismos elegidos por las personas mediadoras para estar preparadas cuando surge una crisis.

Organizamos nuestra responsabilidad

La confianza de grupo hacia nuestras compañeras se crea con el tiempo. Se crea compartiendo éxitos. Atravesando derrotas. Se crea reconociendo nuestros errores delante del grupo. La culpa no pertenece a los individuos, sino que es en parte responsabilidad del grupo. No podemos cambiar nuestro funcionamiento si el individuo no transmite a los demás su error y sus razones. Algunas tareas no necesitan siempre el aval del colectivo y no pueden no ser realizadas. Por lo que delegamos la toma de decisiones en algunos casos creando mandatos. Cada mandato contiene la descripción del trabajo a llevar a cabo, la duración, la persona encargada y la fecha. Las mandatarias rinden cuentas regularmente al grupo. Con el tiempo, la mejora de estos mandatos, su forma, su diversidad y su contenido, permitirá formalizar la actividad, facilitar la transmisión y automatizar la realización de tareas vitales para la Red.

Por ejemplo, es muy importante tener disponible nuestro camión cada semana, por lo que creamos un “mandato camión”. Una o dos personas se encargan del buen funcionamiento del camión: el mantenimiento, las citas con el taller, el seguro… No tienen que consultar al grupo si piensan que hay que comprar una pieza para arreglarlo. Salvo que cueste mucho. Comunican al grupo las fechas de las reuniones, y si una compañera quiere aprender a cambiar las pastillas de freno, ¡es bienvenida!

Igualmente, dos personas son encargadas de la huerta. El grupo confía en ellas respecto a los gastos relativos a su tarea. Si se erosiona la confianza hacia las personas mandatarias de una tarea concreta, el uso que hacen del dinero colectivo estas personas será observado con mayor atención. El mandato no suprime automáticamente los problemas de toma de decisiones y una vez más, (casi) todo queda por hacer.

Organizamos la autoformación por y para todas

Buscamos salir de un modo de funcionamiento en el que la gente entre y salga constantemente, Nos supone problemas de transmisión de informaciones, de formación respecto a las herramientas, de presentación de nuestra historia y de inclusión en el grupo. No se aprende a organizar comedores para 100-200 personas de la noche a la mañana. Podemos crear carteles “comedor” (o libros muy bonitos, véase Cantines, précis pour l’organisation de cuisine collective) para explicar las cosas a tener en cuenta para preparar un comedor y como anticipar los problemas, pero nada sustituye a la transmisión humana. Si la R2R es un espacio de paso para algunas, las personas que abandonan la red no suelen ir muy lejos y continúan organizándose en espacios colectivos y continúan formando parte del movimiento social emancipatorio de Rennes. El tiempo que se dedica a la transmisión no es nunca un tiempo perdido. Sin embargo, la rotación de personas supone un problema de reconocimiento. Para crear vínculos fuertes con las uniones sindicales locales, debemos ser antes reconocidas por ellas, y para ello conviene que las representantes de la Red no cambien mucho, por un tema de visibilidad por su parte y de comprensión de las potenciales alianzas y de las divergencias estratégicas por nuestra parte.

A esa problemática respondemos de dos maneras complementarias con razones contradictorias: por un lado, las tareas vitales para la Red son desempeñadas por las personas más arraigadas y que menos probable vayan a dejar el proyecto a corto plazo, así nos aseguramos que serán realizadas; y, por otro lado, organizamos momentos de formación para formar nuevas personas para que puedan realizar dichas tareas. Esa descentralización de los saberes permite descargar mentalmente a las responsables de las tareas vitales, de responsabilizar y de integrar a las nuevas personas en cuanto a la demanda de trabajo y de acelerar la mejora de las herramientas colectivas multiplicando las sensibilidades que demandan atención.

Organizamos nuestro espacio-tiempo de trabajo

Puede ser complicado comprometerse a medias. Las reuniones semanales hacen que si de descuelgas un poco es difícil tomar parte en las decisiones. Aquellas que se implican a medias suelen querer echar una mano en pequeñas cosas, porque se dedican a sus estudios o a trabajar 35 horas a la semana. Incluso trabajando solo una o dos horas a la semana para la Red se puede aportar mucho. Dado que las responsabilidades se toman por decisión propia, si alguien quiere sobrecargarse de trabajo, es muy fácil que lo haga. Funcionar de forma voluntaria permite a cada una elegir su grado de implicación y de energía que quiere dedicar a la Red las siguientes semanas. Pero a veces nos podemos sentir desbordantes de energía y comprometernos en ese momento a un montón de cosas. Es difícil prever semanas antes la energía que tendremos en el momento dado. Por ello, nos cuidamos las unas de las otras; si vemos que una persona flaquea respecto a sus compromisos, se lo comentamos, insistimos si hace falta, nos preocupamos por su estado. Pero cada semana, si quieres currar hay mucho que hacer, por lo que, si una compañera insiste varias veces en que no tiene problema en asumir tal cantidad de trabajo, no nos negamos… Nos contamos las unas a las otras cómo hacemos cada una para gestionar nuestra implicación, nuestro compromiso personal. Aconsejamos no venir a la reunión semanal cuando no tenemos energías para no sobrecargarnos. Pedimos saber decir al grupo cuándo no conseguimos cumplir una responsabilidad que habíamos asumido. Para poder encontrar una alternativa. Aprendemos a distinguir aquello que es necesario de lo que no. No pasa nada si no hay té ni café en la manifestación, no pasa nada si se anula un comedor de 30 personas. Es mejor que no se caiga un comedor de 200 personas en un evento de fin de semana. ¿Acaso rechazar participar en varias ocasiones en comedores en apoyo a las personas exiliadas hace de nosotros malas militantes?

Algunas se han quemado queriendo responder a todo. Debemos construirnos en torno a la búsqueda de la eficiencia política y una militante agotada es una mala militante. Cada acción debe ser juzgada en función de su eficacia política particular y no en función del valor dado por el relato, porque si no algunas nos llevan al agotamiento.

La clave está en cómo construimos las estructuras que nos sostienen para vivir los innumerables objetivos políticos que nos ponemos. Rechazamos la idea de que las personas no estamos a la altura de las herramientas que ponemos en marcha para alcanzar esos objetivos, por lo que continuamos desarrollando estas herramientas que nos llevan agradablemente hacia grandes victorias.

El medio exterior

Somos el órgano de un movimiento autogestionado en la encrucijada del mundo de las alternativas, de prácticas de educación popular y de la afirmación de una relación de fuerzas política.

Mola mucho encargarse de aprovisionar colectivos antirracistas, feministas, ecologistas.

Los comedores

Desde que cerró la casa de la huelga, no tenemos un lugar fijo en el que realizar los comedores semanales. Estos últimos tiempos, los grandes comedores que hemos realizado han sido durante los eventos de “Todas Nosotras 35”. Somos un apoyo para las luchas de nuestras aliadas, que ganan tiempo, nos permiten trabajar conjuntamente, les sale más barato y nos permite sacar algo de dinero. Para los comedores, si conseguimos ser súper autónomas es gracias a la herencia material y organizativa de los comedores de Rennes. Lo único que hace falta es… mucho tiempo. En función de los recicles que completamos con algunas compras, preparamos los menús y pedimos prestado el material necesario a la “Chouette Cantine”. Un libro “Comedores”, dedicado a la organización de la cocina colectiva contiene más o menos todo lo que se necesita saber para preparar comida en buenas condiciones para unos pocos cientos de personas. Sin lugar fijo, después de una represión que ha hecho difícil mantener los espacios okupados, y fuera de los movimientos sociales fuertes, los comedores desaparecen de la actividad hebdomadaria de la red.

En marzo de 2022, formamos parte de las cantinas que alimentaron a miles de personas presentes en una convocatoria del movimiento les Soulevèments de la Terre. Dicho colectivo realiza una gran lucha activa en torno a cuestiones como el campesinado, la tecnología y la ecología. La convocatoria era contra la instalación de megabalsas de retención de agua que drenan el agua de manantiales y ríos en invierno, para asegurar el riego de los monocultivos intensivos del complejo agroindustrial en un contexto de aumentos de restricciones de agua durante los periodos secos, que son cada vez más frecuentes e intensos. Nos coordinamos con una decena de otras cantinas en lucha provenientes de Angers, Poitiers, Chateaubriand y Bressuire para repartirnos la organización y la logística de la comida y los materiales. Nos separamos con la idea de volvernos a encontrar dos meses más tarde para darse tiempo para volvernos a ver, formarnos sobre nuestras prácticas y pensar conjuntamente nuestro trabajo común.

La huerta

Hace aproximadamente dos años que una simpatizante nos cedió la explotación de una decena de parcelas que no utilizaba. El campo se encuentra a una media hora en coche de la ciudad, por lo que allí solo plantamos lo que no requiere una presencia diaria: patatas, zanahorias, cebollas, calabazas. Seguimos cultivando este año en este lugar, y nos lanzamos en un nuevo terreno, situado a las afueras de Rennes. Unas compañeras que han comprado una granja nos han ofrecido unos pocos cientos de metros cuadrados de hectáreas en un terreno rápidamente accesible en bus desde el centro. Si la autoproducción está orientada en parte a alimentar los comedores, no nos imaginamos poder producir lo suficiente para cubrir nuestras actividades todo el año.

La autoproducción nos permite ser una puerta de entrada a la organización común.

El fácil acceso a este nuevo terreno nos permite llevar a cabo plantaciones más variadas, que requieren un mantenimiento mayor, más trabajo con más gente en una explotación no mecanizada. Invitamos a todas las personas interesadas a acudir a mancharse las manos en la tierra con nosotras, todos los miércoles. La mayoría de entre nosotras, urbanitas, casi nunca hemos producido lo que hemos comido, como mucho algunas plantas aromáticas. Implicando en el trabajo de producción a las personas que se benefician de los comedores o de los repartos de alimentos o a personas en situación desfavorecida, promovemos y realizamos la organización abierta de un trabajo emancipador del cual seguimos debatiendo sus potencialidades de transformación social. Hablamos de estrategia plantando fresas, construyendo un caseto de aperos con materiales reciclados.

El otro fin de la autoproducción es autoformarnos en el cultivo de huertas, ya seamos completamente novatas o hayamos tenido una explotación agrícola, aprendemos en función de lo que tenemos y de lo que ya existe. Para las semillas, pedimos a una red que nos las envían. A cambio nos comprometemos a dejar espigar plantas para poder aportar un paquete de semillas a su red. Con un poco de organización salimos todas ganando.  Con los planos de fabricación de “L´Atelier Paysan” hemos fabricado un carro. Pudimos comprar los materiales, formarnos en la soldadura junto a unas compañeras durante una semana y construir conjuntamente nuestras herramientas para la huerta. Estas herramientas que todo el mundo utilizará en el terreno son un símbolo del potencial de la autogestión. Formándonos en su fabricación podremos continuar a modelar nuestras herramientas y formar a otras personas para que fabriquen las suyas.

Muchas veces, militamos con un círculo de personas ya convencidas y nos cerramos a las personas de fuera. Acentuamos nuestras diferencias, nos rayamos, pero no actuamos políticamente en consecuencia. Si la autoproducción tiene como objetivo evidente la alimentación, es también una puerta de entrada hacia la autogestión y se construye por y para la emancipación colectiva.

El reparto

La misma pregunta se nos plantea con nuestros repartos de alimentos: si bien tienen como objetivo la alimentación de hogares, son también una herramienta política para la lucha de emancipación de los sistemas de explotación. Por ello trabajamos para aportar una alimentación sana y diversa para promover el derecho a la alimentación de calidad, como lo define la “Vía Campesina”. Por ello nuestros repartos son abiertos, sin condiciones de ingresos y a precio libre. Por el contrario, la ayuda alimentaria institucional sirve para deshacerse de los restos del comercio de la agroindustria con una población que de todas maneras cogerá lo que le ofrezca y recuerda a las beneficiarias su identidad individual de pobres infantilizándolas y todo ello utilizando fondos públicos por medio de las reducciones de impuestos ofrecidas a los grandes distribuidores por su “caridad”.

Todos los viernes, de 14h a 17h, realizamos un reparto en la granja de la Harpe, situada a 5-10 minutos del metro. Dos o tres personas reciclan por la mañana, vuelven hacia mediodía con el camión cargado a la granja, descargamos con aquellas que están presentes. Con el recicle hacemos comida para todo el mundo e instalamos grandes mesas. Después de la distribución vamos al punto limpio, tiramos el cartón, el plástico, devolvemos las cestas de plástico a las agricultoras agradeciéndolas y traemos el camión de vuelta.

Durante los confinamientos, tuvimos que poner en marcha un protocolo sanitario y reducir el número de personas presentes al mismo tiempo. Creamos una página web, onveut.durab.fr en la que inscribirse para reservar un sitio. En función del recicle, unos 4 o 6 hogares acudían cada cuarto de hora. La web facilitaba considerablemente el trabajo por lo que decidimos conservarla. La web permite repartir mejor el recicle para que las últimas que lleguen no tengan nada más que patatas y zanahorias. A aquellas que no se inscriben le damos aquello que tenemos en grandes cantidades y les decimos que se pasen al final, cuando sabemos qué podemos darles.

Para los repartos, no somos nada autónomas, ya que dependemos completamente de las migajas del capitalismo verde que recuperamos gratuitamente. Unas migajas enormes a nuestra escala. Incluso si las agricultoras nos proporcionan verduras de temporada, las proporciones no tienen nada que ver. Si una semana nos dicen que no hay nada para dar, avisamos a todo el mundo por redes sociales para anular el reparto. También anulamos cuando un movimiento de lucha necesita un abastecimiento considerable.

Desde que estamos en la Harpe, el local nos permite hablar sosegadamente con las personas que recogen los alimentos, proponerles una bebida caliente o un zumo. Y contarles la historia de estos zumos. Zumos de manzanas recolectadas alrededor de Rennes, exprimidos y embotellados por nosotras mismas, todo ello vestido de una etiqueta chulísima. Un zumo de remolacha que una agricultora nos ha ofrecido a cambio de tiempo de trabajo en uno de sus campos. Aprendemos a conocernos, a crear red, a socializar.

Hace poco hemos rechazado ayudar a otro grupo que se organizaba colectivamente. Este grupo se llama “Bretagne piquée à vif “, una asociación que declara tener como objetivo “sancionar jurídicamente, por todos los medios posibles, los perjuicios hacia las personas físicas y morales en el marco de la lucha contra la epidemia de la Covid”. El problema es que su comunicación rechaza completamente el discurso científico respecto a las vacunas afirmando por ejemplo que “la vacunación masiva dobla la mortalidad de la Covid” y sus comunicados buscan meter miedo a sus lectores mintiéndoles […].

Muchos ambientes, muchos imaginarios del mundo se entremezclan e interactúan los viernes. Editamos una hoja informativa (casi) todas las semanas con una agenda de luchas locales, enlaces hacia artículos de prensa y recomendaciones de películas, libros… Cuando tenemos fuerzas y espacio, añadimos una mesa para exponer fanzines y libros en venta que nos gustan y queremos compartir.

Construir la lucha

El apoyo material de las agricultoras procede de alianzas históricas que se construyeron en momentos sociales intensos. Son estos recuerdos compartidos los que explican nuestros intercambios actuales. También participamos en la creación de estructuras conjuntas con grupos políticos para mejorar la fuerza material y organizativa de la lucha. Dejamos de trabajar con ciertos grupos cuyos planteamientos rechazábamos, porque nunca quisieron masificar su movimiento ni desarrollar una estrategia, algunos eran demasiado radicales y no hablaban con nadie más que consigo mismos, otros nos enterraban en un radicalismo rígido y en la pureza individual.

En Rennes, distinguimos en primer lugar un gran polo sindical: grandes estructuras con las que podemos organizarnos ocasionalmente, pero que nos cuesta captar en general. Tenemos vínculos especialmente fuertes con algunos sindicatos locales porque compartimos un pasado común. Las acciones que hemos emprendido juntas recientemente son pequeñas ayudas, para una movilización concreta, una sopa rápida durante una ralentización del flujo de mercancías, bebidas calientes durante o a la llegada a una manifestación. Juntas queremos estrechar lazos, mejorar la comunicación e idear acciones pertinentes. A veces nos enteramos de una huelga por la prensa el día antes o el día después de la acción. Hoy en día no hay grandes huelgas que requieran un apoyo sostenido durante mucho tiempo. La idea es que podamos mantener conversaciones frecuentes con los sindicatos locales para anticiparnos a las huelgas y decidir cómo queremos trabajar juntas. También podríamos utilizar uno de sus locales para celebrar nuestras reuniones semanales y acercarnos mecánicamente. Los sindicatos llevan suficientes años perdiendo -o no ganando- como para que el sindicalismo vea disminuir su fuerza y las ganas de trabajar con ellos. Como nosotras mismas no somos sindicalistas y estamos en su mayor parte alejadas del "mundo del trabajo", esto requeriría importantes debates colectivos en el seno de la red para saber si algunas quieren poner la energía necesaria para mejorar los vínculos que tenemos con los sindicatos. En la actualidad, lo único que hacemos es recordarles regularmente que estamos ahí, que no nos rendimos, que pueden contar con nosotras, y responder a sus peticiones.

Podemos trazar un segundo grupo formado por grupos políticos con los que nos organizamos desde hace algunos años: pequeños partidos como el NPA, grupos antirracistas, ecologistas o feministas, o asociaciones universitarias más grandes. Es mucho más fácil trabajar con estos grupos porque compartimos supuestos comunes en las estructuras que nos apoyan y llevamos mucho tiempo construyendo una cercanía política. A menudo nos reunimos y hablamos con regularidad. Avanzamos juntas.

Un tercer grupo está formado por colectivos autónomos más jóvenes, con los que compartimos menos o ninguna experiencia común, bien porque sus prácticas no les obligan a montar comedores, bien porque pueden prescindir de nosotras, ¡y eso es bueno!

¡Viva la autogestión!

12 de mayo de 2023