La vocación agrícola y la feria del libro

La Vorágine nació para ser campesina. Y, al crecer, entendió que sólo trabajando la tierra, oxigenándola, humedeciendo sus sequedades y secando sus excesos, se puede sembrar en ella. Ya sabemos que allí donde se puede sembrar algún día se puede cosechar.

Llevamos años de discusión interna (y externa) sobre el papel o el sentido de la Feria del Libro que arranca a final de abril. Hemos cuestionado el modelo de gestión -lo seguimos cuestionando-, hemos criticado la falta de transparencia –y seguimos apostando a lo translúcido-, hemos planteado que “la fiesta del libro” debe ser un espacio abierto, un lugar de rozamiento donde autores, editores y libreros de todos los pelajes (comerciales, independientes, políticos, poéticos, ruinosos, exitosos…) se encuentren con ese universo plural y diverso que son las lectoras y lectores. De hecho, habitamos un mundo donde cada vez hay más prosumidoras, cada vez más las lectoras rompen el molde para convertirse en novelistas, en ensayistas, en editoras o diseminadoras de lo impreso.

Esa sigue siendo nuestra apuesta. También hemos discutido durante años hasta dónde nos impregnamos de realidad. Lo fácil es quedarse en la zona pulcra del confort político y pensar que la cultura crítica (si es que existe) es para la gente crítica (si eso existe). Hace ya un par de años decidimos romper el cómodo cascarón de nuestras fronteras visibles e invisibles y nos pusimos a la tarea de airear la tierra, de regarla, de buscar sus zonas anegadas para, en la medida de nuestras posibilidades, evitar de forma radical los excesos y prepararla para la siembra. Por eso hacemos presencia en los espacios municipales donde se discute eso de la “cultura” (si es que eso existe); por eso vamos a encuentros y charlas; por eso, después de casi dos años de desencuentros con el gremio de los Libreros Asociados de Cantabria (LAC), nos hemos incorporado a sus espacios para tratar de sembrar apertura, pluralidad, mirada crítica.

Si el año pasado nos negaron la entrada, este nos han abierto las puertas. Creemos que todos cometemos errores (nosotras, mil y muchos) y podemos enmendarlos. Este año, además, estaremos en una Feria del Libro que creemos que hay que oxigenar. Le falta mucho, pero nuestro compromiso con la ciudad, con las gentes, con el futuro, nos empuja a enfrentarnos a nuestras contradicciones.

Estamos seguras de que aprenderemos mucho en LAC: aprenderemos de la experiencia librera de los más de sus miembros y de sus desvelos por la cultura en la ciudad, y desaprenderemos de las mañas y de las estrecheces de los menos. Esa es la vida de las campesinas. Observar, trabajar, transformar, fracasar y, a veces, cosechar.

Agradecemos el giro en LAC que nos ha permitido sentarnos en una mesa con los libreros comerciales y así tratar de entenderlos e intentar que ellos y ellas nos entiendan. Agradecemos la posibilidad de estar en la Feria del Libro porque es un espacio de rozamiento financiado con dinero público al que todas y todos los que nos dedicamos a esta tarea en forma de libro deberíamos tener acceso.

Y, ante todo, nos comprometemos con las gentes de Cantabria a mantener en esos espacios nuestra vocación agrícola, nuestro compromiso político crítico, nuestra necesidad casi genética de imaginar –y trabajar para que acontezcan- otras muchas fiestas-ferias del libro posibles nascientes, relacionadas, contradictorias, necesarias.

Nos vemos en la Plaza Porticada, símbolo de alguna de nuestras resistencias colectivas, donde La Vorágine lleva azadón y regadera para continuar la tarea.