La Uc, Indra y la guerra.

 
En los tiempos que corren, las universidades son motores de productividad incesante en materia de investigación y desarrollo. Cientos de proyectos sobre innovación tecnológica dan la luz con el apoyo de las universidades y el trabajo de sus estudiantes. La educación universitaria no sólo va encaminada a posicionar al estudiante en el mercado laboral, sino que su mero paso por dicha institución significa, ya en el trayecto, producción económica y mercantilización del saber. Una vez que las empresas están dentro de las universidades, así como las universidades funcionan al igual que empresas, el marketing es crucial para asegurar una imagen social y benefactora hacia la sociedad. La universidad de Cantabria cumple los requisitos  y prueba de ello son los proyectos de investigación con multinacionales y grandes empresas, como  es el caso de   INDRA.
Sin embargo, las universidades no pueden dedicarse únicamente  a desarrollar proyectos I+ D (investigación y desarrollo). Deben asegurar una oferta de ocio y cultura que promueva valores democráticos, sociales y competitivos. De esta manera, comprobamos como la universidad de Cantabria tiene un campus cultural con gran variedad de actividades. Por ejemplo, una exposición de pintura de los frescos que el pintor Luis Quintanilla, por  encargo del gobierno de España, pintó para la exposición universal de 1939 en Nueva York. Con la colaboración del banco Santander (gran experto en invertir en armamento militar), la universidad de Cantabria ha logrado traer y restaurar dichas obras que, suponen una elegía sobre la guerra civil española, el horror y la destrucción. “Ama la paz y odia la guerra” es el título de este evento cultural de la universidad este año, 2014.
INDRA es un importante ejemplo del cinismo y la doble moral que la universidad de Cantabria, no como excepción entre universidades, sino como fiel a su papel en la ciudad de Santander,  demuestra.  Esta compañía global de tecnología e innovación opera en más de 110 países y está a la cabeza en inversión en proyectos I+D.  Desarrolla sistemas de seguridad y tecnología para mejorar la eficiencia de las infraestructuras, ya sean “civiles” o militares. En otras palabras, INDRA es una fuente activa de producción en la política de defensa y en la industria militar. En palabras del secretario de estado de Defensa Pedro Arguelles Salavedría; “Indra debe alinearse con los intereses del estado en materia militar”. Palabras de este año ante la presión del estado para que esta empresa Española permita una intervención importante en su directiva por parte del ministerio de defensa. Es así como Indra ha firmado un acuerdo con dicho ministerio para el sostenimiento de los terminales satélite del sistema español de comunicaciones militares por satélite (secomsat). Estos, son utilizados por organismos del ministerio de defensa, los tres ejércitos y la unidad militar de emergencias (UME).
Evidenciando la colaboración de esta compañía con la universidad de Cantabria desde hace 29 años, y tras ver lo mucho que ambos organismos “aman la paz y odian la guerra”, cabe preguntarse qué tipo de participación en la producción  de guerras tiene Indra desde su nacimiento en 1993.
Participaba en el proyecto de desarrollo de los sistemas de mantenimiento del cazabombardero Europe Eurofighter, desarrollaba el proyecto de fabricación de los misiles Standard SM-2 para las fragatas F-100 y los misiles Evolved Seasparrow. También construía sistemas electrónicos para misiles como  METEOR o IRIS, sistemas de armamento de aviones de guerra. También equipó los sistemas de comunicaciones por satélite del cuartel de la OTAN en España y la red de mando y control de la defensa antiaérea del ejército español. Los sistemas de inteligencia y guerra electrónica para aviones como EL C14, T21, T10, IP3, el proyecto de simulador del carro de combate Leopard y la creación de un radar portátil para la localización de objetivos en el proyecto ARINE también fueron cosecha suya.
Actualmente Indra es una compañía de tecnología e innovación, líder en soluciones y servicios para los sectores de transporte y tráfico, energía e industria, administración pública y sanidad, servicios financieros, seguridad y defensa, telecomunicaciones y medios de comunicación. Forma parte del círculo de tecnologías para la defensa y la seguridad. Sigue participando en algunos de los proyectos anteriormente citados, así como en otros nuevos. Por ejemplo; radares, sistemas de comunicación militar y espacial, o aviones no tripulados (Pelícano). Además, fue aporte diseñador  del sistema Da Vinci, que gestiona  líneas de alta velocidad dentro del estado, y está en el top 100 de las empresas armamentísticas más grandes del mundo.
INDRA lidera el proyecto de ciudad inteligente de Santander, así como de otras ciudades que se van sumando al carro de la gestión inteligente de los servicios urbanos, en colaboración y apoyo del ayuntamiento de Santander y, como no podría ser de otra manera, de la UC. Sin embargo, como ya hemos dicho antes, la universidad de Cantabria y dicha empresa ya se conocen desde hace tiempo, a través de la filial INDRA espacio, especializada en el campo de las comunicaciones espaciales. Ya en 2007 trabajó de forma más cercana con los profesionales de la investigación en el centro de desarrollo tecnológico de la universidad. En 2011 colaboraron juntas en “sea of innovation Cantabria cluster”, primer grupo especializado en España sobre energías renovables en el medio marino. En estos últimos años, colaboran en materia de agua y energía, formación y entrenamiento virtual para profesionales de la salud, biomedicina, biotecnología… sin contar con servicios de seguridad ciudadana, así como de movilidad y transporte, dentro del proyecto ciudad 2020 y la Santander –marca-laboratorio-inteligente que a día de hoy avanza a pasos, sin duda, más que palpables.
Amar la paz y odiar la guerra es una marca publicitaria efectiva y entendible para la universidad como institución. Para formar a personas con ganas de aprender, en un marco exclusivo que las reduce a  futuros productores del mercado laboral, y bajo  una única variable, el éxito o el fracaso individual, se requiere generar buenos ciudadanos. Por lo tanto, buenos estudiantes, que defiendan los valores democráticos y  capitalistas, sin importar si ello supone masacrar poblaciones en otras partes del planeta con aviones de guerra, aviones no tripulados, radares, sistemas de vigilancia y demás tecnología armamentística.
Entonces, la pregunta que cabe hacer no es qué tiene que decir la universidad , como estructura vertical que es, ante su colaboración con parte de la despensa militar de las guerras, “humanitarias”  o no, que hoy en día se libran en tantos lugares, permitiendo que Indra adquiera valor adquisitivo. La pregunta  qué cabe hacer es qué posicionamiento tenemos las personas que estudiamos, las que hemos estudiado, las que vamos a estudiar, así como también las que no han podido o las que no han querido estudiar en el mundo universitario, al respecto de formar parte, directa o indirectamente, en la colaboración con empresas que contribuyen y existen gracias a la guerra global actual. Guerra, cuyas expresiones más violentas hoy pueden tocar en cualquier sitio.
Prueba de ello son los conflictos cercanos que suceden día tras día en la frontera sur, cuyas vallas con las que se rajan cotidianamente cientos de africanos, son sólo una parte de  las persecuciones, las palizas y los encierros  que las personas que cruzan el estrecho padecen actualmente. Indra es una de las empresas que contribuye, junto con la financiación de la unión europea en su programa de cooperación transfronteriza (CT), al control de las fronteras  mediante el sistema “sea horse network”. No es de extrañar que el día de mañana la universidad de Cantabria celebre un acto multicultural del encuentro entre etnias y la lucha contra el racismo.  Es tan posible como diseñar aviones no tripulados para detener gente en la frontera europea. En la sociedad que vivimos, en la universidad que  forma a una parte de sus individuos, todo es compatible. 
Por todo esto, es importante recuperar el sentido de las palabras, debatir sobre lo que entendemos por estas, y cuestionar el sentido que desde arriba se nos impone al respecto. Amar la paz es algo más que mirar a otro lado, es hacerle la guerra a Indra y a su mundo militarizado.
 
       Texto extraído del primer número del fanzine del colectivo juvenil La Mecha. (Noviembre 2014).