Trabajo doméstico y trabajadoras del hogar ¡El 12 de octubre no hay nada que celebrar!

Trabajo doméstico y trabajadoras del hogar

¡El 12 de octubre no hay  nada que celebrar!

(...)la lucha de la mujer que trabaja fuera no va dirigida a volver al aislamiento del hogar, por mas que algunas veces los lunes por la mañana el hogar pueda parecer atractivo. Del mismo moda, la lucha del ama de casa no va dirigida a cambiar la prisión domestica por la atadura a la mesita de la maquina de escribir o a la cadena de montaje, por mas que el trabajo fuera pueda parecer atractivo en comparación con la soledad de la vivienda.

Las mujeres deben redescubrir por completo sus posibilidades, que no son ni hacer calceta ni ser capitan de altura. Poder femenino y subversión social, 1971. (extraido del libro Dinero, perlas y flores en la reproducción feminista de editorial AKAL)

El mes de octubre transcurre uno de los días más célebres de la identidad española y un pilar de la civilización occidental. El 12 de octubre, el día de la hispanidad. Aunque todos los octubres nos acordamos de recordar que no hay nada que celebrar esta horrible fecha, esta vez no hablaremos de grandes infraestructuras neocoloniales como IIRSA, ni de estatuas, calles y monumentos dedicados a esclavistas, mercenarios y colonizadores. Esta vez queremos hablar de trabajo doméstico. Del trabajo del hogar actualmente protagonizado en su mayoría por mujeres migrantes en el estado español y en Cantabria.

 

Desde este medio, hace más de un año comenzamos un proyecto de conversación con trabajadoras del hogar en Cantabria. Aunque el proyecto está en curso, dos son las entrevistas hechas hasta ahora. En ellas se puede comprobar cómo, a la mínima, los saberes prácticos se socializan y sirven de utilidad a aquellas personas que curran limpiando y/o cuidando a otras en situación de dependencia . Por ejemplo. Tener una lista de correo o un grupo de wasaap hecho por trabajadoras para comparar los salarios que les pagan las familias para las que trabajan. De esta manera, es más fácil poder hacerse una idea de lo asequible que el dinero sea en función de su horario y de si lo hacen en b o cotizando. Por ello, aunque en Cantabria no existe -que sepamos-2., grupos formales de auto-organización, como pueden ser los sindicatos de trabajadoras del hogar que actúan en grandes ciudades -“Territorio doméstico” en Madrid o "Sindillar" en Barcelona-, existen principios de apoyo mutuo y autodefensa colectiva entre trabajadoras. Esto ocurre en todos los contextos por adversos que sean. Aún así, nombrarlo nos parece importante.

Como muchas ya sabréis, el convenio 189 de la OIT, que entró en vigor en 2013, equipara el trabajo doméstico con la misma garantía de derechos laborales que un trabajo cualquiera. Aunque 35 países ya lo han ratificado, el Estado Español es uno de los que todavía no, a pesar de que sí es uno de los países europeos que más se beneficia del trabajo del hogar. Además, la obligatoriedad que tienen todas las personas empleadoras de dar de alta a las personas que trabajan para ellas no se cumple en muchos casos. Según la última Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo trimestre de este año, en Cantabria había 7.137 empleos en el colectivo de personal doméstico, de los que un 98% eran mujeres (6.998); aunque menos de un 70% de ellos, en concreto 4.856, estaban dados de alta en la Seguridad Social el pasado mes de junio. En Cantabria, casi la mitad de las mujeres currantes en este tipo de empleo (además de las que no tienen papeles), han dejado sus hogares en otros puntos del mundo para llevar a cabo tareas domésticas en casas ajenas y en muchos casos poder enviar dinero a sus lugares de origen, allí donde dejaron a sus seres queridos.

Nunca generalizaremos porque la diversidad es amplia y negarla victimiza. Sin embargo, esta realidad es un proceso bastante común vivido en las democracias occidentales a raíz de determinados cambios estructurales en las últimas décadas. Se externalizan los cuidados por parte de una parte de la población con suficientes ingresos como para delegar el trabajo doméstico fuera de la unidad convivencial. Dicho de otra manera, la organización patriarcal del trabajo doméstico queda intacta puesto que el hecho de que muchas mujeres se incorporen al mercado laboral no implica una responsabilización masculina en el reparto de las tareas. Esto se traduce en que, en los hogares donde se pueda, se contrata a mujeres generalmente pobres y muchas veces migrantes. Así se produce lo que se ha venido a llamar “las cadenas de cuidados”, concepto que a la historiadora Silvia Federici no le convence, pues insiste en no llamar “cuidado” ni “amor” a lo que es trabajo. Con esta puntualización, evitamos naturalizar las tareas que tradicionalmente se han asignado a las mujeres y visibilizamos el carácter fabril y productivo de cada balleta usada, de cada fregona escurrida, de cada plato cocinado y de cada hogar mantenido a lo largo de la historia.

 

Un poco de historia, teoría y práctica.

Este objetivo de romper con la mistificación del trabajo doméstico como atributo natural de las mujeres o trabajo de amor es lo que intentaron llevar a cabo con la campaña “salario para el trabajo doméstico” organizada por el comité de Triveneto en la Italia de los años 70. Una campaña que rompíendo con “el viejo adagio del trabajo extradomestico como objetivo de la lucha de las mujeres” (Leopoldina Fortunati) llevaba la lucha a otro terreno: el del trabajo de reproducción de la fuerza de trabajo1 que realizaba el ama de casa, denunciando su carácter de explotación capitalista.

Según Leopoldina Fortunati, el desarrollo del sistema socioeconómico que conocemos como capitalismo se basa en la invisibilización y la no remuneración del trabajo reproductivo de las mujeres. Así lo escribe en “El arcano de la reproducción”. La obra demuestra como los procesos de acumulación y valorización del capital no empiezan y terminan con las relaciones que se dan en el trabajo asalariado, sino que afecta al conjunto de la vida y está también en el trabajo doméstico y en la prostitución, que realizan principalmente las mujeres. Fortunati revela así cómo la obrera de la casa o la obrera del sexo son explotadas en base a “una relación de producción entre la mujer y el capital mediada por el hombre.”

En muchos otros hogares de la actualidad, las familias o las personas que viven solas no tienen posibilidades de pagar estos servicios. No pueden externalizar el trabajo doméstico, por lo que el trabajo suele recaer de lleno sobre las mujeres de esos hogares, terceras figuras de la familia y, con suerte, relaciones informales de amigas o vecinas. En este caso, hace medio siglo las luchas que comentamos exigían un salario para estas personas por el hecho de ser amas de casa. Su objetivo no era ampliar los márgenes de trabajo asalariado ni reclamar migajas al mercado laboral, sino llamar a las cosas por su nombre. En ese sentido, y aunque el tema es muy complejo como para profundizar en ello, vemos como el trabajo doméstico no pagado, el mal pagado y el pagado sin seguridad social de nuestros días guardan un nexo en común. El ser parte de una esfera históricamente mistificada como privada, invisibilizada como trabajo y naturalizada como femenina, que no constituye un accidente o un defecto reformable del sistema, sino una pieza clave en la producción capitalista de valor.

Volviendo al principio; Nada que celebrar

El pasado enero de 2021 publicábamos un artículo llamado “sobre Nigeria, punitivismo mediático y trata” donde el extractivismo energético con intereses multinacionales se vincula directamente como uno de los factores de la migración forzosa de mujeres nigerianas hacia el mercado del sexo en Europa. Pero lo cierto es que el neocolonialismo extractivista también tiene que ver con la externalización del trabajo doméstico en Europa a través de mano de obra barata y/o semiesclava.

Muchas de las mujeres que migran y acaban limpiando hogares ajenos de nuestros pueblos y ciudades, vienen de contextos en los que se producen expulsiones masivas debido a la construcción de infraestructuras extractivistas (minas a cielo abierto, polígonos eólicos, hidroeléctricas, instalaciones solares etc etc) Es el caso de Quimbo -Colombia- donde la construcción de una represa por parte de Endesa produjo consecuencias en las vidas de 28.000 personas. Muchas de ellas fueron desplazadas. El documental “Cuidar entre tierras, ¿Quién sostiene la vida cuando las mujeres migran?” es un material audiovisual útil para entender este proceso, cuyos cuerpos no acaban siempre en Europa, sino que también migran de fronteras para dentro, desde el campo a la ciudad etc.

Este mes de Octubre no hay nada que celebrar. El orgullo patrio por una historia nacional como es España, construída en base a la opresión de otros pueblos, sólo puede tenerse en pie por el desconocimiento o la indiferencia sobre cuestiones tan actuales como el expolio empresarial de los recursos naturales del planeta y las consecuencias sociales que generan, como los desplazamientos forzosos y la dominación sobre los cuerpos de las mujeres. Extractivismo y patriarcado son dos cuestiones ligadas en una normalidad capitalista de la que no hay ningún motivo para tener orgullo ni satisfacción.

 

1 . El obrero lo que vende al capitalista es su fuerza de trabajo, esta fuerza de trabajo se gasta en el proceso de producción: el trabajador debe descansar y alimentarse para poder ir al día siguiente al trabajo, los trabajadores se mueren y se necesitan futuros trabajadores para sustituirlos, etc. La reproducción en la sociedad capitalista consta de otros sectores, es el caso del trabajo «doméstico» asalariado o el que es organizado por el Estado como la Escuela. En este caso trabajo de reproducción se refería en concreto al trabajo doméstico impuesto a la mujer en el ámbito de la familia e históricamente ocultado como trabajo.

2. Recientemente el grupo impulsado por el MPDL, "Empoderadas" llevó a cabo una actividad sobre cuidados y trabajo doméstico en La Vorágine.

Artículo del boletín Briega en papel nº27 octubre 2021