Romance de la amnistía

¡Que duro es morir clavado

en el muro de la agonía,

ir quemándose las plantas

sobre losas de cal fría,

sentir granada la sangre

--trigo rojo sin espigas--

y un portazo de recintos

siempre contra las pupilas!

 

Que salga el preso, que beba

laz luz y el aire su herida,

que sus pies pisen el campo

donde los pinos respiran,

que recorra las veredas

río abajo, monte arriba;

que sus manos sientan hombros

clamorosos de alegrías

y sus labios, fresca hierba

de cabelleras floridas;

que al salir lea en las torres

la palabra siempre viva

de su libertad grabada

y en los árboles escrita;

que los montes, que los ríos,

que toda geografía

de tierra indomable sea

una pancarta extendida,

una sola voz gritando

sobre el mar: ¡amnistía!

¡Las puertas de par en par!

¡Los presos fuera: a la vida!

 

¡Que les devuelvan sus alas

que las sombras asesinan!

¡Basta de cadenas, basta!

¡Qué España entera lo diga!

¡Contra los muros los «vientos

del pueblo» por la amnistía!