Las reglas del juego

Cuando nos situamos ante una cuestión abismal, el suelo amenaza con derrumbarse bajo nuestros pies, llevándonos con él. Porque ¡no iremos a quedar suspendidos en el aire! ¿O sí? Tal vez, si tuviéramos alas... Sería un buen descubrimiento, que podría compensarnos el desengaño, pero que de no revelarse a tiempo podría llegar a ser fatal.

El amor es una cuestión abismal, que es necesario apreciar como revolucionaria, para evitar que acabe en devastación. Para quien así lo entienda, es una fuerza capaz de hacerse consciente. Pregunta, y arroja luz. Parte de esta evidencia: “el amor no puede ser libre como aspiración porque ya lo es. Donde quiera que esa libertad no existe habrá atracción sexual o miras de interés y conveniencia, pero amor en el verdadero sentido del término que comprende una atracción de doble matiz material y espiritual, no”. La muchacha que lo escribió nunca llegó a vivirlo, ni pudo completar su evolución al anarquismo. Cuatro tiros, tres en la cabeza y uno en el corazón, se lo impidieron, teniendo solo 18 años.[1] Había llegado a la pregunta sin retorno, y hubo quien temió la respuesta por encima de todo.

Es preciso repetirla aquí y ahora, y que nos la planteemos a nosotros mismos: ¿hasta qué punto podemos decir que hemos elegido nuestras relaciones?,  ¿hemos sido libres de decidir con quién queríamos estar?, ¿escogemos o solamente nos escogen, o no elige nadie? Porque haberlo decidido es condición necesaria del amor.

Atendiendo a las condiciones de la vida social tal como se presentan cuando una persona que se está abriendo a la vida, un adolescente, se encuentra con ellas, las expectativas no son muy buenas si de lo que se trata es de establecer relaciones con sentido. Las formas de  ocio capitalistas están diseñadas para obtener máximo rendimiento dinerario, forzando a las personas a consumir el máximo tiempo posible y en la manera más intensiva, con lo cual se promueven todo tipo de adicciones. Los lugares de ocio capitalista básicamente son locales de consumición, o espacios improvisados para poder consumir todavía más y sin límites legales, como son los botellones. Cada vez la música y la danza tienen menos peso frente al mero consumo de sustancias. No tenemos estilo propio de la tierra, ni la música es en vivo sino pregrabada. Tampoco es necesario saber bailar, ni existen ya los bailes grupales. La cultura popular brilla por su ausencia, también en espacios de ocio contracultural y que han resultado no ser tan contraculturales.

¡Ah! Pero los prejuicios y las creencias atrasadas, estos no solamente se conservan, sino que vuelven a la carga con más fuerza, reproduciendo esquemas atávicos de relación de poder. La gente necesita modelos de comportamiento y allí están los productos y las ficciones del mercado, cada vez más embrutecidos y más vacíos. Una primera evidencia para la inteligencia adolescente que se encuentra con este panorama es que suponer elección libre y responsable en un entorno vaciado de sentido, es simplemente demencial.  Tengamos en cuenta que el paradigma dominante tiene por base nociones como “tiempo libre”, frente a un tiempo no libre, “ocio”, como opuesto al “negocio”, categorías que, de  poder ser utilizadas por los libertarios, van a recibir un significado muy distinto. Claro que el descanso es parte necesaria de la vida, pero incluso cuando soñamos no dejamos de pensar, y una ruptura total con la actividad, volcarse a formas de ocio totalmente pasivas, vicarias, despersonalizadas, que no respetan la necesidad de expresión creativa y la espontánea alternancia entre lo verbal y lo no verbal, lo consciente y lo no consciente, es claramente antinatural. Como antinaturales son las reglas del juego que impone para las relaciones sexoafectivas este modelo, consumista y postmoderno, pero a la vez continuador de esquemas poco evolucionados, impropios de una sociedad compleja. Y en esto afecta gravemente a la mujer, que de nuevo se va a convertir en el objeto de consumo, por la perpetuación de la mentalidad de abuso patriarcal.

Efectivamente, el ocio capitalista, al vaciar de contenido la actividad, la despersonaliza, niega la diferenciación personal que debiera tener más amplio campo de desarrollo en las sociedades complejas. Entonces, lo mismo da una persona que otra, porque incluso los propios individuos tienden a estandarizarse, porque la diferencia no se valora sino que se margina, ya que para ganar una competición hay que ser más de lo mismo. Sobre todo, la propia forma de ocio, tan superficial y basada en lo primario, no permite conocer al otro, establecer una relación de confianza con él. Una consecuencia es que todo tiende a jugarse a una carta, o lo tomas o lo pierdes. Y son hombres los que siguen llevando la iniciativa y beneficiándose del patrón consumista de relaciones, y sigue siendo mujer la consumida, y ella la persona a la que se le plantea la disyuntiva del todo o nada.

Yendo por partes. El que lleva la iniciativa es el que la lleva por tradición y el que sale beneficiado del modelo, que es patriarcal. La consecuencia reproductiva de una sexualidad irresponsable sigue recayendo en la mujer, igual que el rechazo social que le va a aplicar la doble moral golfa/decente, haciendo presión sobre la  mujer para reducir todavía más sus oportunidades de elección. Si un hombre sale con muchas, no pasa nada, pero si una mujer sale con más de uno, mal visto socialmente. Ya desde el momento en que se para a hablar con un hombre se le puede estar atribuyendo una relación, con lo cual, por lo visto, se supone que ella tiene que acertar a la primera o...que tiene que aguantarse con el que le toque en suerte. Eso es un reforzamiento de la lógica del todo o nada que beneficia al varón. Si además el sentido de la seguridad personal, debido a la violencia machista, en la mujer mengua conforme más lejos se va y cuánto más entrada la noche, la libertad de movimientos y de elección queda restringida frente a la del hombre. No es casualidad que sean ellos los que ejercen la violencia, apoyados en un sistema de creencias y de instituciones que perpetúan el abuso con raíz en la diferencia reproductiva de la mujer cisexual, a partir de la cual se aplican esteterotipos y violencias que van a ser comunes a todas nosotras, con independencia de si somos mujeres cis, trans, lesbianas, bisexuales, si somos fértiles o no lo somos... Igual que hemos de tener presente que las violencias específicas que vive cada colectivo de mujeres, y que vive cada mujer en singular, entran a formar parte de la misma construcción de género mujer, que a todas nos afecta y nos ha de mover a la acción.

Por tanto, iniciativa masculina, condiciones puestas por el hombre, que se beneficia de creencias irracionales que le protegen del “no” de la mujer, y que se van a manifestar como chantajes: “yo ya he salido contigo una vez, y ahora ya no sabes cuándo me vas a volver a ver”, “te vas a quedar sola”, fantasmas varios, de que se pase el periodo fértil de la vida que en la mujer es más reducido, de que se pase la juventud física a la que tanto valor se le da en la mujer... O se van a manifestar a través del complejo de culpa implícito en el concepto de amor-fusión , o amor romántico, como se le suele llamar en teoría: el amor es incondicional, el amor es entrega total y permanente, es renuncia, la mujer tiene que anularse por el hombre y por los hijos porque el amor es un sentimiento por encima de todo, y sin ellos no es mujer, es egoísta, cerrada al amor y al sexo etc...y de ahí al ¿quién te crees que eres para rechazar a ese chico?, ¿tanto te crees que vales? Es muy importante en la educación sexoafectiva enseñar muy bien a las mujeres a cuestionar el privilegio sexual del varón, su supuesto derecho a obtener sexo de la mujer cuando él quiera, aun sin que ella sienta deseo o sin que medie su consentimiento. Lo mismo que a no sentirse culpables por dar una negativa, enseñarles que se puede dar una negativa de manera asertiva, sin dañar a nadie, y que el dar la no las convierte en egoístas ni tiene por qué implicar que se vayan a quedar solas, y si esto es así, siempre es mejor que vivir anuladas en relaciones que ellas no han elegido.

Las reglas no dejan de ser injustas para el hombre [2], que se ha deshumanizado con ellas, pero para la mujer son además portadoras de jerarquía de género, con todo lo que implica esto, de una mayor probabilidad de maltrato y una mayor vulnerabilidad a la violencia, dado que la psique femenina es educada para asumir esas creencias manipuladoras patriarcales que vienen a bloquear su autodefensa.

Queda patente además que incluso cuando se concede tiempo a que una relación madure, las relaciones que parten de un acercamiento de intencionalidad puramente sexoafectiva, y no de  acercamiento  entre  seres  humanos independientemente  del  sexo,  vienen a  estar  viciadas desde el principio. Aparecen una serie de condicionantes y de presiones más o menos sutiles, que hacen que cuando se vaya a decir que no, ya se está dentro de la relación, que ha venido antes que el conocimiento y la elección. Y el hombre también paga en fracasos las relaciones propias de la sociabilidad líquida, acelerada y superficial, porque al final la vida sentimental se reduce a tener relaciones, a  ir probando  suerte  e  intentando dar en la diana. Pero sin sentido, la búsqueda puede no tener fin.

El sentido se halla en la actividad en la que desplegamos nuestra especificidad funcional, aquella por la que nos diferenciamos como personas en la sociedad, y en medio de la interacción de grupo, entre iguales de todos los géneros, donde eres ante todo persona, y te pueden conocer como persona, antes que como mujer, hombre o cualquiera que sea tu género. La elección del otro es facilitada por la integraciónen grupo de afinidad, además porque este posibilita que se llegue a él a través de otros que ya le conocen,siendo prolongación de una red social elegida y confiable (lo que no significa que nos obliguemos a descartar las posibilidades de la sociabilidad más casual).

En nuestro movimiento las Juventudes Libertarias han sido agentes muy activos en procurar un tipo de ocio que reuniera estas condiciones de sana sociabilidad. En estos entornos sociales surgidos de los grupos libertarios y de los ateneos, las mujeres empezaron por primera vez a tratar y ser tratadas como personas y como iguales, en relaciones de sana camaradería surgidas de la afinidad y guiadas por la espontaneidad.

Se ha hablado aquí de la libertad como componente del amor. Pues bien. Después de poder elegir, viene poder construir, ya que las relaciones humanas son una obra que se va creando día a día, y el amor es camino de conocimiento, principalmente por la convivencia. Y para esta deben darse a su vez condiciones que se concretan en reivindicaciones históricas de la lucha obrera y feminista: la reducción de jornada, subida salarial, medidas para compatibilizar el trabajo con el cuidado de los familiares, protección de la maternidad, corresponsabilidad en las tareas domésticas, estabilidad en el empleo en la misma localidad, empleo cualificado que permita el desarrollo personal... Todos esos factores estructurales, que junto a la propia falta de igualdad en la pareja y en general de educación sexoafectiva, están haciendo que seis de cada diez matrimonios en España acaben en rupturaal cabo de pocos años, lo que también suele conllevar disolución de una estructura familiar con consecuencias para los hijos [3].

Una vez nombrada esta realidad, ya sabemos ponerle palabras, identificarla, y prevenir su silenciamiento. Los más jóvenes a menudo no disponen de los recursos para verbalizar lo que sufren dentro de la normalidad sistémica, pero eso no significa que no estén sufriendo,  y mucho. Seguir disimulando, acogerse a las reglas del juego por comodidad, tragar con lo que esa normalidad nos quiere deparar, o resignarse a no tener vida social, en una dinámicadel todo o nada, nos perjudica como personas y como comunidades. Esto debe ser gritado, denunciado, y confrontado mediante nuestra acción creativa militante. Merecemos  otra oportunidad de encontrarnos a nosotros mismos en otro modelo de sociabilidad, uno que servirá como base relacional de un futuro antiautoritario.

Notas:

[1] Sexo  y  amor,  Hildegart  Rodríguez,1931,  en: http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000164701&page=1 Prodigio de una época, todavía por redescubrir, como tantas mujeres que concibieron la revolución sexual en España y quedaron sepultadas bajo la lápida de la dictadura y de la desmemoria posterior.

[2] Volvemos a decir, que al usar este genérico de hombre del patriarcado, no englobamos a todos y cada uno de los hombres, que el ser hombre no convierte en opresor a nuestro compañero de lucha, lucha en la que no queremos abrir divisiones, sino resolver desigualdades.

[3] Ojo. Se usa el dato sobre rupturas matrimoniales en España para hacer idea de lo que duran los vínculos sentimentales en una  sociedad que  no facilita condiciones  para ellos.  No  se  está con  esto  defendiendo  el matrimonio ni haciendo del divorcio algo malo en sí mismo.

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N.de.B: Texto extraído del nº3 de la revista La Madeja del Grupo Moiras