¿Qué pasó con el Estado Islámico?

Unidad entre capital corporativo-financiero, fanatismo religioso y securitización del espacio global, configuran la tríada que puso en funcionamiento el Estado Islámico y que hoy terminó masificada para todo el planeta: el Estado Islámico se hizo mundo porque –digámoslo otra vez– fue una de sus vanguardias globales.

 

Si hubiéramos escrito esta columna hace cinco años, quizás, la pregunta sería completamente absurda. En ese entonces los medios de comunicación bombardeaban –porque éstos son otra forma de eficaz bombardeo– con las múltiples imágenes de banderas negras con letras blancas que degollaban a individuos (algunos periodistas) en una inusual performance en la que los vestían con los mismos trajes naranjos con los que los EEUU visten a los prisioneros de Guantánamo y generaban terror a millones de espectadores, mientras en los hechos masacraban a población siria, iraquí, iraní, musulmana y no musulmana, pobres o ricos, destruyendo todo a su paso en un proyecto que pretendía superar las otrora fronteras determinadas por el espacio inter-arabe erigido a la luz de los acuerdos de Sykes Picot firmados en 1916 por Francia y Gran Bretaña que tuvieron lugar a espaldas de los movimientos árabes de descolonización y que establecían la primera partición fronteriza de la región y, con ello, relevaban el domino turco-otomano situando a Londres y París gran parte del botín imperial (desde piezas arqueológicas hasta petróleo).

Pero el Estado Islámico no surgió de la nada, ni mucho menos de una supuesta “esencia” del islam, según sigue profesando la islamofobia dominante que, poniendo en juego su racismo, muchas veces se viste de demócrata. Digamos que el Estado Islámico surgió como reacción a las revueltas del 2011: si las revueltas tenían un carácter cosmopolita, el EI asumía una dimensión sectaria, si las revueltas no intentaban fundar un nuevo orden sino revocar a un poder vigente, el EI pretendía fundar un orden político-estatal; si las revueltas no tuvieron liderazgo ni vanguardias que las impulsaran, el EI articuló un liderazgo y se proyectó como una vanguardia política de carácter global.

Si, como indicaba Hegel respecto de la comedia, estas últimas fueron la feliz despedida de “1989”, el Estado Islámico no fue otra cosa que la triste bienvenida del siglo XXI.

Me explico: 1989 no la considero como una fecha historiográfica, sino como una cifra paradigmática en la que se consigna la caída del Muro de Berlín y el domino unilateral de los EEUU a nivel planetario. Tal estado de situación se mantiene vigente hasta las revueltas del 2011 que despiden a 1989 “alegremente” cuyo acontecimiento cambia el contexto de la geopolítica mundial: EEUU deja de ser la potencia que era en 1989, Rusia deja de ser la comparsa de EEUU que era en 1989 con Yeltsin, así como también lo hace China, por supuesto. De la unilateralidad imperialista, las revueltas del 2011 fueron la palanca que permitió visibilizar (no “causar”) que, a pesar de los intentos de Bush Jr. por mantenerla devastando a Iraq, la situación mundial había mutado hace mucho tiempo hacia la multilateralidad del Imperio. Es un proceso sin duda, pero cuya imagen se cristaliza en las “alegres” revueltas que se despiden de los dioses, y en el consecuente Estado Islámico que da la bienvenida al nuevo dios del capital global.

Los antiguos enemigos se vuelven aliados y los mismos aliados se vuelven enemigos. Un día tras otro. Y en medio de todo, Siria implosiona, en conjunto con el espacio inter-arabe moderno efecto de los trazados de Sykes-Picot.

Se trata de todo un nómos el que se ve comprometido, todo un orden que ya no va más, es un circuito completo el que ha dejado de funcionar: las revueltas de 2011 fueron la feliz despedida de los antiguos dioses, pues con ellas tuvo lugar la implosión de los discursos postcoloniales árabes (el islamismo y el nacionalismo) y la consecuente visibilización de la devastación de los pueblos que había acontecido bajo su sombra.

En efecto, los diversos “ajustes estructurales” que comenzaron a incidir en los Estados árabes durante fines de los años ’70 y principios de los ’80 comienzan a mostrar sus efectos: precarización económica con desempleo sostenido con mas del 20% de la población, oligarquización despiadada de los regímenes en economías rentistas y articulación de la “hipertrofia” policial-militar de los Estados en orden a defender la prerrogativas de tal oligarquía (Ayubi, 1995).

El Estado Islámico no surgió de la nada. Fue el síntoma aterrorizante que daba la bienvenida al siglo XXI: el poder, la religión y las finanzas por fin se hallaban en una sola mano. Y, en ese sentido -como he sostenido desde hace años– el Estado Islámico había que considerarlo la “vanguardia” del capitalismo corporativo-financiero y no su “retroceso” atávico, religioso o cavernario (como gusta al paladar progresista).

Al contrario: nada más revolucionariamente capitalista que el Estado Islámico, quien actúa como síntoma de la catástrofe que, una vez se han ido los dioses, anuncia que lo único que ha quedado ha sido la nada. Tal “nada” se cristaliza en el avance, cada vez con mayor fuerza, de lo que podríamos llamar la “guerra civil planetaria” que a veces elige algún lugar donde fermentar: le tocó a Siria, desgarrada entre las fuerzas de Assad, Putin y Obama; le tocó a Libia donde los islamistas han convertido al país en un mercado de esclavos; le toca cotidianamente a los palestinos que han visto cómo las políticas racistas israelíes se han profundizado con mayor impunidad. Pero también, le ha tocado a América Latina (el Brasil de Temer unifica capital financiero y religión en un solo bando) y también, a los supuestos países “desarrollados”: Europa cada vez con más muros y cada vez con mayor auge de las ultraderechas y los EEUU sacándose toda careta con la elección de Trump. Aún quedan los estertores del Estado Islámico en Siria e Irak, pero el “protectorado” ruso-iraní se ha encargado de aplastarle genocidamente (Ghouta). Sin embargo, los medios no hablan nada o casi nada de él: ¿qué paso con el Estado Islámico? Adivinemos: se hizo mundo. Unidad entre capital corporativo-financiero, fanatismo religioso y securitización del espacio global, configuran la tríada que puso en funcionamiento el Estado Islámico y que hoy terminó masificada para todo el planeta: el Estado Islámico se hizo mundo porque –digámoslo otra vez– fue una de sus vanguardias globales.

Rodrigo Karmy 26 3 2018