¿Por qué no había mujeres en la COPEL?

¿Por qué no había mujeres en la COPEL?

 

A partir del estreno de ‘Modelo 77’, la película de Alberto Rodríguez que narra la historia de la Coordinadora de Presos Sociales en Lucha (COPEL), analizamos por qué las mujeres presas no formaron parte de este colectivo.

Presas de la cárcel de la Trinitat en una imagen del libro ‘Presas’, de Pilar Aymerich.- Pilar Aymerich

“Nos machacaron y volverán,
volveremos y volveremos
a luchar una vez más”
Himno de la COPEL

 

Llevo años obsesionada con la COPEL. Creo que no es para menos. La Coordinadora de Presos Sociales en Lucha puso en jaque el sistema penitenciario español durante los años 70. Seguro que te suenan las famosísimas fotos del motín de la cárcel de Carabanchel o de la Modelo. La COPEL llevó a cabo una lucha ardua, dura y dolorosa para que la sociedad española pudiera conocer la violencia que se sufría en las cárceles. Lo consiguieron tragándose muelles y autolesionándose. La prensa de la transición se hizo eco de sus protestas, pero no pudieron alcanzar sus objetivos. Nunca lograron la amnistía porque no lograron convencer a la sociedad española de algo que seguimos sin entender masivamente: todos los delitos son políticos.

Fui al cine nerviosa. Lloré y me emocioné. Modelo 77, la película de Alberto Rodríguez, es un bonito homenaje a quienes se dejaron la piel y la vida por demostrar que la democracia no estaba prevista para todos y todas. Mientras los presos considerados políticos salían a la calle, la chusma tuvo que soportar la violencia institucional que se cebaba con los presos y las presas en las prisiones españolas. A la cárcel no ha llegado nunca la democracia. Alejadas cada vez más del centro de las ciudades, el Estado encierra en prisión sus miserias. Mientras las políticas públicas se muestran insuficientes para hacerse cargo de las problemáticas de la sociedad, las instituciones esconden sus fracasos entre paredes húmedas.

Mientras escribía Lunática, el libro en el que cuento cómo las prostitutas de Bilbao se organizaron en 1977 para denunciar la vulnerabilidad a la que estaban expuestas, me encontré de lleno con la COPEL y con los comités de apoyo. Ese fue uno de mis primeros aprendizajes: COPEL solo existe en la cárcel. Fuera, los comités de apoyo se organizaban para facilitarles la lucha. El Comité de Apoyo a la COPEL en Bizkaia, por ejemplo, participó activamente en la organización de las prostitutas de la ciudad. Tienen algo de relación con ellas porque era habitual que entraran y salieran de la cárcel cada equis tiempo. A partir de 1956, la prostitución quedó abolida en el Estado español y las prostitutas se encontraban en una encrucijada legislativa que las dejaba completamente vulnerables ante al acoso policial. La ley de peligrosidad social, heredera de la ley de vagos y maleantes, era uno de los mecanismos más habituales para apresarlas. En la COPEL, sin embargo, no había mujeres. En los comités de apoyo organizados —al margen del apoyo que podían recibir de familiares o amistades— tampoco muchas. Pero, ¿por qué ninguna mujer formó parte de la COPEL?

César Lorenzo Rubio, autor de Cárceles en llamas. El movimiento de presos sociales en la Transición (Virus, 2013) aseguraba en una entrevista que “la gran mayoría de las acciones de protesta fueron protagonizadas por hombres, quienes también representaban el 95 por ciento de la población reclusa. Debido a esta desproporción, y a una menor agresividad y mayor capacidad de control en las cárceles femeninas, fueron pocos los actos de indisciplina por parte de mujeres, pero también los hubo”. Eso sí, “donde mayor protagonismo tuvieron las mujeres fue en los grupos de apoyo a presos en el exterior”. Irene Abad analiza el papel que jugaron desde la calle en En las puertas de prisión. De la solidaridad a la concienciación política de las mujeres de los presos del franquismo, una obra imprescindible para entender cómo la violencia carcelera se extiende más allá de la propia cárcel.

Pensé durante mucho tiempo que quizá tuviera que ver con las formas de lucha de la organización, que fueron muy violentas, pero lo cierto es que esa explicación se me queda corta. En las cárceles de mujeres también se llevaron a cabo protestas agresivas o, cuanto menos, protestas. Por ejemplo, en 1941, en la prisión de La Calzada de Oropesa 50 mujeres lograron saltar las tapias. Fueron capturadas poco después, pero disfrutaron de unos segundos de libertad. No solo eso, presas del GRAPO estuvieron en huelga de hambre en varias ocasiones durante los años 70 y en la cárcel de Yeserías hubo una especie de motín tras unos registros muy violentos en las celdas. Buscaban goma-2, pero no encontraron nada.

Si no son los métodos de lucha, ¿por qué entonces no había mujeres en la COPEL? Lorenzo apunta al mayor control de las cárceles de mujeres. Muchas de ellas estuvieron durante toda la dictadura controladas por grupos religiosos que ejercieron un férreo y violento control sobre las presas. ¡A quién se le ocurre ser mujer y delinquir! Gran parte de la represión franquista contra las mujeres, además, se dio al margen —o quizá no tanto— de las prisiones. En concreto, el Patronato de Protección a la Mujer se encargó de mantener a raya tanto a las mujeres caídas como “a las que están a punto de caer”. Quién necesita cárceles si tiene conventos y reformatorios.

Otra hipótesis: las mujeres tenían más que perder. Todavía hoy, muchas presas y organizaciones de apoyo denuncian que las mujeres presas siguen manteniendo el orden de género desde las prisiones. Algunas tienen a sus hijos e hijas con ellas hasta que cumplen tres años y prácticamente todas las que son madres siguen cuidando de sus criaturas también desde la cárcel. En el último anuario de Pikara Magazine en papel, por ejemplo, publicamos un reportaje de Andrea Olea en el que explica las dificultades de ejercer la maternidad a distancia. Puede que sea eso, sí, que la ruptura que supone para las mujeres y las expectativas que se ponen sobre nosotras cuando entramos a prisión sirva como mecanismo de autocontrol que evita que se lleven a cabo protestas tan masivas y espectaculares como las que llevaron a cabo los presos de la COPEL.

Puede que sea eso, sí, aunque es probable que las iniciativas que pudieran llevarse a cabo en las cárceles de mujeres durante el franquismo y la transición no lograran llamar la atención que sí lograron los miembros de la COPEL. Tampoco fue muchísima, que nadie flipe, pero, oye, si alguien sabe de alguna protesta que no se ha contado todavía, ¡llamadme!

Nota de la autora: En una primera versión de este texto se aseguraba que en los Comités de Apoyo a la COPEL de Bizkaia solo partipó una mujer: Marta. Es cierto que fue ella la que estuvo en la organización desde el inicio, pero con el tiempo se incorporaron otras compañeras.