El pasaporte covid llega a Cantabria

* Ayer 18 de enero, tras 40 días de imposición, la Consejería de Sanidad del Gobierno de Cantabria ha decidido no solicitar la prórroga y poner fin a la exigencia del pasaporte covid porque no cumple el objetivo de cortar la transmisión del virus SARS-CoV-2 en espacios interiores.

Siguiendo los pasos de muchos otros gobiernos europeos y gobiernos de otras comunidades autónomas, el Gobierno de Cantabria decidió aplicar el polémico pasaporte covid el pasado mes de diciembre, que restringe el acceso a establecimientos hosteleros y culturales a personas no vacunadas o desprovistas de un test negativo en covid-19. Su duración está prevista para 40 días, aunque es muy probable que se prolongue durante más tiempo, teniendo en cuenta los precedentes marcados por los países vecinos. A continuación, nos preguntamos por las intenciones que hay detrás de esta medida, más allá de los motivos médicos, y señalamos la necesidad de oponerse y articular resistencias colectivas frente a ésta.

Cabe advertir que, dado nuestra falta de conocimientos médicos, y ante la abrumadora avalancha de datos, artículos, estadísticas y opiniones diversas sobre el virus covid-19 y las vacunas, nos es difícil abordar la cuestión. Parece haber bastante consenso en que las vacunas están siendo eficaces en cuanto a que están reduciendo las muertes y los ingresos en hospitales, lo cual es una buena noticia. Nos parece evidente, sin embargo, que detrás de esta agresiva campaña de vacunación que estamos viviendo, hay fuertes intereses económicos por parte de la industria farmacéutica que está produciendo dichas vacunas. Nos da la impresión, por tanto, que más allá de la intencionalidad de acabar con la pandemia —o más bien con su letalidad— hay también intereses en prolongar todo lo posible la venta de vacunas, lo que se traduce en las famosas «dosis de refuerzo» y en la vacunación, posiblemente innecesaria, de las capas más jóvenes de la población. En este contexto creemos que se enmarca (y se entiende mejor) la creación del pasaporte covid. Aunque, repetimos, esta afirmación sobre la vacuna es solo una opinión nuestra y en ningún caso pretendemos sentar cátedra e influir en la decisión del lector a la hora de vacunarse o no.

Los medios de comunicación, los gobiernos y otros poderes han polarizado tanto el debate sobre la vacuna contra el covid-19 en términos maniqueos de «estás conmigo o contra mí» —léase, te vacunas o eres un negacionista— que nos obliga a posicionarnos, aunque la intención de este artículo no es tratar de las vacunas sino del pasaporte covid, que son cosas muy distintas. Si bien consideramos que los avances científicos desde la revolución industrial y, sobre todo, su aplicación a través de la tecnología han sido nocivos en muchos aspectos para la humanidad y para la vida del planeta, nos parece que, en lo que concierne la ciencia médica, el balance es positivo. Aunque también podemos ser muy críticos con ésta por cómo se ha supeditado a los intereses del capitalismo, también debemos ser conscientes de que sus avances han permitido mejorar nuestra calidad y esperanza de vida. Y a este respecto, la historia nos muestra que las vacunas han jugado un papel muy importante. Por ello, todavía acordamos un voto de confianza a la comunidad científica y en que sus intenciones siguen siendo salvar vidas. Unas buenas intenciones que no quitan que las vacunas contra el covid-19 sean también un excelente negocio. Por ello, consideramos erróneo luchar contra las vacunas y pensamos que nuestros esfuerzos, por parte de los de abajo, deberían orientarse hacia la abolición de las patentes, que es las que están permitiendo que las farmacéuticas estén haciendo su agosto, algo que es completamente inmoral, dadas las circunstancias de pandemia global.

En lo que respecta al pasaporte covid, también se han vertido ríos de tinta por los que han circulado todo tipo de ideas y opiniones, todas ellas llevadas interesadamente al mismo callejón sin salida del «eres o no eres negacionista». Aunque, a diferencia del tema de las vacunas, que es un terreno pantanoso por el que moverse, el del pasaporte covid nos lleva a pisar un suelo más firme. Creemos que detrás de la medida hay razones que traspasan el ámbito puramente médico. Y esto no es algo nuevo, ya que desde el principio de la pandemia hemos visto cómo muchas medidas que se han aplicado para supuestamente contener el avance del virus han obedecido a intenciones políticas o propagandísticas más a que a criterios sanitarios. ¿Acaso que unos generales del ejército hiciesen comunicados en la televisión durante el confinamiento nos hizo más resistentes al virus?   ¿Cuál es la eficacia de las mascarillas al aire libre que la mayoría de personas lleva consigo? Y así podríamos poner muchos ejemplos.

El pasaporte covid podría considerarse como una forma indirecta de volver obligatoria la vacuna en aquellos países en los que una parte considerable de la población no ha querido vacunarse de forma voluntaria. Se ha llevado a cabo un plan, por así decirlo, de paulatino arrinconamiento de las personas disidentes, señalándolas como culpables de la persistencia del virus, en un primer momento, impidiéndolas acceder a establecimientos como bares o bibliotecas, en un segundo momento, y finalmente negándolas incluso la posibilidad de trabajar o viajar. Tales imposiciones han llevado a muchas personas a resignarse y a pasar por el aro, a pesar de algunos tímidos episodios de disidencia y desobediencia. Pero resulta extraño que la medida se aplique en nuestros lares, donde nos dicen que más del 90% de la población adulta está vacunada. ¿Cómo explicar la aplicación de una medida tan coercitiva después de que la mayoría de la población haya obedecido, y no antes, como ha sucedido en otros partes de Europa? Podría argumentarse que quizás las autoridades esperen una mayor resistencia a las dosis de refuerzo o a la vacunación infantil, pero también puede que haya otras razones.

En un artículo publicado en el diario francés Reporterre.net el pasado 7 de diciembre titulado  «Pronto la “cartera de identidad digital”, una pesadilla totalitaria», se advierte que la Comisión Europea, inspirada por una idea de la empresa Thales, tiene prevista la creación de un Porfolio de Identidad Digital para todos los europeos, «una especie de tarjeta sanitaria extendida a todos los pasos de la vida cotidiana, con un dispositivo de reconocimiento biométrico para evitar el fraude». El artículo apunta que para la empresa Thales, la ventaja de esta tecnología es que «si el derecho de un individuo se suspende por cualquier motivo, el gobierno puede invalidarlo en tiempo real en la plataforma». Así, se nos explica que sería «posible desactivar a distancia los medios de pago, la cobertura sanitaria o el permiso de conducir de un ciudadano. Una característica que está en el aire de los tiempos: la misma medida fue defendida por los senadores de la Comisión de Prospectiva en junio de 2021 en la descripción de su futuro dispositivo de crisis sanitaria donde, en un caso extremo, los datos médicos de un individuo positivo podrían cruzarse con sus datos de geolocalización, y en caso de que se rompiera su cuarentena, dar lugar a una información policial o, por ejemplo, a una desactivación de sus medios de pago». Pensamos, por tanto, que el pasaporte covid, junto con la generalización del uso de la tecnología «QR», y la omnipresencia de los teléfonos móviles en nuestra cotidianidad, van en una misma línea de establecimiento de dispositivos totalitarios de control de la sociedad y nos llevan directos a un distopía tecnológica.

Es necesario, por ende, oponerse al pasaporte covid. Pero aunque quizás sea demasiado tarde para articular una lucha de oposición a una medida que ya está aplicándose, todavía nos queda la desobediencia. Si una persona se niega a mostrar su pasaporte covid a la hora de entrar en un bar, y le pone mucho empeño, lo más probable es que acabe recibiendo una buena multa. ¿Pero qué pasaría si 100 personas se proponen entrar a un bar sin mostrar su pasaporte? ¿Y si la acción se repitiese cada día? Hay todavía margen de acción, como cuando en Francia se organizaron picnics colectivos junto a las terrazas de los bares (vacías de clientela), a modo de protesta. ¿Y si pensamos en ir un paso más allá del dichoso pasaporte y tomamos conciencia de lo que está implicando el teléfono móvil en nuestras vidas? Recomendamos así, para finalizar, la lectura del libro de Sergio Legaz «Sal de la máquina. Cómo sobrevivir a la distopía de los smartphones» en el que se nos advierte de los perjuicios de esta tecnología y nos ofrece una guía para «desengancharnos». En cualquier caso, la salida nunca podrá ser individual. La lucha contra el pasaporte covid y todo lo que implica sólo podrá acabar con hogueras colectivas en las plazas, en las que arrojaremos todos nuestros dispositivos (de control) móviles.

** Texto publicado en el boletín Briega en papel del mes de enero.