Impulso genético: una nueva amenaza de la biotecnología para la vida

Después de los transgénicos (OGM) llegan los “GDO”, siglas de gene drive organisms. En castellano, se denominan organismos impulsados (o dirigidos) genéticamente. Esta técnica de modificación del genoma todavía es bastante desconocida entre el gran público. Podría, sin embargo, tener impactos considerables sobre la vida. Según las leyes de la herencia genética, en las especies sexuadas, los genes transmitidos durante la reproducción provienen en un 50% de la hembra y la otra mitad del macho. El impulso genético permite saltarse esta regla. Un fragmento de ADN, aislado en un laboratorio, es introducido en un ser vivo “forzando”, de tal manera, que un gen se transmita casi sistemáticamente a la descendencia. Para llevar a cabo esta operación, se utiliza la herramienta de partición de ADN, descubierta en 2012 y denominada CRISPR-Cas9, que es relativamente rápida y barata. Una población entera puede así heredar un gen modificado, al cabo de unas diez generaciones.

La primera demostración exitosa del impulso genético fue llevada a cabo en 2015, en unas moscas drosophilas a los que se les cambió el color de los ojos al blanco. Otras experiencias tuvieron éxito posteriormente en mosquitos, levadura, ratones o en champiñones. Algunos ven en esa técnica la posibilidad de erradicar especies consideradas como perjudiciales. Así, las investigaciones más mediáticas sobre el impulso genético han sido las de los mosquitos, cuyo objetivo declarado es erradicar o modificar las especies portadoras de enfermedades. Uno de los proyectos más avanzados es el del consorcio Target Malaria, financiado en gran parte por la fundación Bill y Melinda Gates. Este busca modificar los genes de mosquitos de la especie Anopheles gambiae, para que sus descendientes solo sean machos, o para que las hembras sean estériles. El objetivo es conseguir la erradicación de esta población. El consorcio explica, en su página web, que se trata de una solución “barata” y “sostenible” puesto que los genes se transmitirían sin más esfuerzos entre generaciones. Los primeros mosquitos modificados deberían soltarse en Burkina Faso de aquí a unos años.

Nuevas y serias amenazas para la biodiversidad

Sabiendo que el paludismo causó todavía 405.000 muertes en 2018, de las cuales el 94% en África, la llegada de nuevas soluciones parece ser motivo de regocijo. Pero cuando oyen hablar de impulso genético, algunas personas tienden más bien a fruncir el ceño. En una carta abierta, el 30 de junio de 2020, 78 asociaciones europeas reclamaron a la Unión Europea que impulse una moratoria mundial sobre la diseminación de especies modificadas mediante impulso genético. Esto podría decidirse en la próxima conferencia de la Convención sobre la Diversidad Biológica (CDB), prevista inicialmente en octubre de 2020 en China, pero aplazada a mayo de 2021.

En la carta se apunta que “la liberación en el medio ambiente de organismos impulsados genéticamente, crea nuevas y profundas amenazas para la biodiversidad y el medio ambiente, a una escala y profundidad sin precedentes, puesto que cualquiera de estos organismos conlleva un riesgo importante de propagación incontrolable de organismos modificados genéticamente, y de mecanismos genéticos, en especies salvajes y domésticas”.

Numerosos científicos comparten esta postura. “La técnica todavía no es infalible. Sigue habiendo fenómenos de resistencia y podemos imaginar que las poblaciones naturales no tendrán muchas ganas de cruzarse con insectos modificados”, recuerda Virginie Courtier-Orgogozo directora de investigaciones en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS por sus siglas en francés) y responsable del equipo “Evolución de drosophilos” en el Instituto Jacques-Monod. Además, en caso de diseminación en la naturaleza, “los genes podrían mutar y no podemos saber cuáles serán las consecuencias sobre los ecosistemas”. Algunas especies podrían verse afectadas por la desaparición de otras; por ejemplo, depredadores que se encontrarían sin presas. Afirma además que “si finalmente, nos damos cuenta de que el impulso genético no funciona tal como preveíamos y que queremos pararlo, la única solución sería crear un nuevo tipo de impulso genético para desactivar el primero. No se conseguiría nunca volver al estado inicial”. Por otro lado, tal como ha mostrado en una investigación junto con otros investigadores, hay un riesgo, débil pero real, de que un gen modificado de una especie se transmita a otra.

Las poblaciones africanas sirven de cobayas para estas experimentaciones

¿Qué está sucediendo en el terreno de la práctica? En Burkina Faso, Target Malaria, en colaboración con el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Salud (IRSS por sus siglas en inglés), soltó, en julio de 2019, mosquitos machos estériles, modificados, pero no de tipo GDO, en la localidad de Bana. Se trató de la primera experimentación en condiciones reales, para preparar de aquí a unos años, a priori, la diseminación de mosquitos GDO. Target Malaria se empeña en resaltar su colaboración con las poblaciones locales. Sin embargo, “cada vez que periodistas quieren interrogar a los habitantes, no consiguen hacerlo ya que nadie quiere hablar de ello”, afirma Ali Tapsoba, presidente de la asociación burkinesa “Terre à Vie”, y portavoz del Colectivo ciudadano por la agroecología. “Si se llevara a cabo una consulta democrática, la población estaría en contra. Además, ¿Cómo se pretende conseguir un consentimiento libre y claro, cuando en nuestro país hay más de sesenta dialectos?” señala. Este maestro está implicado desde hace unos 10 años en la lucha contra los transgénicos y por la soberanía alimentaria. “Una vez más, los africanos servimos de cobayas. Pensábamos, sin embargo, que después del desastre del algodón transgénico Bt en Burkina Faso, la opinión internacional lo habría comprendido”, se lamenta.

En la Unión europea, los GDO son considerados, lógicamente, como transgénicos, y están sometidos a la misma legislación. Pero un grupo de expertos de la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, por sus siglas en inglés) por un mandato de la Comisión europea, ha empezado una consulta pública para recabar la opinión científica sobre la cuestión, para actualizar la reglamentación. “La EFSA reconoce que hay riesgos imprevisibles, pero plantea aun así el uso del impulso genético acompañándolo simplemente de medidas atenuantes y de evaluación de riesgos que no son realistas”, señala preocupado Nicolas Laarman, delegado general de la asociación Pollinis, que ha participado en esta consulta. Y añade que “esto va en contra del principio de precaución. Por no hablar de la manera en la que las empresas de biotecnología están preparando el terreno para abrir el mercado de organismos genéticamente modificados mediante el impulso genético, todo ello desde la sombra. Hace falta urgentemente que la ciudadanía esté informada y pueda expresar su opinión”.

Muchas asociaciones temen que la puesta en marcha de aplicaciones ligadas a la salud sirva sobre todo para preparar el terreno para utilizar el impulso genético en la agricultura. “Se habla mucho de mosquitos, pero si nos fijamos en las numerosas patentes que están siendo registradas, hay bastantes probabilidades de que las primeras especies modificadas mediante impulso genético que se suelten sean las especies invasivas Drosophila suzukii”, afirma la científica Virginie Courtier-Orgogozo. Estas moscas, provenientes de Asia, llegaron a Europa y Norteamérica en 2008, y causan importantes daños en los árboles frutales. Pero erradicarlas mediante impulso genético supondría un cambio radical en el modelo agrícola. “En vez de modificar las especies cultivadas, como se hace con los transgénicos, ahora se atacaría a las especies perjudiciales para los cultivos, de manera irreversible. El peligro es que una vez hayamos empezado, será fuerte la tentación de modificar otras especies perjudiciales, lo que multiplicará los riesgos”, explica la investigadora.

Como suele ocurrir cuando está en juego un negocio de mucho dinero, existen importantes presiones de lobbies. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN por sus siglas en inglés) es una organización compuesta por Estados, agencias gubernamentales y asociaciones provenientes de 170 países, financiada por fondos públicos y privados. En un informe publicado en mayo de 2019, la UICN estimó que algunas aplicaciones de la biología de síntesis, incluido el impulso genético, podrán ser herramientas útiles para la preservación de especies amenazadas. Una postura bastante sorprendente, que preocupa a bastantes asociaciones medioambientales.

En un informe titulado “El impulso genético bajo influencias”, la organización canadiense ETC denunció conflictos de interés que concernían a más de la mitad de los autores asociados al informe de la UICN. Al menos 15 miembros del grupo estarían ligados o a sueldo de proyectos relacionados con el impulso genético, como Revive and Restore, Genetic Biocontrol of Invasive Rodents Project o incluso Target Malaria

El Congreso mundial de la naturaleza de la UICN, previsto inicialmente en junio, tendrá lugar finalmente en Marsella, Francia, entre el 7 y el 15 de enero de 2021. Este encuentro, organizado cada 4 años, será una etapa importante antes de las negociaciones de la próxima conferencia de la Convención sobre la diversidad biológica. Hasta entonces, los opositores al empleo del impulso genético esperan haber conseguido sensibilizar al gran público. Teniendo en cuenta las implicaciones éticas, filosóficas y ecológicas que hay en juego, este debate no puede quedarse encerrado en los laboratorios científicos.

* Texto traducido y adaptado por Briega.

** Las fotos que acompañan al texto son cortesía de Javier González.

*** Para más información, recomendamos también la lectura del siguiente artículo: Impulsos temerarios: Los impulsores genéticos y el fin de la naturaleza