Desarrollo cultural. Un anillo para integrarlos a todos

La ciudad de Santander está cambiando. Una propaganda mediática potente se está encargando durante estos años de hacer de esta ciudad un atractivo turístico a la altura del eje de ciudades culturales del arco atlántico europeo. La cultura se presenta como una de las formas más idóneas para transformar el espacio urbano sin demasiadas complicaciones. La cultura, esa palabra tan abstracta en boca de todxs aquellxs que compiten por salir en la foto, de izquierda a derecha. Desde lo más conservador a lo más progresista, desde lo institucional a lo alternativo, este caballo de Troya de la transformación de las ciudades en lugares cada vez menos habitables y cada vez más transitorias y consumibles, no obtiene demasiada oposición desde los movimientos sociales.

La cultura se vende como un inocente y neutro regalo al conocimiento, y el discurso hegemónico sobre ésta hoy en día se traduce en la creación de unas infraestructuras culturales como el Centro Botín, el Anillo Cultural de Santander, la Fundación Santander Creativa y el Plan Director de Cultura, que permiten generar todo ese caldo de cultivo necesario para aumentar el turismo, que es uno de los objetivos principales para los amos de la ciudad.

Así la exclusión y la integración se combinan para dar paso a un desierto subversivo en donde cualquier acto cultural queda más o menos en vinculación con la Administración, el Ayuntamiento y el banco Santander.

La exclusión es clara y viene dada de antemano. Es decir, el desarrollo cultural está enfocado directamente para el turista (predispuesto a la oferta) y, en general, para un sector de la población con cierto nivel adquisitivo. Pero es precisamente una cuestión cultural el hecho de que no sean sólo las rentas las que marcan la frontera entre quién consume el desarrollo cultural de la ciudad y quién no. Sino también los gustos, el tiempo y las tareas a cargo. Cuestiones atravesadas por la clase, la raza y el género.


La integración la vemos en que cada vez las formas callejeras de habitar el espacio, la cultura de la autogestión y la protesta social se encaminan a participar en este circuito cultural, que es uno de los motores principales de la gentrificación en curso de los barrios populares. El graffiti se habilita y se utiliza para promocionar la ciudad turística, los eventos musicales con una cierta crítica social, el mundo del hip hop, el de la poesía, también se dejan embelesar por la cultura del capital. Por si fuera poco, la oferta cultural de esta industria a escala planetaria también sabe repartir la diversidad de su gama de actividades y es por ello que encontramos eventos atractivos incluso para el ambiente alternativo, radical y /o militante.

Toda esta actividad, por supuesto, no sería posible sin el gran mecenas de la ciudad, el banco Santander. El cinismo más propio de la sociedad del espectáculo en la que vivimos, lo encontramos en un ejemplo que vamos a poner en torno a una serie de actividades que se han llevado a cabo en los últimos tiempos en la capital cántabra respecto al continente africano. En el 2017 se llevó a cabo un ciclo de cine llamado “Nuevas voces de África” con temática social, en el Centro Botín. En el mes de marzo de este año la novela anticolonial de Conrad llamada “El corazón de las tinieblas” fue representada en una obra teatral en el Palacio de Festivales. Posteriormente, en este pasado abril, Vieux Farka Touré, hijo del fallecido guitarrista y músico de Blues Ali Farka Touré, icono de la música tradicional africana, tocó en el Centro Botín.

Resulta que el mismo banco encargado de impulsar el desarrollo cultural con actividades como éstas, con aires de conciencia social con el continente africano, es a la vez uno de los mayores financiadores de empresas que participan en el negocio de la guerra y en la militarización de las fronteras; Safran, Embraer, Navantia, Boeing, Airbus Group, Leonardo, Thales son algunas de las 18 empresas financiadas por el banco Santander entre 2013 y 2018. Resulta por ello importante plantarse y decir no.

La asamblea de preparación del encuentro del libro anarquista de Santander, por ejemplo, no fue la única ni será la última en demostrar que se puede llevar a cabo una actividad cultural sin dejarse absorber por el anillo de Botín. Dicho grupo emitió un comunicado hace unos meses expresando su descontento porque sus actividades se vieran difun­didas en la página de la Fundación Santander Creativa. En este sentido y con otros ejemplos que podríamos poner, ya existe una red que no sale en la foto. Se construye cada día a pequeña escala y puede verse en muchos pequeños proyectos que nacen, mueren y/o permanecen en esta ciudad. Animamos a la gente que lee a contribuir a que cada día sean más los proyectos que generan aprendizaje, conocimiento, reflexión, debate y acción. Porque sí es posible trazar un límite entre el desarrollo cultural del poder y la cultura popular de la autogestión, el hazlo tú mismx, la autonomía y el aprendizaje individual y colectivo desde abajo.

** Texto publicado originalmente en el boletín número 15 (julio 2019) de Briega en papel