Contener la "basura" con inteligencia

Contenedores inteligentes: Presentes y futuros.

En algunas ciudades de Holanda la puesta en marcha de contenedores inteligentes es ya una realidad que no se reduce a la identificación previa de los trabajadores de la basura sobre el estado del contenedor, sino que llega a localizar al propio individuo que deposita su basura en dicho dispositivo. A través del uso del carnet de identidad, los contenedores son capaces de detectar la cantidad de basura que cada individuo deposita, permitiendo así cobrar el impuesto por desperdicios, de tal manera que quien más basura echa, más impuestos paga y quien menos, menos. Esto supone que los contenedores sólo abren si la persona porta consigo su documento de identificación nacional.Las versiones oficiales no tienen ningún reparo en afirmar que se trata de una medida hecha para evitar los robos y controlar a aquellas personas que no reciclan.

En la smartcityexpo de la ciudad de Barcelona en 2015 se presentó una propuesta de contenedor inteligente que permite registrar a los usuarios que hacen uso de los mismos. Del mismo modo, dicho contenedor posee sensores que miden la temperatura y que poseen una alarma que salta y avisa a la red central conectada a los ayuntamientos para informar de posibles incendios.

En Abu Dabi, una firma gallega presentó unos contenedores inteligentes capaces de integrar dispositivos como paneles de publicidad o cámaras de seguridad, entre otros.

Para las olimpiadas de Londres de 2012, los contenedores se sustituyeron por unos a prueba de bombas y con pantallas de LCD capaces de dar noticias e información sobre el tráfico.

El Ayuntamiento de Vitoria instaló unos contenedores de residuos orgánicos, papel y envases ligeros que informan mediante GPS de su ubicación, el peso de los residuos y cuándo fue la última vez que se vació. Además, la flota de vehículos de limpieza y recogida de los desperdicios también tienen GPS, así que con un programa para visualizar la posición de cada vehículo la administración es capaz de optimizar las rutas de limpieza y ahorrar tiempo y recursos. Además, para facilitar el mantenimiento de los contenedores, el ayuntamiento tiene un inventario de papeleras, contenedores y buzones de recogida neumática georeferenciados con datos del modelo, fotos y estado de conservación y limpieza.

Los contenedores inteligentes pueden servir para premiar a quien recicla. La localidad guipuzcoana de Lazkao instaló un quinto contenedor (materia orgánica para compostaje) de prueba. Los voluntarios recibían una tarjeta personalizada para depositar sus residuos. El objetivo era generalizar un sistema que premie a quien recicle y encarezca los impuestos a quien no lo hace.

Todas estas pequeñas muestras de iniciativas por el mundo son una tendencia al alza. El pasado 4 de mayo de 2017 se dio una mesa redonda en la ciudad de Santander sobre smartcity. La asociación de mujeres empresarias de Cantabria organizaba el acto. Allí se dejó bien claro que la intención en materia de gestión de residuos sería poder identificar a las personas usuarias de los contenedores para establecer una justicia que cobrara impuestos en función de la cantidad de basura. Esto conduce a pensar que lo más probable es que el futuro de aquí sea el presente de ciudades como Groningen (Holanda)1*. Pero no es fácil encontrar información sobre las consecuencias sociales de esta "basura tecnológica", más allá de que los "robos" se hayan reducido un 70% en esta ciudad.

¿Qué consecuencias puede tener la implantación de estos dispositivos urbanos en las vidas que sobreviven de la basura? ¿Puede afectar a las personas que viven de la chatarra? ¿Puede condicionar a quienes se alimentan de la recogida de comida que se tira en los contenedores? ¿Qué opciones hay para quienes no tengan papeles ni documentación para abrir el contenedor? ¿ Y qué posibilidad tienen aquellas personas que opten por no querer entregar su identidad a un contenedor de basura?
Con la información a la que tenemos acceso, entendemos que en principio estos contenedores existen para productos orgánicos. Es decir, en principio, las personas que sobreviven a través de vender material de la basura no tienen por qué encontrar más dificultades de las que tengan ya, excepto por más información que por ahora no tenemos.

Pero lo que sí parece más probable es que las personas que se alimentan directamente de la basura, lo tengan realmente más dificil, no sólo por la identificación nacional que no tengan o no quieran presentar frente al contenedor, sino porque suelen tratarse de modelos de basura con compuertas pequeñas que se abren y se cierran sin que exista acceso posible a su interior.

Un trasfondo político; Cuestión de clases y cortina de humo medioambiental.
 

La coartada medioambiental como guerra contra la pobreza, como proceso de exclusión de las clases populares, como medio de estigmatización sobre las formas de vida menos adaptadas al consumo y la productividad, como puedan ser gente con ingresos mínimos, personas mayores con rentas mínimas, migrantes sin papeles, chatarrerxs , personas de etnia gitana,  y gente que busca otras formas de sobrevivir, es el trasfondo político que subyace con la implantación de la cultura del desarrollo sostenible, los ecobarrios y la cultura del reciclaje. No hay multinacional actual que no trabaje este tema como parte de su estrategia de marketing 2*, porque es vital para competir en el mercado mostrar una imagen de preocupación por el medio ambiente. Esto genera consecuencias sobre la convivencia en las sociedades que habitamos. La brecha entre clases ahora se percibe en la calle entre hábitos cotidianos como puede ser la gestión de la basura.
 

Las zonas más pudientes tienen siempre una atención del servicio de basuras mayor, puesto que suele corresponderse con zonas estratégicas de la ciudad orientadas al turismo y la imagen. En contraste, las zonas de la ciudad en las que existen futuros planes urbanísticos de remodelación, suelen dejarse en abandono. Esto se nota, entre otras cosas, en la gestión de las basuras y la menor intervención del servicio de los ayuntamientos en dichos espacios, no en materia policial, pero sí en materia de higiene. Esto, naturalmente, va modificándose a medida que estos espacios se van revalorizando más en función de las posibilidades de negocio que se presenten.
 

El imaginario social que se construye es que los pobres son unos guarros, y los ricos gente limpia y ordenada, cuando no necesariamente esto tiene que ser así, sino que depende de factores que se escapan a la voluntad individual.  No es casualidad que en el primer ejemplo puesto, sobre la ciudad de Groningen, en Holanda, la preocupación real y abiertamente declarada sea la de evitar los robos de contenedores, y las trampas entre vecinos para evitar pagar por la basura, más que el asunto ecológico. Porque donde existe preocupación por el robo, existe preocupación por la propiedad privada. Donde existe colaboración con las fuerzas de seguridad en la implantación de una medida aparentemente neutra, existe una preocupación institucional que no responde meramente a la reducción de la huella ecológica.
 

Otro aspecto que se introduce con esta coartada medioambiental es la individualización de los asuntos comunes de un barrio por medio de lo que, en el caso de los contendedores inteligentes, se vende como una manera justa y equitativa de repartir a cada cual lo que le toca. El pago de los impuestos en función de la basura tirada es una medida represiva que sanciona los hábitos individuales de cada persona, culpabilizando al individuo sobre su responsabilidad en el medio ambiente. La contrapartida de este proceso es la delegación y la invisibilización de la responsabilidad social y política que existe en torno al consumo que hacemos cotidianamente para sostener esta forma de vida tan irrespetuosa con el planeta. Mediante culpar el acto individual, se elude la responsabilidad empresarial y estatal en la extracción de recursos, no casualmente, en los principales focos de conflicto bélico del globo terraqueo, la utilización de costas y deltas de ríos no occidentales como vertederos tecnológicos, y la contaminación que las multinacionales producen, con los procesos de deforestación y desertización que les vienen acompañados.
 

Hay quienes dicen que una persona sin hogar es ya un ente menos conectado e integrado en la ciudad inteligente que un contenedor de basura, y razón no  falta para esta afirmación. La smartcity es un modelo de ciudad que responde a un sistema económico mundial y sus necesidades. Una de sus razones para exisitir es el crecimiento de población en las ciudades, que por primera vez en la historia es superior a la mitad de la población, y cuyas estimaciones oficiales hablan de un 70% del mundo viviendo en aglomeraciones urbanas hacia 2050. Sin embargo, depende de la zona geográfica, estos datos aumentan.Es por lo tanto, perfectamente comprensible, desde un punto de vista que prime la productividad sobre la vida, que el control social en la gestión de las basuras se perfeccione ante los retos del futuro para el capitalismo global.

Podemos llevar a cabo la reducción de nuestro consumo y, en consecuencia, de nuestros desechos, podemos reciclar lo más que podamos, podemos consumir lo mínimo, podemos incluso organizar limpiadas comunitarias y colectivas de las zonas que habitamos, podemos sensibilizar y buscar maneras más coherentes y éticas de relacionarnos con el entorno que habitamos etc Sin embargo, aunque no es poco, con ello no estaremos solucionando que la basura vuelva a los territorios expoliados de cuya materia prima se extrajo, ni que dicha gestión sea imposible de gestionar dada su cantidad, ni que la gestión no dependa de quienes la tiran, sino de quienes controlan a quienes la tiran, no de quienes sobreviven con ella, sino de quienes se lucran a costa de ella.

 

*1http://www.lainformacion.com/mundo/holanda-estrena-cubos-de-basura-inteligentes-te-piden-el-dni-y-te-cobran-segun-los-kilos-de-desperdicios-generados_5m5SCeHEs2rJrJgIByWG04/

 

*2 http://www.asturiasdiario.es/web/?p=10259 Sobre Patrick Moore, cofundador de Greenpeace que entró a formar parte de la junta directiva de la compañía canadiense que impulsa la extracción de oro en Salave.

 

 

 

 

 

*Red de estudio contra la smartcity y su mundo: Es un conjunto de iniciativas individuales y colectivas que se encargan de hacer contrainformación sobre el modelo smartcity y el mundo que la necesita, sobre las consecuencias sociales de un proyecto global con tanta presencia en esta ciudad.