Carta abierta a un cobarde

Carta abierta a un cobarde
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Puede ser cobardía, mala fe, intereses ocultos, simpleza, necedad o todo junto, que lo uno no exime a lo otro.

Alguien puso en el valle de Iguña una serie de carteles o pancartas en contra de los eólicos. En principio la idea no estuvo mal, en una noche dejaron por el valle su idea en contra de tales artefactos.

No hicieron pintadas en monumentos, ni en paredes públicas o privadas, ni ensuciaron con pinturas muros, atrios de iglesia, o simples paredes de “prao”. Fueron carteles de tela sujetos como buenamente pudieron a los postes que soportan los indicadores de las entradas o salidas de los pueblos; así todo el mundo podría enterarse, en unos días en que debido a las navidades la gente circula.

Poco duró el pastel en la puerta de la escuela. Alguien fue incapaz de hacer algo parecido poniendo carteles a favor de estos generadores, que si le gustan, allá él con sus principios y su desconocimiento; prefirió al modo cafre y energúmeno, con nocturnidad quitar uno a uno los carteles citados.

El texto decía: “molinos no” y un dibujo con 3 aerogeneradores, a nadie insultaron, con nadie se metieron, solo exponían su idea. Los imagino planeándolo, comprando el material, trabajando de noche o de día en el asunto, poniendo ilusión o temor en el acto…

Seguramente, los brutos que deshicieron esta operación, estos principios éticos y estéticos, son más para estar sujetos a una estaca y pacer, que para una conversación filosófica sobre el por qué sí o por qué no de estos proyectos.

Deberían instalárselos delante de sus narices, para que sientan el ruido, vean de cerca la muerte de la flora y fauna, le sequen el acuífero del cual se abastece de agua, le iluminen la noche con fuertes luces parpadeantes que le impidan dormir o ver la claridad del cielo nocturno.

En el pecado tiene la penitencia. La ruindad no da la felicidad; te ahoga más en tu miseria.