Anatomía de las luchas por la comida en Cantabria

ANATOMÍA DE LAS LUCHAS POR LA COMIDA EN CANTABRIA

UNA PERSPECTIVA PARCIAL

Un pequeño recorrido;

En el último año se puede comprobar como los proyectos en torno al abastecimiento de comida han ido tomando más presencia y relevancia. Fruto de esta etapa marcada por la pandemia y las restricciones gubernamentales asociadas, pero también de un recrudecimiento de la precariedad y el malestar social colectivo, el acostumbrado pack militante “manifestaciones, charlas, presentaciones de libros, fiestas” no tiene el mismo protagonismo. Paralelamente, otro tipo de proyectos han nacido en Cantabria que tratan de dar respuesta al asunto de la autonomía alimentaria, a la redistribución de comida y al cubrir los espacios de asistencia y/o solidaridad que llevan copados durante décadas por la iglesia y las instituciones sin ni siquiera paliar el problema que tienen las personas que se ven en dificultades para satisfacer sus necesidades básicas, como es la de alimentarse.

 

La red cántabra de apoyo mutuo  reaccionó con agilidad ante la incertidumbre pandémica a comienzos del confinamiento del año pasado. En este sentido, y a parte de sus otras funciones, comenzaron a organizar cestas de comida de productores locales con un precio concreto para apoyar al sector rural. Un germen que dará lugar posteriormente a la Cooperativa de distribución de cestas de productos de Cantabria“La Renovera”. Iniciativa que continuaría el reparto de cestas rurales desde el verano de 2020 hasta la actualidad.

El centro social Smolny ubicado en la calle Santa Teresa de Jesús en Santander, ya tenía la experiencia de llevar a cabo actividades de apoyo vecinal. Durante el confinamiento repartió comida en colaboración con el BOA -Banco obrero de alimentos-. Actualmente mantiene abierto el espacio. Según podemos conocer de primera mano, se ha convertido en un lugar abierto a echarse una mano y generar relaciones basadas en el apoyo mutuo.

El banco obrero de alimentos actualmente reparte comida a una serie de familias en el Centro Social Matilde Zapata, proyecto nacido recientemente en el que un grupo de jóvenes han levantado un espacio apartidista para, entre otras labores de un centro social, abastecer de comida a un número determinado de personas y/o familias. En palabras suyas, prefieren que unas cuántas familias reciban un apoyo completo y contundente, que dar unicamente un paquete de arroz a un montón de personas. En ese sentido, priman lo cualitativo frente a lo cuantitativo y hacen hincapié en la necesidad de construir barrio siendo parte de, no predicando con panfletos.

Como hemos visto, estos proyectos responden a distintas necesidades; Desde la potenciación de la economía local de cara a apoyar a los productores locales, con el compromiso económico que conlleva, hasta la redistribución de alimentos sin un intercambio monetario de por medio.

Autónomas  también en la comida: Otro recorrido por iniciativas que ya existían.

Cuando hablamos de comida no podemos dejar de lado las iniciativas agroecológicas, los grupos de consumo autogestionados, la auto-organización de reciclaje de alimentos en el ámbito urbano etc

Las iniciativas agroecológicas en Cantabria son incalculables, porque además van de lo más pequeño e individual a lo colectivo y comunitario y no tiene sentido hacer un listado de las mismas. Afortunadamente seguro que no conocemos todas. Ni falta que hace.

No obstante, parece reseñable y es importante visibilizar el extinto grupo “Asalto de Mata”, un proyecto cooperativo de iniciativas agroecológicas y de consumo responsable iniciado allá por 2008 cuyos integrantes lo definían como una iniciativa de ecología anticapitalista, llevando a cabo una huerta colectiva. Asalto de Mata nace de la unión de las huertas de Llanos de Penagos y Ecopan. De asalto de Mata salieron muchas, muchísimas ideas, una de ellas el Grupo des-consumo Acopio ecológico anticapitalista, más conocido como “Acopio”. Acopio fue desde un primer momento una entidad separada de Asalto de Mata.

Entre los grupos de consumo en Cantabria, además de Acopio, se encuentran otros como Atrope. Es un grupo de consumo con núcleo base en El local de CNT Santander. No son los únicos grupos de consumo existentes. Recomendamos la página Agroecología en Cantabria para echar un vistazo al listado de proyectos. Pero por veteranía habría que mencionar el grupo de consumo Cuines. Además, el grupo de consumo de Cabezón de la Sal es otro ejemplo reseñable, no solo por su funcionamiento autogestionario, sino por haber organizado varios años las jornadas Agroecológicas. Todas ellas Iniciativas que trabajan la responsabilidad del origen, procedencia y condiciones en las que se producen los alimentos escogidos para comer. Métodos colectivos en los que auto-organizarse en torno a la comida y reducir el daño producido por la agroindustria y el mercado global.

Por otro lado y en general, huertas colectivas se hacen y deshacen en función de los ritmos marcados por la amistad o la afinidad. De un pasado más reciente cuyos proyectos permanecen en la actualidad podemos hablar de las huertas del centro social okupado La Lechuza, o del trabajo  de la Asociación de  trabajadoras/es parados y en precario de Santander . Sobre huertas comunitarias presentes, las personas que actualmente habitan el espacio de la Casa El Toju en Ruente son un buen ejemplo.

Huerta de "El Toju" Junio 2020

 

En el ámbito más urbano de Santander una pequeña iniciativa llamada la “red de apoyo de alimentos“ tuvo una constancia de unos 3 años de actividad. Pero el nombre fué más ambicioso que el calado real de dicha actividad, reducida a un grupo de pocas personas conocidas con una quedada semanal para reciclar comida desperdiciada por los supermercados y plantarla en medio de una plaza. Una iniciativa que como todo proyecto autogestionado tiene sus picos más fuertes de actividad, pero que requiere de relevos para que no acabe extinguiéndose. En todo caso, una de tantas experiencias que dejan un aprendizaje para nuevos proyectos futuros. La red de alimentos recuperados no fue tanto una red como una práctica cotidiana que intentaba romper con el asistencialismo, visibilizar las grandes cantidades de comida que se tiran cotidianamente en los contenedores de las ciudades e invitar a las personas a que cojan lo que es suyo sin vergüenza y practiquen el apoyo mutuo a pie de calle sin dinero de por medio.

 

Campañas de apoyo al comercio local; Debates informales entre compañeros

Las campañas en defensa del comercio local se han llevado a cabo de siempre por colectivos e individualidades que ponen en cuestión el consumo globalizado de mercancías y el abuso de las grandes superficies que acaban con la economía local de las vecinas que tienen pequeños negocios en sus barrios y pueblos.

Campaña de sensibilización hacia el comercio local

 

El año pasado en la ciudad de Santander, la extrema derecha se unió al carro del campañismo. Desde distintos grupos e individuos antifascistas se intentó ir tienda por tienda explicando a las personas de los comercios que habían aceptado sus carteles, quienes estaban detrás de dicha propaganda. La experiencia nos dice que el mensaje es tan positivo y complaciente con los dueños de los comercios, que obviamente aceptan. ¿Quién va a estar en contra del comercio local? Está claro que los propios comerciantes no. La otra verdad es que el calado político de los grupos fascistas en este sentido es mínimo, ya que la mayoría de las personas que son informadas quitan sus carteles.  Otra gran parte les deja, no por convicción, sino porque el mensaje “apoya el comercio local” les gusta. Practicamente nadie se fija en las connotaciones del grupo que firma el cartel. Una cuestión interesante a recalcar pues, de la misma manera, nada puede hacernos pensar que las campañas de grupos antifascistas, por un consumo responsable y/o anticapitalistas, tengan ninguna diferencia en su capacidad de incidir.  El calado de unos carteles como herramienta política es insuficiente, superficial y distante, sino va acompañada de otro tipo de prácticas complementarias. Cierto es que, como muchas otras herramientas, supone posibilidades de encuentro y conversación, que no es poco. La campaña "cuida de tus vecin@s" fue una herramienta necesaria

Otros debates informales en torno a las campañas pro comercio local se plantean de otra manera. Por ejemplo. Algunas posturas desmitifican el apoyo al comercio local sin necesidad de entrar en aspiraciones maximalistas e ideológicas que tengan que ver con la crítica al dinero, la crítica radical a la economía y a los pequeños empresarios.

¿Qué tiene un supermercado que no tenga un comercio local? Posee personas currando bajo unas condiciones laborales similares. Estas personas comparten horas de sus días en su jornada laboral. Son proletarias vendiendo su fuerza de trabajo a cambio de un salario para poder comer. Muchas de ellas pueden ser tan vecinas como las personas que curran en comercios locales. Muchas de ellas incluso están en posiciones de explotadas, a diferencia de quienes llevan algunos comercios locales. Además, tienen la posibilidad de apoyarse en el curro, de generar practicas de solidaridad entre trabajadoras e incluso, llegado el caso, de llevar a cabo herramientas de lucha para exigir la mejora de sus condiciones laborales. Cuestión más dificil en comercios locales donde muchas veces el negocio es familiar, e incluso muchas personas pueden tener actitudes reaccionarias. Otra cuestión obvia es que los precios de los productos de las grandes superficies suelen ser más baratos. La cuestión de clase es decisiva en este asunto donde la supervivencia va por encima de los discursos anti-globalización. Cualquier persona, por politizada que esté, podrá comprobar esta contradicción en su vida cotidiana. Que la práctica genere discusión y debate es, cuanto menos, alentador.

 

Asistencialismo; ¿La excusa para no actuar, una cuestión inevitable dentro de la práctica comunitaria, o qué?

Nosotros no queremos jugar con la miseria de la gente, no hacemos cálculos estratégicos sobre cuánta pobreza hace falta para que se produzca una revuelta. No creemos en el Cuanto peor, mejor, y es por eso que hacemos lo que hacemos. Apostamos y apostaremos por la solidaridad, pero no por ello queremos dejar de señalar a los responsables de toda esta miseria estructural, que no ha comenzado con el coronavirus ni tampoco acabará con él.Xarxa d´aliments de Vallcarca (Barcelona)

La diversidad de formas de entender lo que hemos llamado “las luchas por la comida” y las diferencias de los proyectos nombrados muchas veces se definen en torno al concepto del asistencialismo; Quienes se centran más en empezar desde cero en proyectos más favorables a ser protagonizados por personas ya politizadas con una manera determinada de entender las cosas, quienes se centran en potenciar la economía de quienes se ven afectadas por las situaciones de crisis en sus pequeños trabajos, quienes buscan suprimir intermediarios en la adquisición de los alimentos que consumen, quienes intentan mitigar el daño de la precariedad y la violencia sistémica contra las personas más vulnerabilizadas, así como quienes no quieren entrar en ninguna de estas prácticas porque piensan que no hay que apuntalar la crisis ni sostener el sistema apagando fuegos.

En todo caso, es dificil identificar el asistencialismo como un problema sino existe una sensibilidad libertaría detrás. De otra manera, no tiene por qué haber contradicción en que exista una sociedad con asistentes profesionalizados y personas asistidas. Dentro de dicha sensibilidad, la diferencia está en llevar a cabo proyectos comunitarios y toparse en la práctica con dinámicas asistencialistas de las que hacer autocrítica para reducirlas en la medida de lo posible, o en renunciar de antemano a la posibilidad de equivocarse en el intento. Este sin duda también es un debate abierto sobre el que muchas iniciativas y/o compañerxs, marcan sus diferencias.

En la práctica no resulta tan fácil  establecer la línea entre asistir y apoyar a alguien  cuando se generan estructuras autogestionadas. Sobre la práctica, infinidad de situaciones y circunstancias hacen que algunas personas puedan llevar a cabo un tipo de tareas y a otras les sea más dificil. Personas aparentemente asistidas pueden estar llevando a cabo otras labores necesarias menos visibles. Personas que sólo se impliquen cuando el problema les afecta a ellos y luego desaparezcan puede haber muchas. Pero en todo caso esa realidad sólo se puede conocer cuando nos arriesgamos a llevar a cabo proyectos que superen la inmediatez y el entusiasmo del inicio y puedan tener una madurez y una constancia que permita conocernos en el tiempo y comprobar quien se queda y quien se va. En una sociedad tan atomizada y con una ingeniería social tan proclive al aislamiento, a veces la comida o cualquier otro tipo de satisfacción de una necesidad vital puede ser un medio para conocerse. Sin estos motivos materiales, es dificil entablar vidas colectivas y saber del otrx. Sin embargo, también es cierto que es necesario reformular en cada momento a quienes estamos beneficiando con nuestras prácticas y hacia donde queremos apuntar con la dedicación de nuestro tiempo y nuestra energía.

 

Mucho más que satisfacer una necesidad vital; De la capacidad de encuentro a las luchas sociales

 

La diversidad de tácticas es inevitable. También en eso que hemos llamado “las luchas por la comida” La capacidad de asumir que no todxs queremos centrar las energías en las mismas cosas, define también la posibilidad de complementar los proyectos que existen, así como de no confluir cuando sea imposible sin choques ni dramas de por medio. Los proyectos más centrados en la agroecología, seguramente no puedan atender la organización de comedores comunitarios.Nuestro tiempo y nuestra energía son limitados.

La diversidad también se encuentra en las formas de conseguir la comida para compartirla. De ahí, los huertos, los hurtos, los recicles, las compras etc ¿Por qué renunciar a ninguna? Algunos ejemplos muy latentes en otras partes del mundo, llevados a cabo al margen de las instituciones pueden inspirarnos para no conformarnos. No hay pro qué acostumbrare  con no morirnos de hambre en la soledad de nuestros ámbitos privados y domésticos, sino que es importante iniciar proyectos que a la vez que satisfagan la necesidad básica de comer, rompan con el aislamiento, tomen la calle, y nos recuerden que la palabra "compañero” viene de "compartir el pan”.

En el territorio gobernado por el estado de Chile podemos encontrar un ejemplo de autonomía y apoyo mutuo en torno a la comida durante la revuelta social iniciada antes de la pandemia global. Las ollas comunes, iniciativas comunitarias para enfrentar el hambre y la miseria producida por el modelo capitalista. El acto básico y cotidiano de cocinar y de alimentar a otra persona se transforma en un símbolo político de cuidado mutuo como resistencia.

En el contexto brasileño postcovid los movimientos rurales tienen una gran importancia para producir alimentos saludables para la población, y para liderar en temas de medio ambiente, energía y soberanía alimentaria. Hay análisis que apuntan a una “pandemia” de falta de alimentos para la población. Muchas favelas ya tienen personas que pasan hambre. En respuesta, hay muchas campañas de solidaridad y de distribución de cajas de comida a los vecinos de las favelas y almuerzos para llevar para las personas que viven en la calle.

Los contextos sociales de estos ejemplos, así como sus procesos históricos, son muy distintos al nuestro, pero ya no podemos decir que dichas condiciones materiales no tengan en común las dificultades para comer todos los días por parte de cada vez más personas. Esta situación condiciona las iniciativas de los movimientos sociales, pero tambien, depende de las ganas de atreverse a probar cosas nuevas y asumir el riesgo de equivocarse, el arrebatarle espacio al capital.

Este artículo no pretende abarcar toda la anatomía de aquello que hemos llamado "las luchas por la comida en Cantabria"