«Amor a les companyes, odi als bancs». Palabras solidarias del banc expropiat de Gràcia

Desahucios, estafas hipotecarias, inversiones en la industria armamentística, corporaciones que destrozan el territorio, financiación de guerras, manipulación de los medios de información, multinacionales que explotan trabajadoras, fondos de inversión que dictan las políticas económicas, especulación y corrupción, violencia inmobiliaria y un largo etcétera.

Son muchos los motivos que nos pueden llevar a identificar los bancos como un enemigo, por lo que hacen y por lo que representan: la relación directa entre dinero y poder. Su razón de ser es el lucro y la usura a costa de nuestro sufrimiento, nuestra angustia y nuestro agotamiento. Su robo se produce de forma generalizada, día a día. El expolio constante al que nos quieren someter es lo que hace que la brecha entre ricos y pobres cada vez sea mayor.

Los bancos se venden como guardianes del dinero y pretenden que aspiremos a las falsas comodidades, seguridad y oportunidades que nos brindan. Para ello, nos ofrecen créditos, hipotecas, invertir en acciones y preferentes a cambio de nuestra esclavitud y sumisión. Salarios, facturas, transferencias, impuestos, herencias. Todo pasa por sus manos, y así intentan tener el control de nuestras vidas.

Y si pudiéramos subvertir esta situación? Poner fin a los bancos, el dinero y las relaciones sociales que generan? Y si atacásemos el problema de raíz? Podríamos empezar recuperando una parte de lo que nos están robando? Si tuviéramos un armario lleno de ropa invisible, no expropiariamos un banco?

La conciencia y la memoria colectiva nos recuerdan como durante mucho tiempo la expropiación de bancos ha sido una práctica realizada y apoyada por mucha gente, era considerada una forma de rebelión de las oprimidas mediante la acción directa. Un intento de equilibrar la balanza.

Dicen que en este mundo el dinero es el que manda, pero recordemos que sólo mandarán si nosotros obedecemos. Los bancos pueden parecer monstruos gigantes y poderosos contra los que poco se puede hacer, pero la experiencia nos muestra que la fuerza de la solidaridad y la lucha a pie de calle son nuestras mejores armas.

Nosotros ocupamos un espacio casi seis años atrás en un intento de arrancarlo de las manos de Catalunya Caixa para darle un uso colectivo. Por eso lo llamamos Banco Expropiado, porque queríamos señalar a los bancos como responsables y a la vez imaginar un mundo donde el dinero no condicione nuestras vidas; porque creemos que un proyecto de carácter constructivo también debe contribuir a la destrucción de todo lo que nos impide ser libres.

Entre el 2013 y 2014 se llevaron a cabo varias campañas contra Catalunya Caixa que consiguieron parar hasta tres veces las amenazas de desalojo del Banco Expropiado. Paralelamente, en muchos pueblos, barrios y ciudades de la península también se ocuparon una gran cantidad de sucursales bancarias abandonadas por convertirlos en centros sociales y espacios liberados, algunos de los cuales aún resisten.

Es lógico que el Estado defienda este símbolo del capitalismo con todos los mecanismos que tiene a su alcance: policías que nos asaltan, secuestran y espían para efectuar detenciones y obtener información; investigadores que recogen y analizan supuestas pruebas para incriminar seleccionados; jueces que quieren imponer un castigo ejemplar; fiscales que intentan ampliar las condenas; medios de manipulación que presentan los bancos como víctimas de los ataques y expropiaciones y a la hora esconden sus asesinados; leyes que los protegen y reprimen a quien les hace frente; instituciones y carceleros que nos aprisionan; gobiernos que utilizan sus recursos económicos para salvar a los bancos de la crisis y la quiebra a la que están abocados.

Todo ello, sin embargo, no debe asustarnos, frustrar, hacernos retroceder ni hacernos creer que no podemos hacer nada. Al contrario, esto significa que estamos poniendo el dedo allí donde duele. Vemos que la lucha es la manera que tenemos de liberarnos de la miseria que nos imponen los bancos y los mecanismos capitalistas del Estado y que su represión nos lleva a la solidaridad, que es lo que realmente nos hace fuertes.

El juicio a las compañeras acusadas de expropiar un banco en Alemania ha supuesto más de un año de prisión preventiva para las 2 compañeras detenidas en Barcelona durante la primavera de 2016. El 7 de junio de 2017 el juez dictó la sentencia: absolución para uno de ellos y condena de 7 años y medio de cárcel por el otro. Por un lado, celebramos la absolución y la liberación del compañero al que el Estado Alemán ha tenido encarcelado a la espera de juicio. Por el otro, la condena de nuestra compañera nos llena los ojos de lágrimas, en una mezcla de tristeza y rabia. Pero no queremos caer en el pesimismo y la desidia, estas lágrimas son las que nos dan la fuerza para continuar deseando mil bancos expropiados.

Solidaridad con las que luchan. Abajo los bancos, las cárceles y el sistema que les necesita!