Un lugar para sentirnos a salvo: casas de cuidados para las crisis en salud mental

Un lugar para sentirnos a salvo: casas de cuidados para las crisis en salud mental

 

En la atención a la salud mental y el sufrimiento psíquico, ¿existe la posibilidad de poder pasar nuestras crisis en casas de cuidados, lejos de unidades de psiquiatría y hospitales que mantienen el modelo manicomial y sus violencias?

 

 

 

 

 

 

Ilustradora: Carol Caicedo Esquivias

 

La idea de “casa” se alza en nuestro imaginario como un espacio seguro donde estar a salvo, en el que descansar. De peques decir “casa” jugando al pillapilla significaba precisamente eso: ponernos a salvo de ser atrapadas. Con esta idea podemos asociar recuperar la calma o el bienestar perdido, curar heridas, reconectar con nuestras necesidades, reconstruir el vínculo vital y los lazos afectivos… En la atención a la salud mental y el sufrimiento psíquico, ¿existe la posibilidad de poder pasar nuestras crisis en casas de cuidados, lejos de unidades de psiquiatría y hospitales que mantienen el modelo manicomial y sus violencias?

La respuesta es afirmativa y con buenos resultados. Aunque en nuestro territorio estos proyectos suenan aún novedosos y vanguardistas (o se tildan de irreales o utópicos), en otros países hace años que hay casas de cuidados para personas en crisis. Muchas las impulsan compañeras con experiencia de psiquiatrización en primera persona, sin tener necesariamente lo que entendemos por profesionales de salud mental (psiquiatras, psicólogas, enfermeras…) en el equipo. En ellas la voluntariedad es clave y la elección del tratamiento puede o no incluir psicofármacos.

En Estados Unidos, por ejemplo, hay diversas peer respite houses, hogares de respiro y descanso llevados por iguales, “pares” o personas expertas por experiencia vivencial (antes que por formación académica o práctica profesional). Es el caso de Afiya, la Serenoa House o de Alyssum.

En Europa, dos ejemplos con décadas de historia son la Weglafhaus (Berlín) y la Casa de Crisis para Mujeres de Drayton Park (Londres). La primera se define a sí misma como proyecto antipsiquiátrico, funciona ininterrumpidamente desde 1996 y en su décimo quinto aniversario más de 700 personas habían pasado por la casa, tanto en momentos de crisis como para ser apoyadas en sus procesos de retirada o discontinuación de psicofármacos. La segunda es un recurso integrado dentro del NHS, el sistema público de salud inglés, que funciona desde 1995 y que, además de ser una alternativa respetuosa frente a la hospitalización psiquiátrica, tiene una marcada perspectiva feminista. Su equipo lo componen únicamente mujeres y atienden también solo a mujeres, trabajando desde un enfoque con conciencia del trauma y entendiendo que gran parte de nuestro sufrimiento psíquico está a menudo relacionado con violencias patriarcales, por lo que muchas mujeres necesitan un espacio no mixto para poder recuperarse de sus crisis.

Shirley McNicholas, ligada al proyecto de Drayton Park desde hace más de 20 años, estuvo en la primavera de 2018 en Madrid para hablar de los logros de este modelo. “Yo trabajaba en un hospital público, en la planta de salud mental. Veía cómo ataban a las pacientes y las medicaban sin preguntarles qué les ocurría realmente. Estaba muy involucrada en el movimiento feminista y veía que las mujeres de mi alrededor habían sufrido violaciones, abuso sexual, violencia física y psicológica por parte de sus parejas… Nos reunimos durante un año y recibimos una subvención del Gobierno para poner esto en marcha. Diseñamos un sistema diferente para acompañar a mujeres a quienes el simple hecho de que el profesional del hospital fuese un hombre ya las aterraba por todo el maltrato que habían sufrido por parte de hombres a lo largo de su vida”, explicaba McNicholas en un artículo firmado por Noemí López Trujillo.

Y en nuestro territorio estatal, ¿tenemos casas cuidados con esta filosofía respetuosa y alejada de toda coerción? Deberían estar caracterizadas por su voluntariedad y puertas abiertas; por la escucha, los pactos, el diálogo; por la elección de ritmos, de horarios, de alimentación; por el fomento real de la autonomía, la autogestión de la salud, la construcción de herramientas tanto individuales como colectivas y por el desarrollo de prácticas y estrategias de cuidado y autocuidado personalizadas. Y todo esto en un lugar que se viva como espacio seguro, acogedor y amable, en un entorno no medicalizado, no clínico.

La Casa Polar es un ejemplo en construcción que nombra todas esas características como rasgos propios. Proyectada en territorio catalán, lleva cocinándose a fuego lento varios años. Verónica González Moreno, su principal impulsora, marca sus propios ingresos entre 2010 y 2013 como las primeras ocasiones en que supo que, si no existía una alternativa a las plantas de psiquiatría que había conocido, tendrían que inventarla. “En 2015, vivir la experiencia como acompañante de un ser querido y no en primera persona me vuelve a generar un dolor muy profundo y la idea deja de ser una idea para convertirse en una determinación”, recuerda. La Casa Polar, aún sin espacio físico pero más cerca de conseguirlo, está ya constituida como asociación y tiene un equipo promotor de siete personas. Se reúnen online al menos dos veces por semana y dedican muchas de sus energías a detallar el plan económico y financiero y a ultimar la campaña de financiación, comunicación y difusión del proyecto. En paralelo tejen redes más amplias con la ayuda de asesoramientos externos y de personas y colectivos con los que comparten inquietudes e intercambian información, contactos…Navegamos entre el equilibrio de dar vida al grupo, delegar tareas, crear intimidad y vínculos entre nosotras, y ampliar las fronteras en nuestros encuentros”, cuenta González Moreno.

Es esperanzadora la capacidad que tienen unos proyectos de ser ejemplo para otros, apoyarse en el proceso, ser altavoz recíproco, crecer juntos y compartir herramientas y aprendizajes. “Nos inspiramos y somos inspiración. Desde el principio, siempre que hemos sabido de alguien con una idea similar, con un proyecto en marcha o con ganas de empezar, hemos valorado y promovido el contacto, la comunicación y las ganas de compartir momentos, información y dudas. Es nuestro deseo que la posibilidad de vivir una crisis de la forma que planteamos exista lo antes posible. Que sea en La Casa Polar o en otro proyecto de los que se están gestando no es lo más importante, desde luego. Además, creemos que quien empiece hará de disparador para el resto y eso tiene que ser bueno sí o sí”, explican desde La Casa Polar.

Mientras, en Madrid se trabaja en La Casa Abierta, proyecto de casa de cuidados para mujeres en crisis inspirado en el modelo de Drayton Park. En otoño de 2018 empezaron a reunirse mensualmente en un colectivo abierto a que se sumen más mujeres interesadas en hacer realidad este espacio. “La Casa Abierta que queremos hacer realidad es una casa para acompañar a mujeres en crisis por sufrimiento psíquico, alternativa al ingreso hospitalario. De puertas abiertas, voluntaria, con acompañamiento 24 horas”, explican en su web. Tanto en el nombre como en la descripción del proyecto nos remiten a la idea de hogar y de espacio seguro. La Casa Abierta existiría, cuentan, “para que las mujeres puedan encontrar un espacio seguro donde ser acompañadas durante una crisis, desde una alternativa de cuidados respetuosa, sin coerción, basada en la toma de decisiones compartida, en un ambiente hogareño, que tenga en cuenta la biografía de cada mujer y sus experiencias de trauma, así como los determinantes sociales de su salud, incluyendo aspectos relacionados con el género, en un espacio para mujeres atendido por un equipo de mujeres y orientado a la comunidad.

Otro proyecto madurando en Catalunya es la Casa Soteria que intenta impulsar Daniel Álvarez Rossell, quien vivió también malas experiencias en el ámbito de la atención a la salud mental. Están perfilando sus características y la fórmula jurídica que adoptarán, así como la viabilidad económica. “La idea es recibir el apoyo de la Administración. Es nuestra primera línea de abordaje, creemos que la Generalitat debe empezar a tomar conciencia de la situación”, cuenta Álvarez.

Las Casas Soteria, de la que esta sería el primer ejemplo en nuestro territorio, son otro modelo replicado en distintos países desde que surgieran las primeras en Estados Unidos en los años 70. Se centran mayoritariamente en el acompañamiento de psicosis, delirios y sintomatologías que son habitualmente etiquetadas dentro del cajón “esquizofrenia”. Comparten una concepción distinta de la psiquiatría tradicional en cuanto a los diagnósticos y a cómo acompañar las crisis. Por ejemplo, “en Soteria las medicaciones son una herramienta más, no la herramienta. No se concibe el trastorno como un desorden bioquímico o genético que pueda corregirse con fármacos. Los fármacos son soportes que se pueden ofrecer para ayudar a gestionar los momentos de crisis. Es una concepción totalmente distinta, que huye de lacras como ‘cronicidad’, ‘medicación de por vida’ o ‘vas a estar siempre enfermo’, devastadoras para quien sufre la crisis. Es otro mundo”, señala Álvarez. Y añade: “Soteria, principalmente, sirve para tratar brotes psicóticos, generalmente primeros o segundos episodios, en un entorno residencial comunitario y con un uso selectivo y discreto de medicación. Lo más importante creo que es la implicación y el compromiso de un equipo competente y dispuesto a trabajar para ayudar de verdad a las personas, esa es mi visión. Me imagino un pequeño jardín donde dos o tres habitantes puedan tomarse una taza de café y charlar, todavía despeinados y sin asear, mientras el sol empieza a levantarse. Esa visión me gusta. Espero que a partir de 2021 se pueda empezar a concretarse el proyecto, comenzar a construir equipo humano de manera seria y tener ya identificadas las ubicaciones potenciales más idóneas”.

¿Pacientes o habitantes?

Quienes hemos vivido ingresos en unidades de psiquiatría a menudo hemos escuchado allí frases como “Esto no es un hotel”, en referencia a no esperar comodidades (a veces, una simple manta) durante nuestro ingreso. Radicalmente alejados de esa idea están estos otros proyectos concebidos como hogar y casa, como espacios seguros donde sentirnos a salvo y poder recuperar nuestro bienestar perdido. Que Daniel Álvarez haya utilizado la palabra habitante en vez de paciente al pensar en la futura Casa Soteria no es casual y marca un posicionamiento. La Casa Polar se presenta también como un hogar para quienes se queden en ella: una alternativa de acompañamiento y cuidados respetuosos para atravesar las crisis que actualmente llevan a tantas personas a ingresos en plantas de psiquiatría donde las violencias y vulneraciones de nuestros derechos más básicos son cotidianas. “Estamos hablando de un acompañamiento con otra perspectiva que rechaza todo lo que tenga que ver con la imposición de tratamientos involuntarios, violentos y en muchas ocasiones más dañinos de lo que la propia crisis podría resultar. Nos imaginamos un espacio vivo y cuidadoso, donde unas personas van a convivir en un momento muy importante de su vida con otras personas que están pasando situaciones vitales similares. Se organizará alrededor de la vida de una casa: los ritmos de descanso, alimentación, organización del hogar, y se adaptará a las personas que estén en ese momento conviviendo, a sus necesidades y ritmos, con el objetivo de atravesar un momento crítico acompañado como cada persona necesite. Mucha presencia y comunicación. Mucha escucha, mucho cuidado”, avanzan desde su equipo.

Termino este texto con la urgencia de que estas alternativas sean ya realidades palpables. 2021 puede ser el año en que (ojalá) alguno de estos proyectos abra sus puertas. Entre los retos presentes: dar a conocer estas alternativas que ya son casos de éxito en numerosas latitudes, ganando credibilidad frente al modelo de asistencia tradicional, opaco y violento, cuyas vulneraciones de derechos humanos a menudo no son conocidas públicamente y que cuenta con la fuerza de la farmaindustria para lavar la cara. También contar con financiación que permita que el coste de la estancia no recaiga sobre las personas que necesiten ser atendidas, lo que impediría el acceso a las más precarias. Y, cómo no, seguir construyendo colectivamente; compartiendo herramientas, aprendizajes y saberes; sumando nuestros poquitos para que estas realidades se materialicen; tejiendo siempre redes en salud mental y más allá. Tengamos una certeza: estamos andando y, sin duda, construyendo al andar.

PROYECTOS MENCIONADOS Y CONTACTO EN CONSTRUCCIÓN EN TERRITORIO ESTATAL:
La Casa Abierta: casaabierta.0@gmail.com
La Casa Polar: lacasapolar@gmail.com
Casa Soteria / Xarxa Soteria Catalunya

EN MARCHA EN OTROS TERRITORIOS:
Afiya (Massachusetts)
Serenoa House (Florida)
Alyssum (Vermont)
Drayton Park Crisis House (Londres)
Weglaufhaus (Berlín)
Anima Home (Atenas)

14/09/2021