La homofobia se manifiesta en Santander

"No había controles de alcoholemia, se podía fumar en cualquier sitio y llamarle maricón a cualquier invertido". Palabras de Sinforiano Bezanilla, miembro fundador de la asociación cultural Alfonso I.

Este 2 de Noviembre vuelve a tener presencia la militancia de carácter fascista en las calles de Santander. Si el pasado Septiembre el pretexto racista fue la prioridad nacional en las ayudas sociales, ahora el pretexto homófobo y transbófobo es la oposición a la ley lgtbi de Cantabria.

Estamos hablando de una concentración convocada en la calle Calvo Sotelo a las 12 30 horas. ADVC (Asociación en defensa de los valores cristianos en la enseñanza) convoca. A su vez, es respaldada por el partido de extrema derecha Vox Cantabria, por la asociación enraizados, por Alternativa Española y por la asociación cultural Alfonso I . Conocidos estos últimos por el movimiento antifascista de Cantabria, que hace poco consiguió la cancelación de una de las charlas programadas en sus jornadas “La Galerna”, tras conseguir con una campaña de boicot al hotel Bahía, que dicho negocio desistiera en albergar el acto. Conocidos también por la contramanifestación que se llevó a cabo con el lema “Cantabria para todas”, sobrepasando en cantidad el número de asistentes respecto a la manifestación que este colectivo racista, homófobo y fascista con tapadera cultural había convocado. Todo el debate democrático que surge en torno a esta ley, tiene un trasfondo real que afecta directamente a la vida de las personas transexuales menores de edad, al derecho a decidir su identidad, así como al trato social hacia su diferencia; ocio, turismo, aseos públicos, centros educativos, sanidad, terreno laboral…

Algunos de los aspectos que más critican estos grupos homófobos y transbófobos, enemigos de la diversidad sexual, y amantes de la heteronormatividad y de los valores católicos, con lo que esto implica para los cuerpos no normativos, y para las orientaciones sexuales no heteros, es la libertad de decidir de un menor transexual a cambiarse de sexo sin el consentimiento de sus padres, la obligatoriedad de que en los centros escolares se eduque en los valores de la no heteronormatividad y que exista material didáctico al respecto, o que una niña que nace en un cuerpo masculino pueda entrar en el baño público del colegio que vaya si así lo quiere.

No es la primera vez que surgen iniciativas de este calado. La más reciente la tenemos con la llegada del autobús naranja de “Hazte oir”, que fue recibido con un contundente rechazo por una concentración en el ayuntamiento de Santander convocada por ALEGA. Este acto logró que el autobús no pudiese difundir su mensaje contra la transexualidad, al menos en lo que corresponde al centro de la ciudad, gracias a una mayoría de jóvenes que se plantó durante horas en la calle. Incluso en las afueras hubo manifestantes en defensa de la libertad lgtbi, que se acercaron hasta una gasolinera donde el vehículo estaba estacionado.

En la actualidad, estos actos fascistas encuentran amplificación y respaldo en el ambiente patriótico que existe tras la cuestión catalana y tras la cuestión del llamado terrorismo islamista, pero también tenemos experiencias colectivas locales de oposición a dichas iniciativas que demuestran ser efectivas cuando se organizan.

La libertad de expresión es el pretexto con el que grupos como la asociación cultural Alfonso I se victimizan cuando el movimiento antifascista logra que su presión cancele los actos que organizan, pero es la negación de la libertad de miles de personas (bolleras, intersexuales, transexuales, homosexuales, transgénero, heteros no normativas, lesbianas, queers, transfeministas…) la que está en juego. Por ello, la necesidad de de que el fascismo organizado no se acostumbre a campar a sus anchas por la calle es una tarea a llevar a cabo