Análisis sobre la utilización de las contenciones mecánicas dentro de las prisiones tanto de Catalunya y Euskadi (con las competencias transferidas) como del resto del Estado

A Javier (nombre ficticio), de 46 años, interno judicial en la Unidad de Hospitalización Psiquiátrica Penitenciaria (UHPP) de la cárcel Brians I, en Barcelona, le ataron a un colchón el 6 de enero de este año a las 13h. Allí le dejaron hasta el día 10 de enero, a las 17:20h. Cuatro días, cuatro horas y 20 minutos seguidos sujeto a una cama con las denominadas contenciones mecánicas, una práctica considerada como tortura por el Comité para la Prevención de la Tortura del Consejo de Europa. Era la sexta vez que le aplicaban contenciones en los dos últimos años. La vez anterior fue tan solo dos semana antes, el 26 de diciembre de 2021, a las 8:55h minutos, y la inmovilización duró 99 horas 35 minutos, hasta el 30 de diciembre a las 12:30h. Entre los días 18 y 22 de diciembre también le mantuvieron inmovilizado, atado a un colchón. En esa ocasión fueron 93 horas y 20 minutos. Hasta el 1 de septiembre le ataron dos veces más, en una ocasión durante más de 22 horas y en la otra por casi 34 horas. 

No es el caso más grave de contenciones mecánicas. A otro preso de 55 años que cumplía condena por un robo con violencia, también interno en la UHPP de Brians I, le ataron durante seis días, ocho horas y 35 minutos. En su caso, le aplicaron contenciones mecánicas en la madrugada del 24 de diciembre de 2021 y no le soltaron hasta las 10 de la mañana del 30 de diciembre. Se pasó buena parte de las fiestas de navidad atado a un colchón sin poder moverse. El que más tiempo ha sufrido las contenciones mecánicas es un hombre, que actualmente tiene 60 años, de origen sudanés, que cumplía condena en Brians 2 por un robo en una vivienda. Lo tuvieron atado desde el 25 de agosto hasta el 3 de septiembre de 2021. 210 horas y 50 minutos. O lo que es lo mismo: ocho días, 18 horas y 50 minutos.

Entre enero de 2021 y septiembre de 2022 las contenciones mecánicas se usaron un total de 1.963 veces en las cárceles españolas. 1.274 de estas fueron en cárceles catalanas, y en estas son también en las que se dieron los casos más largos. Son datos que se desprenden de los casos de uso de contenciones mecánicas incluidos en los registros de contenciones mecánicas entre enero de 2021 y septiembre de 2022, a los que ha tenido acceso El Salto a través de solicitudes de acceso a la información pública realizadas a la Dirección de Servicios del Departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Gobierno vasco —que desde octubre de 2021 tiene las competencias sobre las prisiones en País Vasco—, al Departament d'Interior catalán y a la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias. 

Las contenciones mecánicas son un mecanismo de control que supone la total inmovilización física en una superficie horizontal a través de vetas adherentes y correas de sujeción. Su uso fue prohibido en los centros de menores de todo el Estado con la Ley de infancia aprobada en junio de 2021, tras la muerte de tres jóvenes en los últimos diez años a raíz de su uso. El último de ellos fue Iliass Tahiri, joven de 18 años que murió acostado sobre una cama boca abajo, atado con correas en pies y manos, en julio de 2019. Pero su uso sigue estando permitido en las prisiones de todo el Estado español y en los centros psiquiátricos, a pesar de que desde el Comité para la Prevención de la Tortura del Consejo de Europa llevan años denunciando el uso excesivo de esta práctica y reclamando su abolición.

En las prisiones, su empleo está supuestamente delimitado en el artículo 72 del Reglamento Penitenciario de 1996. Este artículo describe los “medios coercitivos”, en los que incluye el aislamiento, la fuerza física, las defensas de goma, los aerosoles y las esposas, pero no las contenciones mecánicas, como ya alertó la anterior Defensor del Pueblo, Soledad Becerril, quien recomendó al Ministerio de Interior reformar el reglamento para que se incluyeran, una propuesta que hasta ahora no se ha llevado a cabo.

Esos medios coercitivos apuntados en el Reglamento Penitenciario se usan, según marca la Ley Penitenciaria de 1979 con el objetivo de impedir actos de evasión o de violencia de los internos, evitar daños de los internos a sí mismos, a otras personas o cosas o para vencer la resistencia activa o pasiva de los internos a las órdenes del personal penitenciario en el ejercicio de su cargo. Oficialmente, se aplica durante “el tiempo mínimo imprescindible” y “de manera proporcional a lo que requiera la situación específica del interno”. Su uso debe contar con la autorización previa del director del centro penitenciario, salvo en situaciones de urgencia, y debe comunicarse inmediatamente al juzgado de vigilancia penitenciaria, indicando el inicio y cese de la aplicación, los motivos y circunstancias que justifiquen su uso y el informe médico correspondiente, estando la persona presa a la que se le aplican estas contenciones bajo la supervisión del personal sanitario.

En las prisiones vascas, donde se cuentan alrededor de 1.300 presas y presos, desde que el Gobierno vasco adquirió las competencias, en octubre de 2021, hasta el 1 de septiembre de 2022 las contenciones mecánicas se han usado un total de 18 veces. De estas, en once ocasiones fue una inmovilización con esposas por un tiempo máximo de 30 minutos. En las otras siete, según detalla la información proporcionada por la directora de Servicios del Departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales, fue un un tiempo mayor, no especificado, sujetando al interno con correas homologadas a una cama articulada “con inclinación o sistema de cuña que permita al interno/a una posición inclinada”. Teniendo en cuenta la población carcelaria en los centros penitenciarios vascos, por cada cien reclusos se han aplicado 1,4 veces contenciones mecánicas.

En el caso de los centros penitenciarios bajo la competencia de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, según los datos facilitados a través de Transparencia, las contenciones mecánicas en 2021 se usaron en 399 ocasiones, con una duración media de cuatro horas, 28 minutos y ocho segundos. Entre el 1 de enero de 2022 y el 1 de septiembre de 2021, la cifra ascendió a 272 veces. En relación con la población carcelaria, que ronda los 55.000 reclusos y reclusas, las contenciones mecánicas se habrían usado 1,28 veces por cada cien personas internas. Es menos de la mitad que las cifras registradas en 2016, cuando se contaron 1.087 ocasiones en las que se usaron contenciones mecánicas con una duración media de nueve horas y 20 minutos. 

Son datos que difieren de los incluidos en los informes del Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura del Defensor del Pueblo, que en el último informe, referente a 2021, señalaba que en las cárceles dependientes de la Secretaría General de Instituciones penitenciarias se usaron ese año sujeciones mecánicas en 3.600 ocasiones, incluyendo en esta cifra el uso de esposas además del uso de correas de sujeción, según aclaran desde Instituciones Penitenciarias. Señalan que las esposas, de cuyo uso no han facilitado datos, son usadas para conducciones fuera del módulo en casos de peligrosidad, pero también nivel regimental “para impedir altercados, evitar agresiones o ante situaciones de resistencia activa”, pero solo durante un tiempo máximo de 30 minutos. 

Según explican a El Salto fuentes de Instituciones Penitenciarias, en 2018 la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias elaboró una instrucción siguiendo los estándares internacionales y la guía de Recomendaciones y Buenas Prácticas de 2017 del Defensor del Pueblo. “En esa instrucción se dan indicaciones al personal penitenciario para potenciar la realización de maniobras de diálogo o desescalada y para agotar las vías previas antes de aplicar una contención. El objetivo era, y sigue siendo, el de ajustar todo lo posible las sujeciones”, afirma esta fuente. 

Desde Instituciones Penitenciarias han facilitado a El Salto datos más concretos respecto al uso de contenciones mecánicas, en concreto correas, durante los años 2021 y entre enero y septiembre de 2022. De ellos se desprende que el máximo de tiempo por el que se mantuvo a una persona presa atada a una cama fue de 24 horas en 2021 y de 22 horas entre enero y septiembre de 2022, y la duración de la medida más habitual fue de entre una y tres horas. 

En cuanto al uso, sin embargo, en su gran mayoría sigue siendo regimental. En el 63% de los casos fueron ordenadas y aplicadas por funcionarios de prisiones, frente al 37% restante en el que partió de una decisión de psiquiatría. 

El caso de Catalunya

El Departament d'Interior catalán ha sido el organismo que ha facilitado los datos más completos sobre el uso de contenciones mecánicas en sus cárceles, pero estos son también son los datos más alarmantes. 

Según los datos facilitados a través del portal de Transparencia del Govern, en 2021 las contenciones mecánicas se usaron un total de 586 veces. En 2022 los números son aún más altos: 689 veces solo entre el 1 de enero y el 1 de septiembre de ese año. Siguiendo la media mensual, el número de contenciones mecánicas aplicadas en 2022 podría llegar a más de mil, lo que supondría cerca del doble que en el año anterior. En todo el periodo analizado, la tasa de uso de contenciones mecánicas por población de presos y presas en las cárceles catalanas —en torno a 7.700 personas— ascendió al 16,44%, trece veces más que la tasa registrada en las cárceles del resto del Estado. 

Por género, las mujeres presas se llevan la peor parte, si se tiene en cuenta el porcentaje de población reclusa femenino. En 2021, cien de las 586 veces que se usaron contenciones mecánicas fueron a mujeres presas, a pesar de que la población carcelaria femenina en Catalunya no llega al 7% del total. 

Si observamos la edad de la persona presa a la que han aplicado contenciones mecánicas, el grupo de edad que suma más casos es el de personas de 31 a 60 años, que es también el más numeroso en las prisiones catalanas con mucha diferencia. Pero si se atiende al número de contenciones mecánicas aplicadas por grupo de edad con la cifra de población en las cárceles que se corresponde con esas edades, el tema cambia mucho.

El índice de aplicación de contenciones mecánicas a personas presas menores de 20 años fue del 27,4% en 2021 y en 2022 alcanzó el 32%. Es decir, por cada cien presos menores de 20 años ingresados en las prisiones catalanas, se aplicaron 27,4 y 32 contenciones mecánicas en 2021 y en el periodo analizado de 2022 respectivamente. El mismo índice ronda el 4,5% en las personas presas de entre 31 y 60 años.

De los 60 casos de 2021 en los que se aplicaron contenciones mecánicas a personas presas menores de 20 años, 50 fueron a jóvenes de origen marroquí que en su gran mayoría cumplían condena por robo con violencia y habían sido ingresados en unidades especiales, o de aislamiento. Ocho de ellos estuvieron atados durante más de 20 horas. Una de estas personas fue atada en cinco ocasiones, una de ellas duró casi cuatro días y la otra casi tres días seguidos. En 2022, de los 70 casos registrados, 53 son también jóvenes marroquíes que cumplen condena mayormente por robo con violencia y también recluidos en régimen de aislamiento. Son, en los casos citados de ambos años, contenciones mecánicas que en su gran mayoría son por motivos regimentales, no médicos; ordenadas por el jefe de servicio de la prisión.

¿Por qué unos números tan altos? “Hemos podido constatar que en Catalunya se usan ante cualquier episodio de agresividad por parte de las personas presas, ya sea hacia otras personas, ellos mismos o hacia cosas. Cuando una persona está alterada o con crisis ansiosa y está agresiva, la manera que tienen de solucionar la situación es atándola, y luego las contenciones en muchos casos se prolongan pese a que la persona se relaje o incluso se duerma”, afirma Cristina Garés, psicóloga y especialista en criminología y sociología jurídico-penal.

Garés es investigadora en el Observatori del Sistema Penal i els Drets Humans de la Universitat de Barcelona y parte del equipo de Sirecovi, una herramienta de registro y comunicación para la protección de víctimas de violencia institucional en Catalunya. “Ante cualquier episodio violento, como peleas entre ellos o con funcionarios, se emplea constantemente; el motivo que aducen en la mayoría de casos es violencia y daños, por lo que parece que también se emplea ante daños a las instalaciones. Es un abanico de conductas super amplio las que llevan al empleo de las contenciones mecánicas”, continúa Garés, que, durante los años que lleva investigando sobre contenciones mecánicas, ha podido hablar con decenas de personas presas que han sufrido este método de control.

“Hay gente en aislamiento con tendencia a autolesionarse, y lo primero que hacen es atarte”, señala Garés en referencia a algunos de los testimonios en primera persona que ha podido escuchar. “He visto casos como el de una chica que se ha intentado colgar porque estaba pidiendo tabaco desesperadamente y no se lo daban, y después la han atado; después de haberse intentado colgar tendría que haber estado en observación, así que no habría podido intentarlo otra vez, ¿para qué entonces? Es obvio que es un mensaje en plan ‘ante este tipo de conductas ya sabes lo que te va a pasar’, la mayoría de los presos a los que han puesto contenciones con los que he hablado dicen que sabían lo que les iba a pasar”. 

Garés comenta que, siguiendo este uso de las contenciones como forma de castigo, está convencida de que, según acaban las contenciones, estas presas son ingresadas en régimen de aislamiento, si es que no lo estaban ya antes. De hecho, según los datos facilitados, en el 37,7% de las ocasiones en las que se usaron contenciones mecánicas en 2021 fue en régimen de aislamiento, y el porcentaje entre enero y septiembre de 2022 alcanza el 49,3%.

Son contenciones mecánicas de uso regimental en su mayoría, ya que suele concordar con casos en los que la medida ha sido ordenada por el jefe de servicios del centro penitenciario, frente a las contenciones médicas, que solo pueden ser aplicadas por médicos o psiquiatras. 

El uso regimental de las contenciones mecánicas, es decir, con el objetivo de castigar o controlar a un preso, es el mayoritario en las cárceles catalanas en una proporción parecida a la que se deriva de los datos de las cárceles dependientes de Instituciones Penitenciarias, con la salvedad de que las cifras catalanas son trece veces mayores, en relación a la población carcelaria, que las del resto del Estado. 

En 2021, este tipo de contenciones ascendieron a 340, el 5,85% del total. Entre enero y septiembre de 2022, fueron 440, el 63,8% del total. En todo el periodo analizado hubo ocho casos en los que las contenciones duraron más de 20 horas, llegando a un máximo de 26 horas y 245 minutos; en 59 casos duraron entre 10 y 20 horas; en 278 casos entre tres y 10 horas, y en las 435 ocasiones restantes duraron un tiempo menor a las tres horas. Solo en 16 casos en 2021 y en nueve en 2022 duraron media hora o menos.

Son tiempos largos, pero mucho menores a los que se pueden llegar a dar en casos de contenciones médicas, en los que se registran decenas de casos en los que las contenciones se han mantenido durante más de un día, llegando a los nueve días. “A nosotras las presas nos refieren periodos muy altos, y no hemos podido terminar de contrastarlo hasta ahora”, señala Garés en referencia a los datos facilitados a El Salto por Transparencia. “Muchas personas te refieren que han estado atadas mucho tiempo y no les dan la opción de hacer sus necesidades en ningún sitio, se lo hacen encima”, alerta Garés. 

Desde El Salto hemos solicitado a través de Transparencia los únicos documentos en los que se regula el uso de las contenciones mecánicas en las cárceles catalanas, las guías de actuación penitenciarias, conocidas con las siglas GAP, que a día de hoy no son públicas y que el Síndic de Greuges anunció en junio que reclamará ante el Parlament que se hiciesen públicas. En su respuesta, el subdirector General de Centres i Gestió Penitenciària rechazó dar acceso a El Salto a estos documentos argumentando motivos de “seguridad pública de los establecimientos penitenciarios y de las personas que conviven en ellos”.

“La documentación pedida por la interesada son manuales formativos con carácter fundamentalmente práctico para capacitar a los profesionales penitenciarios en la gestión de alteraciones regimentales en los centros penitenciarios”, señala el subdirector General de Centres i Gestió Penitenciària. “Su contenido tiene un alto componente gráfico, con imágenes de los formadores en su función docente. Estas imágenes gráficas se intercalan con texto explicativo de los casos de uso y son suficientemente explícitas como para identificar a las personas que se ocupan de la formación y prácticas de las GAP, con el riesgo correspondiente para su seguridad. El conocimiento público y difusión indiscriminada de las GAP puede tener una afectación clara en la necesaria seguridad pública penitenciaria”, continúa en su denegación de acceso a la información. 

Desde El Salto también nos hemos intentado poner en contacto con los sindicatos de funcionarios de prisiones ACAIP y UGT de Brians 2, sin que hasta el momento hayan respondido a nuestras peticiones de entrevistas.

Contenciones mecánicas en centros psiquiátricos penitenciarios

Quien sí ha accedido a hablar con El Salto es Álvaro Muro Álvarez, coordinador de los Serveis de Psiquiatria Penitenciària de Barcelona. “Lo de Cataluña tiene una explicación bien lógica: el resto del Estado no tiene hospitales dedicados a los enfermos mentales que hay dentro de prisión”, afirma el psiquiatra en cuanto al alto número de contenciones mecánicas con finalidad médica en las cárceles catalanas. “Cataluña tiene un sistema propio, el más avanzado de Europa en psiquiatría penitenciaria, y tiene hospitales de salud mental dentro de las prisiones. En el resto del Estado, cuando hay un enfermo mental grave, este va a Fontcalent o a Sevilla, aunque sean de Galicia, de Canarias o donde sea, por lo que, dentro de las prisiones, lógicamente, hay menos contenciones médicas porque no hay unidades de psiquiatría”, reitera Muro, quien señala que durante una visita a una cárcel de otra comunidad autónoma le dijeron que, cuando tenían a un enfermo con esquizofrenia o mantenían en el módulo de la prisión hasta que llegara el psiquiatra a los 15 días y decidiera si derivarlo o no al hospital psiquiátrico.

“Catalunya tiene unidad de psiquiatría con consulta las 24 horas, por lo tanto, la atención es mucho más similar a la civil. En el resto del Estado no hay contenciones mecánicas porque no hay hospitales psiquiátricos penitenciarios que atiendan a los pacientes y si hay alguno lo sacan fuera o no lo tienen atendido”, afirma Muro tras señalar que el número de contenciones mecánicas practicadas en los hospitales penitenciarios catalanes es mucho menos que en los psiquiátricos civiles. 

“Yo una de las cosas por las que me sorprendí cuando empecé a trabajar en prisiones, de lo cual hace 20 años, ya que antes trabajaba en un hospital civil en el que las contenciones no tenías la obligación de comunicarlas a ningún juzgado ni a nadie, es que allí, por ley, toda contención mecánica debe ser comunicada al juzgado de vigilancia penitenciaria”, señala Muro. “Yo me sorprendí gratamente de ver que en prisiones estaba más garantizado eso que fuera”, añade. 

Los casos de contenciones mecánicas médicas son los que registran una duración mayor, con mucha diferencia. Incluyen los casos antes citados de los internos a los que mantuvieron atados durante varios días. En hasta 96 contenciones mecánicas ordenadas por médicos y psiquiatras, la medida se ha mantenido durante más de 24 horas, en 28 de ellas durante más de dos días. 

También, según se ve en los datos facilitados, hay muchos casos en los que las contenciones mecánicas se aplican en distintas ocasiones a la misma persona. Una mujer que actualmente tiene 26 años ingresada en la UHPP de Brians I fue sometida entre enero de 2021 y septiembre de 2022 hasta 31 veces a contenciones mecánicas. Y son varios los presos y presas a las que han aplicado contenciones diez, 14 o 18 veces, en su mayoría por orden de un psiquiatra, pero también en algunos casos en régimen de aislamiento por orden del jefe de servicios de la prisión.

Son casos que se concentran en la prisión de Brians I, que acumula en general el mayor número de contenciones mecánicas, en donde se encuentra la primera unidad de psiquiatría penitenciaria de Catalunya, abierta en 2003. “¿Por qué es la que tiene más contenciones? Porque es la que tiene los enfermos más graves. Es una unidad con psiquiatra de guardia las 24 horas. Ahí ingresan todos los intentos de suicidio, todos los brotes psicóticos de todas las prisiones de Cataluña, porque lo que se hizo fue montar un hospital como el que tendrían fuera dentro de la prisión, porque de la otra manera no eran bien atendidos los enfermos mentales”, explica Muro. 

Las contenciones mecánicas “son una medida extrema que se debe aplicar lo menos posible”, señala Muro, quien afirma que en las unidades psiquiátricas catalanas hay personal preparado para intentar evitar casos de agitación en los presos internos a través de la contención verbal y solo cuando el resto de medidas fracasan se aplican las contenciones mecánicas con el objetivo de “sedar el cerebro”.

“Es una medida que, cuando hay que aplicarla, hay que aplicarla primero por beneficio del paciente, porque en la contención mecánica lo menos importante son los brazos y las piernas. La agitación está dentro del cerebro. La contención mecánica solo se entiende si va acompañada de sedación, porque con la sedación ese cerebro descansa, y, para aplicar esta sedación al paciente le tienes que sujetar al menos el rato que sea necesario para que esa sedación haga su efecto”, explica el psiquiatra, que señala que hay casos que se salen de la media que suelen estar relacionados, por ejemplo, con trastornos bipolares en los que el interno responde bien los fármacos, “pero en cuanto el fármaco deja de hacer efecto se produce una situación continua y las contenciones se prolongan”. 

“Es verdad que también existe una contención que no debería hacerse, y hablo en general porque tampoco son muchas, que son producto del riesgo y a veces incluso de alguna indicación inadecuada de ingreso”, continúa el psiquiatra. “Si un interno peligroso se pasa de un departamento de alta seguridad a la unidad de psiquiatría, la posibilidad que tiene la unidad de psiquiatría de garantizar la seguridad de que esa persona no agreda o no amenace son mucho menores que en una unidad de régimen cerrado, y a veces esa mala indicación puede hacer que una contención se prolongue hasta que se pueda verificar que esa persona no es un enfermo y lo puedes sacar de la unidad de psiquiatría”. 

¿Abolir las contenciones mecánicas en Catalunya?

En mayo de 2021, Catalunya se convirtió, sobre el papel, en la única comunidad autónoma donde el uso de contenciones mecánicas quedaba casi prohibido, relegado a casos muy extremos en los que no funcionara otra medida. La orden, incluida en la Circular 2/21, con Ester Capella al frente del Departament de Justicia, no se llevó a la práctica, según muestras las cifras de contenciones mecánicas y alertaba en diciembre de ese año el Síndic de Greuges. En marzo de este año, la Conselleria de Justícia, entonces en manos de  Lourdes Ciuró, aprobó una modificación eliminando las limitaciones en el uso de contenciones y su sustitución por celdas acolchadas. 

A principios de diciembre, Gemma Ubasart, consejera de Justicia en Catalunya desde octubre y relacionada con organizaciones de derechos humanos como Iridia en años anteriores, ha anunciado que trabajaría para eliminar las contenciones mecánicas de las prisiones catalanas. ¿Se potenciará el uso de celdas acolchadas para sustituir las contenciones mecánicas?

Muro señala que este tipo de medida de control de los internos ya se utiliza en muchos sitios. “La celda acolchada es un elemento que ayudaría a evitar contenciones si se hace bien. Es decir, en la celda acolchada, la indicación es para mi la preagitación, porque a una persona que está a punto de agitarse la pones en un sitio con menos estímulos y en el que pueda estar con cierta seguridad, y posiblemente te evites la agitación, que es lo que lleva a la contención. Pero para una persona que está ya agitada, una celda acolchada supone que a la persona la dejas ahí un montón de horas, pero su cerebro sigue sin descansar porque sigue de lado a lado dentro de la celda”, explica el psiquiatra. “Para mí la celda acolchada es un complemento muy bueno, pero no quiero decir que pueda evitar todas las contenciones, las puedes disminuir bastante. Por lo tanto, hay que disponer, en mi opinión, de estos elementos: de celda acolchada y para algún caso excepcional, de la posibilidad de contención”, añade.

En el caso de Brians I, Muro asegura que no disponen de este tipo de celdas porque disponen de equipo médico suficiente para evitar la agitación con contención verbal. “Cuando un enfermo vemos que está entrando en un estado de alteración, el personal lo acompaña a otra sala que no está acolchada, pero es una sala tranquila donde se puede hablar con él, o se le acompaña a la habitación y se queda allí con él. Es decir, lo calmamos antes de que se agite sin necesidad de recurrir a la celda acolchada, porque tenemos personal preparado para hacerlo”, afirma.

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* Un proyecto de Civio y El Salto

Este trabajo es fruto de una colaboración en paralelo entre Civio, que ha investigado el uso de contenciones mecánicas en hospitales psiquiátricos (puedes leer su reportaje aquí), y El Salto, que ha abordado el uso de estas sujeciones centros penitenciarios. Para ello, hemos solicitado datos por Transparencia a las administraciones de País Vasco —que tiene las competencias sobre prisiones desde octubre de 2021—, Catalunya y la Secretaria General de Instituciones Penitenciarias.

** El artículo original publicado en «El Salto» contiene infografías con los datos que no hemos sabido reproducir.