Primeras teorías de la legitimidad de la desobediencia


Capítulo 6 de “Breve historia de la Noviolencia”, Jesús Castañar Pérez.
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Tal y como hemos dicho antes, el concepto de desobediencia civil hace referencia a una de las estrategias principales de la acción noviolenta y como tal ha sido adoptado en diferentes momentos históricos por personas que se pueden encuadrar tanto en las corrientes holística, estratégica o pragmática. La historia de este concepto ha estado siempre entrelazada con la propia teoría de la noviolencia como muestra el hecho de que tanto Gandhi como Tolstoi sean referencias históricas de ambas teorías y de que ambos fueran influidos por la lectura de Thoreau (padre del concepto como es sabido), que además ha ido influyendo, como veremos más adelante, directamente en muchos otros autores, y, sobre todo, en activistas de los más diversos contextos. Hay que considerar por lo tanto, a las teorías de la desobediencia civil como un campo dentro de las teorías de la noviolencia, de forma que registra la presencia de una gran diversidad en las reflexiones acerca de la misma debido sin duda a las necesidades históricas de legitimar luchas diversas.
Para hablar del concepto de desobediencia civil hay que empezar remontándose a un texto anterior que influyó tanto en Thoreau, como en autores posteriores, desde Tolstoi a Bart de Ligt pasando por Gandhi. Se trata del famoso "Discurso sobre la servidumbre voluntaria" del francés Etiene de la Boétie (1530- 1563). Este libelo hay que encuadrarlo dentro del contexto de la teoría política del siglo XVI, dominada por la doctrina de Nicolás Maquiavelo, que justificaba como es bien sabido los medios empleados para conseguir el fin pretendido, que era el gobierno de un territorio. Firme opositor del absolutismo, La Botie no aceptaba las teorías de su época sobre la legitimidad del tiranicidio propugnada por otros opositores al despotismo, como Juan de Mariana. El francés pensaba, en cambio, que matar al tirano no acaba con la tiranía en sí misma, pues entendía que sólo podía acabar con esta mediante el retiro o bien del apoyo político o bien del consentimiento a su autoridad. De este modo, ya en el siglo XVI, se planteaba la cuestión de la legitimidad del poder que esbozaba una primera forma de teoría del contrato social. Sería, además, el primer antecedente teórico de las doctrinas de la no-colaboración (esto es, retirar el consentimiento) sobre la que se basa la teoría de la desobediencia civil y buena parte de la teoría de la propia acción noviolenta. La Boetie escribió este texto con dieciséis años, y a pesar de su corta vida, pues murió de peste a los treinta y tres, será recordado además por sus intentos, junto a Michel de L´Hospital, de apaciguar el conflicto entre católicos y protestantes surgido tras la Reforma.
En los autores políticos clásicos posteriores a La Boitie, el poder sería considerado como una esencia susceptible de posesión, y ésta es la idea que subyace detrás de las concepciones clásicas del poder elaboradas por Hobbes, Locke o Montesquieu. Más cercano a La Boitie estaba Bertrand de Jouvenel, crítico de los anteriores, que afirmaba que, aunque el poder cambiara de manos, seguía siendo siempre el mismo, independientemente por tanto de quien lo detentara. Sin duda, esta concepción del poder como una esencia que se puede poseer deriva de la confusión generada por la institucionalización de relaciones de poder, que hace que exista realmente una posesión de poder acaparada por determinadas instituciones políticas, a las que se confunde con el propio poder desde esta perspectiva esencialista. Desde el enfoque del poder como esencia, no cabe desde luego una reflexión acerca de la legitimidad de la desobediencia, pues no se tenía en cuenta la legitimidad del propio poder, sino que se consideraba que la esencia del poder era la (única) fuente de la obediencia. En el siglo XVIII, con la teoría del contrato social de Rousseau se revolucionó la concepción del poder vinculándolo al de soberanía, de forma que, según este autor, el poder sólo podía ser considerado como tal, es decir, legítimo, si expresara la voluntad general de todos los ciudadanos de un Estado.
Rousseau partía de que el hombre, bueno por naturaleza, sólo se somete a la ley que él mismo se dicta, de forma que la voluntad general es concebida más bien como un principio moral, o una guía de comportamiento. Esto, por supuesto, abría la puerta a la posibilidad de considerar la voluntariedad de la obediencia cuyo rechazo es el primer paso para una teoría de la acción política basada en la no-colaboración, como es la teoría de la noviolencia.
 
 

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