EGOLOGÍA. Ecología, individualismo y la búsqueda de la felicidad

El título de esta entrada corresponde al ensayo escrito por Aude Vidal y publicado por la editoral francesa Le monde à l´envers. Desde Briega nos hemos encargado de traducirlo con la idea de ir publicando periódicamente los distintos capítulos de la obra. Empezamos con el prólogo.

Prologo. ¡Menos vínculos y más bienes!

Una de las grandes libertades que se supone que nos ofrece el mundo de hoy en día, es que podemos elegir una parte de nuestras relaciones en vez de tener que sufrirlas. Las relaciones amorosas o amistosas ya no nos son impuestas sino que dependen de nuestros deseos y sus movimientos. De forma muy pragmática, la urbanidad y sus numerosas invitaciones, la capacidad para moverse fácilmente, sin contar con las técnicas de comunicación y las redes virtuales, nos ofrecen la posibilidad de navegar en un exceso de relaciones sociales como en un mercado saturado por la oferta en el que el comprador es el rey. Las redes sociales, hoy en día, desatan los mismos entusiasmos y las mismas inquietudes que la gran ciudad en los inicios de le era industrial. Por un lado, multiplicamos las relaciones que nos agradan y podemos, sin grandes consecuencias, poner fin a las otras. La otra cara de la moneda de esta vida más intensa es que hay más posibilidades, cuando buscamos la facilidad de las relaciones sin responsabilidades, de que nos traten, recíprocamente, de forma irresponsable.

¿Es el balance positivo? Porque al ajustar a los demás según nuestros deseos y su corolario: los demás hacen igual. Es la paradoja que, ya en el siglo XVIII, apuntaba el filósofo Denis Diderot en sus escritos morales. Al satisfacer mis deseos sin preocuparme por los demás, encuentro placer, hallo la felicidad a corto plazo… pero a la vez construyo un mundo social poco propicio a mi felicidad a largo plazo. Deambulando entre relaciones, tomando lo mejor y desechando lo peor, aceptamos igualmente que los otros tracen un itinerario en el que seamos tanto un refugio o tanto un escollo a evitar. La oportunidad de ajustar a los demás a nuestras necesidades genera así las bases de un desarraigo generalizado: no poder contar más con las relaciones que hemos construido juntos sino depender de las ganas que suscitamos –o no suscitamos, o que más suscitamos– El sociólogo Harmut Rosa lo explica sin rodeos. “Sabemos que podemos perder nuestra “competitividad” en la lucha por los vínculos sociales: si no nos mostramos lo suficientemente buenos o interesantes, entretenidos o guapos, nuestros amigos e incluso nuestros familiares dejarán rápidamente de llamarnos. ¡Ay!

“Individualismo: una cuestión pasional”, podría haber escrito Flaubert en su Diccionario de las ideas recibidas. La crítica del individualismo contemporáneo es un tema que genera más consenso que la del liberalismo –siempre “feroz”, en lo que respecta al segundo. Sin embargo, los dos términos están relacionados –lo que justifica que se aborden conjuntamente– y son ambiguos. A menudo reducido, en los discursos mediáticos, a su único aspecto económico, el liberalismo es, en realidad, menos una doctrina que un rasgo esencial de nuestra modernidad. Una liberación de las estructuras tradicionales en las que el poder político era inseparable de la autoridad moral y en el que el control social (y no estatal, como hoy en día) impedía que los individuos eligieran su destino. ¿Cuántos de lo que hoy critican el liberalismo aceptarían que dictasen su lugar de residencia, su ocupación o su cónyuge como en las sociedades en las que el individuo está a merced del grupo, familia, clan o comunidad?

Aunque pocas doctrinas políticas se reclaman del liberalismo, no cabe duda de que es una manera de concebir las relaciones sociales que hemos integrado completamente. El arbitraje entre los diferentes grados de liberalismo e individualismo que juzgamos aceptables genera, sin embargo, sendos debates. Hasta en los círculos eco-alternativos en los que se estigmatiza el individualismo exacerbado de nuestros contemporáneos, es posible ver resurgir actitudes individualistas y maneras de pensar liberales de las que nos cuesta desprendernos. Peor aún, parece a veces que las ideas eco-alternativas sirven intereses muy concretos, el de los individuos en busca de la realización personal o de una clase social deseosa de retirar lo mejor de su posición intermediaria. Esta “egología”, más que pretender luchar contra la deriva de este mundo, contribuye a acentuarla.