6 años desde la acción en São Roque en 2013: bloques negros y liberación animal.

Buenos ejemplos, pero no es un modelo consolidado

En octubre de 2013, hace exactamente 6 años, una protesta contra el uso de animales en pruebas realizadas en un laboratorio del interior del estado de São Paulo se convirtió en una de las acciones directas más emblemáticas de ese año que cambió el escenario político y los movimientos sociales en Brasil. El evento por sí mismo ya llama la atención por su tamaño y eficacia, más aún en el contexto brasileño, poco familiarizado con las acciones radicales de liberación animal con perspectiva anticapitalista. Creemos que es importante volver a revisar estos eventos para aprender de sus limitaciones y desarrollar sus éxitos en términos de diversidad de tácticas, coordinación de diferentes movimientos, radicalidad y contundencia de acción que puedan inspirar a otros grupos y nuevas campañas.

La acción en São Roque

Tras varios días encadenadas a las puertas del Real Instituto de la ciudad de São Roque, denunciando el uso y asesinato de animales con técnicas como la vivisección (cortar animales aún vivos y sin anestesia para su experimentación), las activistas atrajeron la atención de los medios de comunicación y de otras organizaciones hacia la causa. Y en la madrugada del 18 de ese mes la manifestación se convirtió en una acción de rescate de animales que liberó a casi 200 perros beagle y decenas de ratas. Toda la acción fue fotografiada y filmada por las participantes.

Fuera del laboratorio, se cortó la carretera con barricadas a primera hora de la mañana. Las manifestantes quemaron un coche de la policía militar y un coche de la prensa. Algunas personas menos acostumbradas a la dinámica de la resistencia en las protestas callejeras incluso intentaron formar una barrera para proteger los coches de las cadenas de televisión de la destrucción, pero fue inútil. En el interior del laboratorio, se vaciaron jaulas, se destruyeron ordenadores, documentos y material de investigación. Se pintaron símbolos del Frente de Liberación Animal (ALF) en las paredes y los bloques negros tomaron las calles, levantando barricadas para impedir que la policía antidisturbios llegara al laboratorio y detuviera a las manifestantes.

El coche de la emisora de televisión fue atacado y el vehículo de la Policía Militar incendiado en la carretera frente al laboratorio.

Para muchas personas allí presentes, fue como si por fin hubiera llegado el día que toda una generación de movimientos de liberación animal, anticapitalistas y anarquistas había soñado y trabajado para ver. Fue el momento en el que las tácticas radicales se encuentran, convergen permitiendo que movimientos distintos, con tácticas distintas, operen juntos para una acción efectiva. Se consiguió tanto el objetivo inmediato (rescatar a los animales e imponer consecuencias al laboratorio por utilizarlos y torturarlos) como los objetivos a medio y largo plazo (cerrar el laboratorio y educar a la opinión pública sobre el tema). La acción captó la atención del público en general y fue noticia en todo el país, provocando un cambio sin precedentes en la imaginación de la gente sobre lo que es posible hacer en una acción directa por los animales y educando a la gente sobre lo perverso e inútil que son las pruebas con animales y el uso de animales para cualquier propósito. Todo ello debido a una ventana de posibilidades abierta en las calles en junio de 2013 en las grandes revueltas contra la subida de las tarifas del transporte público.

La invasión del Instituto Royal es un ejemplo emblemático, pero que también despierta curiosidad y exige reflexión. Como en las calles tomadas en la lucha contra el aumento en todo el país en junio de ese año, la batalla en São Roque contó con una gran diversidad de personas. Diferentes edades, posiciones políticas, clases sociales y también diferentes tácticas y formas de luchar y organizarse: los activistas que defienden el «bienestar animal» (o que centran su acción solo en perros y gatos) estaban al lado de grupos veganos anticapitalistas. Personalidades de la televisión o manifestantes de clase media que defienden la causa animal protegidos detrás de barricadas hechas por bloques negros anarquistas. Un mosaico de numerosas formas y contextos de lucha aliados con un objetivo común. La articulación de las largas jornadas anteriores fue organizada por un pequeño número de personas y catalizó la lucha que surgió de forma espontánea para cientos de personas que se unieron al movimiento inmediatamente después de un llamamiento abierto a la acción directa. Una estrategia improvisada y repentina se convirtió en el arma principal contra una fuerza policial no preparada e incapaz de prever los movimientos de personas decididas a actuar.

Los animales fueron rescatados, el laboratorio se declaró en quiebra y el impacto en las leyes y en la opinión pública fue mayor que el conseguido con todo el activismo estrictamente legalista u otras protestas simbólicas contra la empresa durante los cinco años anteriores: a principios de 2014, se aprobaron nuevas leyes que regulan y restringen el uso de animales en las pruebas, incluida la prohibición a nivel nacional de este tipo de pruebas para los cosméticos. Lo que nos demuestra que incluso cuando la gente solo quiere una reforma, nuevas leyes o el fin de una institución opresora, es mejor demostrar la fuerza popular para lograr estos cambios con nuestras propias acciones que pedirlo pacíficamente y esperar la buena voluntad de los poderosos. Si nos mostramos inflexibles y dispuestos a actuar, las autoridades se apresurarán a atendernos antes de que podamos conseguir algo por nuestra cuenta. Es en este momento cuando los movimientos deben buscar aún más fuerza para doblegar a las autoridades.

Manifestantes rompiendo la barrera policial y activistas rescatando perros dentro de las instalaciones del Instituto Royal.

La invasión del Instituto Royal sirve de ejemplo del éxito que se obtiene cuando la organización a largo plazo se encuentra con la imprevisibilidad de las acciones inmediatas e innovadoras, capaces de cambiar de táctica para encontrar una brecha en el sistema, antes de que la represión policial sea capaz de tener una reacción a la altura. Cuestionando el discurso tradicional de las luchas sociales legalistas, hemos visto que la diversidad de tácticas y formas de organización, cuando se alían, pueden ser la clave de victorias que hacen posible lo que era incluso impensable.

Aun así, el episodio es un buen ejemplo y no un modelo o receta a seguir metódicamente. Más que tratar de repetir sus tácticas y etapas de acción, es necesario comprender y asimilar las posturas que permitieron el éxito de la acción. Aunque conflictiva y divergente para muchas personas que participaron, la acción demuestra que una diversidad de tácticas y diferentes frentes de lucha pueden ser mucho más eficaces, tanto a corto como a largo plazo. Los diferentes niveles de lucha, como la acción directa y la confrontación con las fuerzas de represión, los medios de comunicación independientes y autónomos, las comisiones legales y las portavocías, ayudan a distribuir la legitimidad de los movimientos y dificultan que el Estado intente aislar y silenciar a las «minorías infiltradas» o a los «grupos radicales» del resto de la lucha. Esta armonía y complicidad entre las diferentes formas de acción resultó muy eficaz para liberar a los animales, causar daños en el laboratorio y no dividir el movimiento entre «legítimo» e «ilegítimo», «legal» o «ilegal», impidiendo que las autoridades encontraran divisiones fáciles entre las participantes que les permitieran aislar y detener a las que realizaban acciones ilegales de invasión, dada la propiedad.

El éxito inmediato y la continuidad del debate sobre el uso de los animales como objetos y su estatus de propiedad en un sistema capitalista consigue ir más allá del reformismo asistencialista (que solo pretende regular el uso de los animales) y desafía el moralismo burgués de los movimientos abolicionistas (que luchan para que ningún animal sea considerado propiedad) que suelen apoyarse en principios pacifistas como valores absolutos.

Bloque negro formando un cordón defensivo para bloquear el avance de la policía en dirección al laboratorio.

Es necesario repensar siempre las tácticas, ser capaz de innovar y ser siempre autocrítico. No hay ningún problema en radicalizar las acciones antiautoritarias y de liberación. El problema no es atacar ferozmente el sistema, sino no seguir atacándolo. Solo la radicalización combinada con el debate sobre una diversidad de tácticas y discursos puede evitar que la legitimidad de las luchas sea determinada por los medios de comunicación, el Estado o los activistas privilegiados (empresarios, presentadores de televisión y políticos) que buscan secuestrar las luchas sociales organizadas por personas anónimas o invisibles como una forma de acumular aún más poder y privilegios.

Para entender un poco más la lucha tras las barricadas y bajo las capuchas, publicamos aquí dos relatos escritos por personas que estuvieron en la invasión del laboratorio. Cuentan cómo fueron esos momentos de lucha y describen su importancia para las acciones futuras. Necesitamos más debates y, sobre todo, más acciones que desafíen las leyes y las “recetas” revolucionarias.

¡Por una lucha de liberación animal y humana total, radical y anticapitalista!

Primer relato

En medio del inestable panorama político que se produjo tras las protestas de junio de 2013, las activistas por los derechos de los animales iniciaron una campaña para cerrar el Instituto Royal, un laboratorio situado en el interior del estado de São Paulo conocido por las prácticas de experimentación y vivisección de animales.

Tras unos días de llamar la atención sobre el tema y sobre este centro en particular, llegó la noche que cambiaría la forma en que los medios de comunicación, el público e incluso los legisladores ven la vivisección. Y su historia se escribiría a través de la acción directa. Esa noche en particular, la gente se reunió frente a la puerta del laboratorio, atraída por las noticias que circulaban en las redes sociales. Cuando llegué a esa zona rural cortada por caminos de tierra y unas pocas casas, la policía estaba vigilando las puertas y podíamos ver a los empleados y a los guardias de seguridad privados paseando por el interior del edificio. Los camiones iban y venían, aparentemente cargando documentos y animales por temor a un robo. Pero esto no fue una acción del Frente de Liberación Animal (ALF). Había gente de todo tipo. Algunos solo se preocupaban por los beagles, otros solo por los perros y gatos en general, otros eran activistas por los derechos de los animales. La gente del bloque negro también estaba allí e incluso llegaron presentadores de televisión que apoyan las causas de los animales, cuando los medios de comunicación empezaron a informar de que estaba a punto de producirse una invasión. Eso que hizo que aparecieran los medios de comunicación burgueses y también más gente en general.

La policía pronto se vio superada en número y claramente incapaz de hacer frente al fenómeno que allí se estaba produciendo. Es importante recordar que São Roque está a una hora de cualquier ciudad importante. En pocas horas éramos muchas las que estábamos paradas en esa carretera sin salida rodeados de arbustos. El camino termina en una puerta con una anchura en la que caben 15 personas alineadas. De repente, ya no parecía una barrera y la policía ya demostraba que no estaba preparada para la situación. Lo que podría significar que podrían reaccionar de forma desproporcionada, pero como no se trataba del batallón de antidisturbios, era más probable que simplemente se retiraran. Especialmente dada la diversidad de la multitud, compuesta por señoras de cincuenta o sesenta años junto con estudiantes y gente encapuchada vestida de negro.

Alrededor de la medianoche los coches del laboratorio ya no podían salir por la puerta y los ladridos de los perros nos recordaron que la gente de fuera no era la única preocupada. Las redes sociales funcionaron potenciando a los cientos de personas que estábamos allí. A las 2 de la madrugada del 18 de octubre, era evidente que iba a haber una invasión. Bastó que alguien tomara la iniciativa y empezara a golpear la cerradura de la puerta con una piedra para que todos vieran que era el momento. El portón ya estaba siendo derribado mientras la gente cortaba las vallas y la multitud presionaba en todas las entradas posibles.

¡Estamos dentro! Un pequeño camino conduce al edificio principal, con más puertas que serían destrozadas y pateadas. La policía solo podía mirar y los medios de comunicación también estaban dentro con sus cámaras encendidas. La mayoría de las personas no iban encapuchadas, como en un rescate abierto. Algunas de nosotras, que temíamos lo que podía ocurrir después, tuvimos cuidado de cubrirnos la cara.

Uno a uno, los casi 200 beagles fueron llevados en brazos por la colina hasta donde, hace unos minutos, había una puerta donde otros activistas esperaban con sus coches. Prácticamente todos llegaron en coche porque no había otro medio de transporte al lugar a esa hora de la noche. Los que liberaron a los perros de sus jaulas no sabían a dónde los llevaban. Lo que importaba era que se liberaban de la explotación. Esto fue útil cuando los activistas que estaban dentro bajo el foco de las cámaras empezaron a ser identificados y a enfrentarse a cargos por robar «propiedad privada». Como hemos argumentado, las llamadas «propiedades» nunca fueron tomadas como posesión de las personas que las sacaron.

Se formó un grupo de abogadas voluntarias para defender a las identificadas y una red clandestina de veterinarias se propuso retirar los chips que podían identificar a los animales adoptados. Curiosamente, un diputado que trabaja en el ámbito del bienestar animal también estuvo presente durante el rescate, atraído por la presencia de los medios de comunicación y la multitud de activistas. Adoptó dos beagles que se instalaron en su casa y unos días después los medios de comunicación estaban allí para filmar a los perros y contar su historia. A su favor, la ley brasileña dice que un diputado no puede ser acusado de este tipo de delito mientras ejerce su mandato. Las personas menos privilegiadas podríamos simplemente tener la compañía de algunos beagles que han sufrido abusos, con signos de mutilación y traumas psicológicos que a veces son difíciles de notar.

La invasión fue realmente una escena caótica, sin planificación previa, sin dirección y probablemente no sea un modelo a repetir. Su espontaneidad fue la magia que lo hizo posible. Su diversidad fue un factor que hizo posible el número de participantes e imposible la represión. La compasión de todos los presentes fue la fuerza que extendió su significado más allá de los individuos salvados.

Unas semanas después, tras una amplia y persistente cobertura mediática del tema, se empezaron a proponer leyes en la ciudad, el estado y el país. El gobierno de la ciudad hizo cerrar el laboratorio y los manifestantes mantuvieron la presión hasta que el Instituto Royal anunció su cierre definitivo el 6 de noviembre. Aun así, se negaron a liberar a los animales que seguían allí desde el primer rescate. Entonces, una nueva y legítima acción del ALF, llevada a cabo el 13 de noviembre por una pequeña célula, rescató a las 300 ratas que aún quedaban allí y no hubo animales que presenciaran los últimos momentos del Instituto Royal.

Vídeo de la segunda invasión del Instituto Royal para rescatar a las ratas que seguían presas.

«En vista de las elevadas e irreparables pérdidas y daños sufridos como consecuencia del asalto que tuvo lugar el pasado día 18 -con la pérdida de casi todos los animales y de aproximadamente una década de investigación-, así como de la persistente inestabilidad y crisis de seguridad que ponen en riesgo permanente la integridad física y moral de sus colaboradores, los asociados concluyeron que la capacidad del Real Instituto para seguir realizando investigaciones y ensayos científicos con animales está irremediablemente comprometida. Por este motivo, el Instituto ha decidido cerrar sus actividades en São Roque».

-Declaración del Real Instituto el 06/11/2013 sobre su cierre.

Segundo relato

El segundo día de la manifestación, fuimos desde São Paulo hasta São Roque tres personas. Las activistas que retiraron a los perros se quedaron allí toda la noche y al día siguiente retiraban los roedores que quedaban. Llegué a São Paulo por la mañana y llegamos al instituto a primera hora de la tarde, la carretera Raposo Tavares ya estaba bloqueada por la Policía Militar desde mucho antes. Cuando llegamos había mucho tumulto y una división muy clara: por un lado, activistas pacifistas por los perros con pancartas y lemas cristianos, negándose a cubrirse la cara y manteniéndose al margen del conflicto con los antidisturbios. Por otro lado, personas encapuchadas corrían contra la línea policial. La policía parecía evitar el conflicto y centrarse en la puerta del instituto, que ya estaba fuertemente protegida por la policía militar para evitar una segunda entrada de los militantes. Un coche fue incendiado y poco después otro coche de una cadena de televisión también se incendió. La policía intervino fuertemente después para tratar de dispersar la manifestación y me uní a un grupo que se había formado para tratar de entrar en el instituto a través de los bosques circundantes. Saltamos una valla e intentamos dar la vuelta para entrar por la parte de atrás, donde no había policía, pero había helicópteros sobrevolando el lugar y nos encontramos en una casa abandonada. Desde allí llegamos cerca de los límites del instituto para encontrarnos con un guardia de seguridad privado, que iba sin identificación y llevaba armas de fuego.

La Policía Militar percibió el intento de entrar por detrás y comenzó a perseguir a algunos manifestantes hacia el bosque. El grupo inicial se había dividido en varios por no ponerse de acuerdo en la forma de entrar en el instituto. También hubo activistas que se negaron a cubrirse la cara por insistir en que el rescate de animales no era un delito. Y esa fue la sensación que persistió de principio a fin.

Teniendo en cuenta que los organizadores de la manifestación inicial son pacifistas y cristianos, hubo mucha desorganización debido a esta división ideológica. Los pacifistas pusieron en gran riesgo la identidad y la seguridad de quienes estaban dispuestos a entrar en el instituto y enfrentarse a la policía.

Finalmente, acorraladas, salimos del bosque lejos del instituto y fuimos rodeadas por gas lacrimógeno. La manifestación se dispersó a última hora de la tarde y solo nos quedó el plan de volver en otra ocasión.

Había gente de varias partes del país. Todos los carteles, vallas, coches y estructuras del perímetro del instituto fueron destruidos. En comparación con junio de 2013, había mucha más organización, voluntad de asumir riesgos y unidad. Todas las presentes en las acciones radicales sabían claramente cuál era el objetivo y que dicho objetivo era extremadamente legítimo. Motivadas de forma casi emocional, la gente vio claramente que esto era solo el principio y que la policía militar no era capaz de frustrar nuestros intentos, tal era la presencia y la voluntad de muchas personas dispuestas a liberar a esos animales por cualquier medio. Este acontecimiento inspiró el rescate de las chinchillas en Itapecirica y otras acciones. Y al margen de las divisiones ideológicas, fue posible conciliar la voluntad de los bloques negros de asumir riesgos con la fuerza legalista de cerrar definitivamente el Instituto Royal y proteger a las personas que tenían sus identidades expuestas.

Un acontecimiento sin precedentes en Brasil y una semilla que, creo, germinará en forma de un Frente de Liberación Animal concreto.