Con motivo de la presentación del libro «Ucrania en la encrucijada» editado por Aldarull, entrevistamos a su autor

¿Qué es lo que os motivó a publicar y escribir este libro?

Cuando empezó el conflicto ucraniano nos dimos cuenta de que, por así llamarla, la “izquierda radical revolucionaria”, en Barcelona, estaba teniendo una visión muy simplista de lo que estaba sucediendo. Creo que su posicionamiento partía un poco del desconocimiento y estaba influenciado por la propaganda. Y es que se trató de un conflicto que se mediatizó muy rápidamente y que tuvo mucha propaganda. Por un lado estaba el discurso pro-ucraniano, de corte nacionalista y fascista, y por otro el discurso del bando rebelde, de corte insurgente y antifascista.

Ver cómo parte de esa propaganda era aceptada acríticamente y como se adoptaba un análisis del conflicto calcado del de los medios oficiales rusos fue lo que nos impulsó a tratar de romper con ello. También queríamos dar voz a colectivos de allí con los que compartíamos cierta afinidad ideológica y conocer como vivían el conflicto. Al hablar con gente de allí nos dimos cuenta de la inmensa divergencia de posicionamientos que había con respecto al conflicto, con lo cual nos dijimos que si allí no tenían un posicionamiento tan claro, cómo podíamos tenerlo nosotros aquí.

El libro trata acontecimientos de 2013 – 2014 ¿nos puedes decir un poco cómo está la situación de Ucrania actualmente, 4 años después?

La situación actualmente continúa exactamente igual y es muy parecida a lo que ha pasado en otros conflictos “congelados” del antiguo espacio soviético. Se ha generado un espacio, un territorio en una situación de alegalidad internacional, que nominalmente pertenece al estado ucraniano, incluso para Rusia, pero que en la práctica es un territorio independiente de Ucrania.

Los acuerdos de paz (Minsk-I, Minsk-II) buscaron una descalada del conflicto, pero no han sido efectivos. Por ejemplo, uno de los compromisos fue la retirada de artillería pesada, y sin embargo, sigue habiendo intercambios de artillería casi semanales. Para la población civil no ha cambiado nada, aunque ya no se produzcan grandes ofensivas como ocurría en verano de 2014. Los recuentos de muertos no son tan altos pero la población civil sigue sometida en ambos lados de la línea de conflicto a una situación de guerra con bombardeos constantes y bajo control militar (de las Fuerzas Armadas ucranianas o de milicias).

Por otro lado, hay que señalar que Ucrania es un país que desde su independencia ha tenido una economía muy frágil, un reparto de la riqueza extremadamente injusto, y que el conflicto ha acentuado esa situación. Ucrania hoy en día es un país con una economía completamente destrozada y en consecuencia, la retórica nacionalista que en un principio parecía tan vigente, se ha ido apagando. La guerra es una realidad, se ha enquistado, pero ya no es la preocupación principal. Los sectores nacionalistas siguen con el discurso del miedo a Rusia, pero lo que preocupa a la gente en realidad son las paupérrimas condiciones de vida que tiene. Por ejemplo, la pensión mensual en Ucrania no llega a los 50 € y el gas (proveniente de Rusia) se ha encarecido porque ya no está subvencionado.

¿En qué medida siguen vigentes los análisis que se hacen en el libro? ¿Ha ido cambiando la visión tan reduccionista del antifascismo y de la izquierda europea con respecto al conflicto, o siguen analizándolo en clave “fascismo-antifascismo”?

Creo que siguen vigentes. Pero lo que ha pasado con el conflicto ucraniano es que se mediatizó mucho y en el momento en que publicamos el libro el tema ya no estaba en la palestra. De repente el tema de moda pasó a ser Siria, y todo el mundo se puso a hablar de Siria, aunque ahora está decayendo. En ese sentido, no es que haya habido un replanteamiento de posicionamientos o de análisis, sino sobre todo un olvido del tema. Pensamos que no estamos sometidos a la información de los medios de comunicación pero es evidente que sí. En el momento álgido del conflicto se hablaba en todos lados, en los centros sociales anarquistas o comunistas, etc. Miles de artículos, miles de noticias, en El Salto, en La Directa, en Píkara... Y hoy no encuentras nada. La izquierda autoritaria, la comunista y sobre todo la estalinista, adoptó un posicionamiento especialmente marcado. En cuanto vieron banderas con hoces y martillos se lanzaron de cabeza sin pararse para analizar la situación. Un posicionamiento que siguen manteniendo hoy en día, por lo que he podido ver.

En relación con la pregunta anterior ¿Puedes decirnos cuál es la línea ideológica predominante entre los rebeldes y por qué debemos ser críticos con ella?

En un principio, las figuras principales del bando insurgente eran gente muy vinculada a movimientos de tipo nacional-bolchevique y fascista-ruso. Se caracterizan por ser fuertemente antiamericanos, lo cual no quiere decir que son antiimperialistas porque son defensores del imperialismo ruso. Además, han adoptado la simbología comunista (y esto es lo que lleva, en parte, a confundir a la izquierda occidental). Mezclan la Unión Soviética con Rusia, porque el nacionalismo ruso tomó un papel muy importante dentro de la estructura soviética y al final ves que en muchas manifestaciones la bandera imperial zarista está al lado de la bandera con la hoz y el martillo.

La otra cara del rechazo cultural del imperialismo americano es el ensalzamiento de los valores tradicionales, la familia, etc. Así, en Rusia y en las zonas insurgentes, los derechos LGTBi se ven con una forma de imperialismo cultural americano. Llegados a este punto nos damos cuenta de que bajo una capa de políticas económicas seudosocializantes se esconden unas ideas neotradicionalistas y sumamente reaccionarias. De ahí el peligro de asumir acríticamente esos discursos.

Parece que la visión más coherente, para algunos anarquistas que escriben en el libro, es la de oponerse a participar en la guerra, sea cual sea el bando. ¿Sabes si entre los anarquistas hay movimientos de apoyo a desertores en Ucrania?

Cabe señalar que en Ucrania aún había un servicio militar obligatorio. Ahora están transitando hacia el modelo de ejército profesional, el modelo OTAN.

En el momento de la llegada del gobierno interino y el inicio de lo que ellos llamaron operación antiterrorista, movilizaron a las primeras unidades del ejército y se produjeron las primeras deserciones. Se vio que unidades del ejército no acataban órdenes mientras que otras directamente abandonaban el material o hacían pactos con las milicias para irse y dejar el material. Incluso unidades enteras que se pasaron al otro lado.

Se lanzó entonces una campaña de reclutamiento masivo. Pero se evidenció que el sector belicista en la sociedad era minoritario porque en los primeros meses la fiscalía militar de Kiev abrió 10.000 expedientes por deserción a gente que no se había presentado a filas. El truco era irte a vivir a otra ciudad sin cambiar el empadronamiento o irte a estudiar o trabajar al extranjero para no ser llamado.

La deserción no fue una cosa exclusiva de los anarquistas y de hecho, y esto es algo de lo que se ha hablado poco, jugaron un papel bastante importante las madres, abuelas, las mujeres en general, en bloqueos de carreteras, cuarteles... para impedir que se movieran los chavales que estaban haciendo el servicio militar. Y esto se produjo incluso en el oeste del país, en el núcleo duro del nacionalismo ucraniano.

¿En qué medida el Maidán podía haber derivado en otra cosa, o era inevitable que fuera copado por la extrema derecha y el nacionalismo? ¿Se pueden trazar paralelismos con nuestro contexto más cercano?

El Maidán fue una movilización social y me gusta compararlo con el 15M a pesar de sus diferencias. Mucha gente salió a la calle porque estaban hasta las narices de un sistema injusto, pero sin una agenda política clara. El problema fue que parte de los oligarcas y grupos de extrema derecha sí tenían esa agenda política, una estrategia, un programa, cuando entraron en el Maidan. Y entonces se comieron a una izquierda fragmentada, con pocos apoyos y unos discursos ajenos a lo que podía asumir la sociedad ucraniana.

El resultado es que no ha habido una mayor democratización y a nivel económico el país se ha hundido aún más. Los pocos servicios públicos que sobrevivían se han privatizado, la corrupción en Ucrania continúa siendo sistémica, siguen mandando las mismas élites y en cuanto a derechos humanos no ha mejorado nada. Las comunidades LGTBi, mujeres, minorías... Hace no mucho hubo milicias de extrema derecha asaltando campamentos gitanos, quemando las tiendas, apalizando gente... no ha habido cambio de nada, lo único que ha hecho es hundirse más.

En Ucrania las apuestas fueron muy altas por parte de la Unión Europea y EEUU. Pero luego Rusia subió la apuesta y al final lo que han conseguido ha sido un país dividido y hundido económicamente. Para ellos no ha pasado nada, pero para la sociedad ucraniana, para los ucranianos de la calle, el país se ha ido a la mierda. La reflexión triste es que el Maidán podía haber sido un revulsivo, no solo para Ucrania, sino para todo el mundo postsovietico. Muchos anarquistas rusos y filorusos fueron al Maidan. Pensaban que allí se podía iniciar un proceso de de liberación y cambio político que luego podría extenderse a otros países, con regímenes aún mucho más autoritarios que los de la propia Ucrania, como eran Bielorusia y Rusia. Pero El Maidán lo coparon quienes lo coparon, se lo quedaron y fue una oportunidad perdida. Pero la izquierda ucraniana... realmente era algo utópico. Siendo prácticos, la izquierda ucraniana no tenía la capacidad de poder haber llevado el Maidán a su terreno. Es una historia triste.

¿Crees que se pueden sacar lecciones sobre lo ocurrido allí que nos puedan servir en nuestro contexto?

Hay dos lecciones que creo que se pueden extraer a raíz de los sucesos del Maidán y el papel que tuvieron que jugar los anarquistas ucranianos en él. La primera de ellas, es la participación en las grandes movilizaciones con unos objetivos propios. No con una idea de vanguardia o con la intención de cooptarlos (prácticas poco anarquistas creo), pero sí para que nuestras voces y propuestas no queden anuladas. En este sentido, creo que el anarquismo en el Estado español cuenta con una mayor tradición, experiencia, organización y presencia social de sus discursos que nuestro homólogo ucraniano, junto con un contexto social distinto y algo más favorable.

 La segunda, es cómo enfocar la cuestión nacional por parte de los anarquistas, especialmente en un contexto de plurinacionalidad como es el Estado español o la Ucrania pre-Maidán (sin la escalada bélica actual). Aquí creo hay un núcleo de debate: ¿Cómo seguir reivindicando la lucha social y contra el capitalismo (ya sea global o nacional), sin dejar de lado la pertenencia a una patria en el sentido bakuniano del término y las reivindicaciones de las naciones sometidas al modelo del Estado español? En este sentido, hay un ejemplo interesante de estudio en Ucrania misma: el majnovismo.

* Fe de errores: la entrevista la publicamos originalmente en el boletín Briega en papel de febrero con varias equivocaciones. Pusimos que la entrevista era a un comapañero de Aldarull editor del libro «Ucrania frente a la encrucijada» y es al escritor del libro «Ucrania en la encrucijada» editado por Aldarull.