El orgullo gay no es un negocio ni un asunto institucional

 La madrugada del 28 de junio de 1969  estalla la Revuelta de Stonewall que a día de hoy, 50 años después, sigue siendo referencial. «¿El primer Orgullo Gay fue una revuelta?» Dice con toda razón una camiseta, queriéndonos recordar que los primeros orgullos no eran el capitalismo rosa y la apología del estado de las cosas que son ahora, sino que quienes acudían arriesgaban su integridad física, y también en muchos casos su vida social. Pero Stonewall no fueron sólo los cinco días de movilizaciones frente a la puerta del bar tras aquella fallida redada policial. Fueron décadas de intensa y disputada lucha a favor del deseo homosexual en EEUU y Europa central. Fue el trabajo de calle de los colectivos. Fue quienes resistían y sobrevivían diariamente en una sociedad que las rechazaba por ser además pobres, trans y/o no blancas. Y fue no dejar que todo se quedara en una revuelta: la organización de nuevos colectivos y de nuevas formas de lucha que conllevaron algunas mejorías para algunas, problemas similares para otras y un nuevo marco de lucha que a día de hoy con algunos cambios, prosigue. Stonewall no fue una revuelta de tipos gays cis blancos jóvenes, socialmente guapos y liberados. Las trans racializadas lo dieron todo junto a las chaperas callejeras y a las bollos de todo tipo, y no faltó la presencia de maricas que luchaban ocultas en grupos anarquistas, autónomos, antibelicistas, comunistas o de liberación racial, deseosas de luchar también por aquello que las interpelaba más directamente.

  Anhelamos que la gente activista LGTBI de Cantabria se organice por ella misma, mediante la autogestión y sin depender de ayuntamientos, empresas y negocios que pretenden sacar rédito de una lucha que nació en la calle y desde la calle, no con subvenciones ni ocio consumista de usar y tirar.