Nos estan quitando el Cabildo

Es difícil explicar el sentimiento de pertenencia a un barrio. Soy una persona que se ha mudado un total de 11 veces en su vida a sus 18 años y que, por tanto , no suele crear arraigo allí donde va. Sin embargo, pese a haber vivido poco tiempo en la Calle Alta y pese a haber tenido que mudarme nuevamente (esta vez fuera de Cantabria), puedo decir que soy de ese sitio para siempre.

Desde Madrid viví la noticia de derribo del Cabildo con frustración, lástima e impotencia. La frustración que conlleva asumir los hechos cuando ya han sucedido, la impotencia de no haber podido hacer nada para evitarlo y la lástima de no haberme podido despedir del edificio que tantos sentimientos me ha dado. Duele el darse cuenta de que cuando vuelva al sitio al que conseguí llamar mi hogar, no va a estar completo.

Porque no solo se ha destruido un edificio declarado en ruinas debido a la falta de compromiso del Ayuntamiento de Santander, se ha destruido uno de los edificios más antiguos de la ciudad, previo incluso al incendio de 1941. Nos han quitado una parte fundamental de la historia del barrio, pero aún más importante, nos están robando la historia de la vida de las personas que formábamos parte de este.

Se la roban a los que hasta no hace tanto vivían allí mismo, se la roban a las personas que pasaban noches enteras de fiesta en la Calle San pedro, a los vecinos que se sentaban a diario en los portales de su casa; a los grafiteros por vocación artística o política, que expresaron sus ideas en esos muros; a los gatitos que se refugiaban en sus recovecos; a las plantas manchadas de pintura; a los que realizaban asambleas nocturnas en el solar de al lado, que hacían que las sillas amanecieran formando un círculo; a Amparo, que tanto tiempo invirtió en ese bar y a mí, que disfrutaba cada día del ambiente y del sentimiento que estaba impregnado en esa esquina.

Pero yo no conocí su vida, solo su esencia. No me quiero imaginar lo doloroso que fue ver morir todo aquello que daba un sentido al barrio, cuando aún los nombres de sus calles hacían referencia a un presente inmediato y no a la historia que se perdió. Todas las experiencias personales de sus vecinos valen mucho más que cualquier obra turística que no hará más que perjudicar a nuestra gente, mientras que a ellos les da dinero.

Mientras se anteponga el beneficio económico al patrimonio histórico, solo tendremos edificios de hormigón y de estructuras modernas, propias de cualquier ciudad de cualquier país globalizado y gente absolutamente ajena al lugar en el que vive. Nos están echando de nuestras propias casas y están tirando por la borda nuestras vidas y no podemos permitirlo. Salvemos nuestros barrios.

¡¡ por NEREA DE DIEGO, de IJANAS, vecina de la calle Alta !!