Ningún ejército defiende la salud

El 21, 22 y 23 de Febrero tendrá lugar en la ciudad de Santander el III Congreso internacional de Sanidad militar, organizado por el ministerio de defensa y declarado de interés sanitario por el ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Dicho evento lleva siendo difundido desde 2016, cuando Iñigo De La Serna todavía era alcalde de la ciudad.

Casi 600 militares de 15 países se prevén en el congreso, que tendrá seminarios sobre medicina, farmacia, veterinaria, psicología, enfermería y odontología. Una presencia incómoda que se reunirá en el palacio de la Magdalena, donde se tiene pensado que transcurra esta demostración de fuerza. Así es como lo describen sus organizadores, que hablan del evento como una oportunidad ilustrativa de la capacidad del cuerpo de Sanidad Militar, cuyo recorrido alcanza casi las trés décadas como engranaje de protección de los intereses gubernamentales y económicos españoles fuera de las fronteras del estado español. Desde el conflicto de los Balcanes hasta la actualidad en el mediterráneo, mediante la vigilancia marítima; hasta en Mali, Irak o el Líbano.

“El modelo de Sanidad Militar ante los nuevos retos” es el lema. Sin embargo, no es la intervención interesada en territorios devastados por la guerra los únicos asuntos a los que dichos retos hacen alusiön. Otra cuestión es la respuesta militar ante desastres nucleares, radiológicos, bacteriológicos y químicos. El bioterrorismo cobra protagonismo en este congreso. Es por ello que va a contar con un simulacro de ataque bioterroristas mediante 150 efectivos y la colaboración de la cruz roja y otras entidades “civiles”. Ningún ejército defiende la paz, a no ser que la misma se entienda como el mantenimiento del orden que fabrica las guerras. De la misma manera, ningún ejército defiende la salud, a no ser que se trate del bienestar de sus soldados como piezas de un tablero.

Pero más allá de este punto de partida, esta demostración de puertas para afuera es un ejercicio mediático de legitimación del cuerpo militar. El mismo discurso que justifica la militarización del territorio en el norte desarrollado y occidental se presenta aquí en el ámbito sanitario. Ejemplo de ello son las declaraciones en la prensa del general de brigada veterinaria Carlos Agudo.

Tres pilares de un discurso que el nombra de esta manera;

-Para la amenaza del terrorismo como enemigo interno, el posible ataque bioterroristas que puede darse en cualquier momento y no se da gracias a la presencia de un ejército.

-Para la inmigración como enemigo externo que amenaza la estabilidad europea y que se cuela dentro de forma irregular, el ejemplo del Ébola y el factor de la globalización como síntomas de que una nación “desarrollada” ya no puede estar a salvo.

-Para el accidente nuclear como garantía de que los ejércitos son necesarios y deben estar preparados ante cualquier posible “desastre”, no únicamente de este carácter, sino también referido a los naturales.

Aunque hoy en día el parámetro “terrorista” es tan amplio, los ataques a los que se refieren los militares a la hora de difundir este congreso, no pueden entenderse sin las consecuencias de su acción militar y sus misiones de carácter ofensivo, con fachada humanitaria o sin ella. La inmigración tampoco;( https://www.diagonalperiodico.net/global/31039-gran-negocio-la-seguridad-fronteriza.html)

En cuanto a los desastres naturales, experiencias en Italia, Chile (http://metiendoruido.com/2011/10/que-se-derrumben-los-sentidos-comunes-y-se-reconstruyan-las-comunidades-reflexiones-a-partir-del-terremoto-y-maremoto-en-chile/) o, sin ir más lejos, Galicia (https://www.briega.org/es/noticias/tierra-quemada-lo-que-dicen-datos-incendios), nos demuestran como los ejércitos  los aprovechan para legitimarse ante la población como única medida resolutiva de los problemas que conllevan estas situaciones y, cómo para ello, se priva a la población de poner en marcha iniciativas, se la desplaza y localiza, y se controla las dinámicas cotidianas de supervivencia; alimento, desplazamientos, apoyo mutuo…

Sin embargo, otras experiencias nos demuestrán además, que lejos de la propaganda oficial estatal, la sociedad es capaz de reaccionar, apoyarse y buscar maneras de afrontar las catástrofes, como puede recogerse en muchos testimonios del huracán Catrina, donde la población de Nueva Orleans practicó la autoorganización como forma de vida (http://www.lamalatesta.net/product_info.php/products_id/59101)

No obstante, la nuclearización del territorio es harina de otro costal, y es que experiencias como las de Chernobill (https://www.todoporhacer.org/chernoblues-de-la-servidumbre-voluntaria-a-la-necesidad-de-servidumbre-seguido-de-la-sociedad-nuclear/) o Fukushima nos dicen dos cosas;

La primera es que el nivel de desarrollo tecnológico y de especialización para gestionar los residuos y dominar una situación del calado de un “accidente” nuclear resta casi toda posibilidad de emancipación social.

La segunda es que ni siquiera los estados y sus ejércitos pueden gestionar dichas consecuencias, sino que sólo pueden dedicarse a labores explícitamente represivas y/o de contención. El callejón sin salida que plantea la cuestión nuclear quizás sea el mayor punto de unión entre la medicina moderna, el ejercicio militar y el control social.

En conclusión, el afán publicitario es relevante en este acto, por encima de otros objetivos. Acto que no sólo contenta al sector militar, sino al grupo Santander, colaborador y ente omnipotente de esta ciudad, y al ayuntamiento de Santander, que espera un gran estímulo económico y turístico. Para eso sirven los congresos, y para todo lo anterior, los ejércitos. Pero la pregunta es, ¿ de qué nos sirve el antimilitarismo hoy?