Más allá de la lucha por las pensiones

Este artículo ha sido publicado en el Briega en papel del mes de Noviembre.

Desde el pasado marzo de 2018, las movilizaciones por las pensiones en Cantabria han tenido un eco importante, movilizando a cientos de personas mayores y no tan mayores en las calles de muchas localidades. Este proceso continúa. Muestra de ello es el pasado octubre, cuyas movilizaciones a primeros de mes recorrieron Reinosa, Bárcena de pie de Concha, Molledo, corrales de Buelna, Puente San Miguel, Santillana del Mar, Cabezón de la sal, Torrelavega, Castro Urdiales, Mioño, Colindres, Santander, Santoña, Astillero, Maliaño etc.

La lucha por las pensiones ha sobrevivido al cambio de presidencia del estado en manos del PSOE.

Estas movilizaciones se están llevando a cabo por muchas personas que no se encuadran en los sindicatos mayoritarios del poder, como comisiones obreras y UGT, tradicionales voceros de luchas en defensa del sector público. En este mes además, la coordinadora de Cantabria  ha hecho un llamamiento a conectar esta lucha con la de las demás personas precarias, así como la estatal se ha declarado apartidista y se ha desentendido de los intentos partidistas de recuperar su lucha. Añadir también que en todo este periodo de movilizaciones existen integrantes que nos cuentan el esfuerzo por combatir la tendencia racista de culpar a la población migrante de los recortes en las ayudas públicas.
Objetivos como la gratuidad en el transporte público regional para pensiones no mileuristas, la gratuidad de gas, agua, teléfono y luz para personas con pensiones menores de 750 euros o que las pensiones estén por encima de los 1000 euros son algunas de las reivindicaciones concretas.

Sin embargo, sin deslegitimar la implicación en estas metas, el estado de bienestar al que se apela con estas reivindicaciones tiene difícil retorno. Es más,  quienes se cuestionen el mismo capitalismo que genera los recortes desde 2011, deberíamos  preguntarnos si dicho retorno es deseable. Reducir la lucha por lo público a una cuestión economicista deja de lado otros asuntos como las implicaciones de la militancia intergeneracional en estas movilizaciones, o el apoyo mutuo que se pueda dar entre precarias y las alternativas de vida que pueden surgir de ahí.*

Desde la creación de los sistemas de bienestar, amparados en la socialdemocracia, y compuestos tras la segunda guerra mundial, la creación de sistemas públicos de pensiones garantizaba unos años fijos con los que poder afrontar la vejez. En relación a épocas pasadas y en un contexto atravesado ya por la economía capitalista como es Europa, las condiciones de vida de las personas ancianas pudieron tener una mejora económica y material indudable. Sin embargo, esta aparente ventaja trajo consigo una mayor dependencia de las abuelas y los abuelos respecto al estado y sus condiciones. Es en este momento que nacen diversidad de discursos que estigmatizan la tercera edad como “consumidora de recursos”, “improductiva” y como un peso de la sociedad. Como una carga a los ciudadanos contribuyentes que por otro lado aceptan moralmente el “sacrificio” a pesar de los recortes que haya que hacer en determinados momentos. Es por ello, que las personas mayores quedan expuestas a una incertidumbre que dependerá de cada gobierno de turno, de las políticas más o menos neoliberales o socialdemócratas.

Es en este proceso histórico, que el gobierno popular con su tendencia a privatizar recursos estatales, localizó las pensiones como un ámbito donde robar dinero a la población, priorizando otros aspectos más relevantes para su status quo; seguridad ciudadana, defensa, etc, por encima de  las vidas aparentemente no productivas. Es también durante este proceso, donde el PSOE coge el relevo.

Las reformas de los sistemas de bienestar europeos vienen fundamentados en ese miedo al envejecimiento poblacional. De ahí surgen conceptos como “tsunami de plata”, “crisis de la mayoría de edad”, “la tormenta del cambio generacional”, “la demografía apocalíptica”, etc, Conceptos que tienen mucha relevancia en las grandes corporaciones que dirigen la economía en nuestro mundo desarrollado.

Este mismo proceso de estigmatización de la vejez que el neoliberalismo y sus representantes llevan a cabo, construyendo un chivo expiatorio en la figura del mayor, lo lleva a cabo el capitalismo con las personas migrantes como las culpables de la falta de empleo y las que se llevan todas las ayudas sociales. Es el mismo discurso que cala en la sociedad con demasiada facilidad y que ignora intencionadamente todo el sostén de la economía que las personas mayores, como las personas migrantes, llevan a cabo en esa otra cara no asalariada y/o no reglada de la explotación económica. A través de los cuidados, de la economía sumergida, de los trabajos en condiciones irregulares, etc...

El mismo proceso se repite también con el resto de perfiles de población “no productiva”; personas con largos periodos de paro, personas marginadas y fuera del circuito del trabajo asalariado, personas sin papeles, personas psiquiatrizadas, personas con diversidad funcional... las cuáles algunas no son trabajadoras para el sindicalismo y las organizaciones obreras. Tampoco entran por lo tanto, dentro de su marco de reivindicación, pero indudablemente son explotadas y doblemente invisibilizadas.

Todas estas similitudes que estamos haciendo no son fortuitas. Vienen a querer explicar, que si la lucha contra la privatización de las pensiones se queda en una defensa acrítica de los sistemas públicos del estado, entonces la misma reproducción de la exclusión social, de la división entre buenos-malos, productivos-no productivos, currantes-vagos, contribuyentes-no contribuyentes, ciudadanos-irregulares, extranjeros-nacionales, ancianos-jóvenes, estudiantes -ninis... se seguirá reproduciendo. Porque el problema no está en el partido popular, ni en el partido socialista exclusivamente, sino en un sistema económico que prima la producción sobre la satisfacción de las necesidades básicas. Estas falsas dicotomías son reproducidas por los sindicatos mayoritarios de izquierda, por la extrema derecha que intenta colarse en las movilizaciones y que por suerte no encuentra espacio, y por todos aquellos que se quedan en este nicho de la reivindicación al estado.

* Nos referimos a romper con la soledad que caracteriza la vida de muchas personas ancianas, a alternativas autogestionadas de personas mayores, a intentos colectivos de economía compartida, pero profundizar en ello daría para otros artículos.