Sobre la literatura carcelaria

Sobre la literatura carcelaria

El texto que sigue es la intoducción del libro "Golpes y gritos. Poemas en la cárcel", editado por Descontrol Editorial. Los poemas fueron recopilados durante los años 1977-78, así como principios del 79. Han sido escritos por diversos presos sociales, la casi totalidad de ellos miembros de la coordinadora de presos en lucha (COPEL).

La literatura carcelaria, sobre la cárcel, desde la cárcel, llena un ampilo espectro, una densa franja, de una historia de la Cultura. Desde los "graffitti" en los muros de las celdas, señalando y recordando el paso del tiempo, o apostrofando, de manera ingenua unas veces y otras agresiva y telegráfica, sobre el porqué de la vida, hasta formas más sofisticadas de expresión.

Novelas, poemas, ensayos, tratados filosóficos, han nacido entre las paredes de las celdas. La lista de nombres se haría interminable, los Oscar Wilde, Miguel Hernández, Nacim Hitmet, o el Marqués de Sade, o Bakunin, o Antonio Gramsci, o tantos otros. Hay también toda una inmensa correspondencia, cargada de angustia, soledad y dolor que, a veces, ha trascendido su intimidad para llenar páginas de libros, como las de George Jackson, "Soledad Brother", Angela Davis, o las de Jack Henry Abbot, "desde el vientre desde la bestia", a Norman Mailer. Este mundo carcelario está presente en otros ámbitos culturales, tales como el cine, con un género especifico casi tan frecuente como el wenster y con hechos tan insólitos como el turco Yilmaz Guney dirigiendo una película estándo preso; o en el de la pintura, con sabanas convertidas en lienzo, así como en múltiples trabajos artesanos. Incluso en campo científico, trabajos médicos, sociológicos, deben su existencia a experiancias realizadas con presos, utilizadas como cobayas. Nombre como la Bastilla, o Sing Sing, o Alcatraz forman parte de nuestro mundo imaginario, junto a otros más cercanos, como el Saladero, el Penal del Puerto, el Dueso o Herrera de la Mancha. Encierro o libertad es algo más que un antagonismo, la cárcel es presentada como garatía de la seguridad colectiva, también como amenaza y riesgo permanente o como modelo y experiencia a reproducir a escala general. "Lo que me parece más fundamental todavía -dice Foucault- es ese poner vigilancia a la población plebeya, popular, obrera, campesina. La puesta bajo vigilancia general, continua, por las nuevas formas de poder político".

La prisión es algo más que una institución cerrada, una arquitectura que aisla del exterior. Rastreando sus orígenes, el mismo Foucault ha señalado que "el sueño Bentham, el Panóptico en el que un solo individuo podŕia vigilar a todo el mundo, es en el fondo el sueño o, mejor dicho, uno de los sueños de la burguesía (porque ha soñado mucho). Este sueño lo realizó. Tal vez no lo ha realizado bajo la forma que Bentham proponía, pero debe recordarse lo que Bentham decía a proposito del panóptico: es una forma de arquitectura, por supuesto, pero es sobre todo una forma de gobierno; es para el espíritu una manera de ejercer el poder sobre el espíritu... Vivimos en una sociedad panóptica. Tenemos unas estructuras de vigilancia absolutamente generalizadas, de las que el sistema judicial es uan pieza y de las que la prisión es a su vez una pieza, de la que la que la psicología, la psiquiatría, la criminología, la sociología, la psicología social son los efectos. Es en este punto, en este panoptismo generalizado de la sociedad en donde debe situarse el nacimiento de la prisión."

Con el espacio limitado, en la prisión todo se mide en tiempo: pago por tantos años. Es el reino de la monotonía interminable, de la perpetua rutina; de tiempo no trabajado pagado en tiempo sin libertad; de tiempo vivido en función de tiempo que falta por pagar; de tiempo soñado como permanente proyecto de fuga, de salida, de huida.

Los consumidores de ese tiempo vacio, de esa ausencia de libertad, son hoy, tal vez lo han sido siempre, mayoritariamente jóvenes, mayoritariamente de origen popular, provenientes de barriadas obreras o de bolsas suburbiales. Sus modelos de vida están reducidos prácticamente a dos opciones básicas: la integración al actual modelo productivo en crisis o la marginación, la criminalización. Sobre esos cuatro ejes: tiempo, libertad, integración o marginación va a girar un rico y doloroso mundo cultural, mejor o peor expresado, en choque frontal contra el mundo cultural del orden establecido, que adquiere ante ellos un carácter predominantemente opresor y engañoso.

De ese mundo del orden establecido es la otra literatura carcelaria, la que tiene sus páginas más brillantes en el Código Penal y en la Ley General Penitenciaría. Dispone de piadosas imágenes recuperadoras que hablan como en una letanía, de regeneración, reeducación, reinserción social, de los "métodos médico-biológicos, psiquiátricos, psicológicos, pedagógicos y sociales"; del "estudio científico de la constitución, temperamento, carácter, actitudes y aptitudes del sujeto a tratar". Bajo esa prosa cientifista se mantienen los objetivos ocultos de la prisión: mantener el mito de la libertad con la pena de privación de libertad, la ficción de la justicia con la proporcionalidad de las penas y aparente igualdad ante la ley defender, con la privación del tiempo y el trabajo regenerador, un sistema productivista basado en la explotación del trabajador mediante la expropiación de su tiempo de trabajo crear el mito del humanismo que permite someter a los individuos y hacer de ellos sujetos en el doble sentido del término; ensayar y experimentar técnicas de manipulación que serán después generalizadas a toda la población; fabricar delincuentes profesionales para justificar la presencia y ampliación de la policía.

La prisión, las prisiones, están ahí. El reformismo bien intencionado tiene, por desgarcia, poco que ofrecer: los presos no son rentables electoralmente, la crisis económica no ofrece resquicios que pudieran posibilitar una mínima reinserción sócial. Nuevamente las ilusorias esperanzas van poco a poco retornando al fatalismo tradicional y reduciendo sus aspiraciones a una cierta mejora de las condiciones de habitabilidad en las cárceles. Poco a poco retornará el deterioro anterior, con o sin malos tratos, aunque como ya señala Jack Abbot, "hoy en la cárcel van en busca de la mente, mientras que antes todo consistía en el sufrimiento físico".

Entre el tiempo y la libertad perdidos, para los presos, la reconstrucción de un pasado y la invención de un futuro integrados se puede convertir en las imágenes mentales de una película a medias neorealista a medias de terror, a través del eje familia, escuela, cuartel, fábrica, hospital, cementerio. En el mejor de los casos, la sujeción al salario, al riesgo del paro y una permanente y escalonada tutela. Ese proceso vital puede empeorar con frecuencia al añadírsele otras variantes: desavenencias y violencias familiares, alcohol, paro...

Hay otro modelo: la épica de la delincuencia, la imagen del mundo como un western o una película de gangsters, las bandas, los coches, los atracos, las "movidas" en general, la ley del más fuerte, el aura romántica del riesgo y el juego con el destino y la fatalidad. También una cierta profesionalización del delincuente como acompañamiento y justificación del policía. Esas imágenes pesimistas son, sin embargo, insuficientes, en tanto cierran el paso a cualquier proyecto liberador. Hay otra dimensión difícil, dura, del entorno carcelario, experiencias de lucha, proyectos de autorganización, búsquedas de autoafirmación y expresión cultural en medio de un ambiente particularmente hostil, con momentos de avance y otros de retroceso.

En las páginas que siguen se expresan apropiándose de un modo cultural como es la poesía, algunos de los que tratan y consiguen romper con esa mecánica repetitiva de la dependecia cárcel-delincuencia. La prisión vista desde sus usufructuarios, desde sus protagonistas, desde el fondo de la opresión. Páginas negras del mundo carcelario, los rastros de la tortura, las huellas de algunas muertes, el ansia de libertad, el entronque solidario con quienes buscan la liberación de los pueblos, la visión de un mundo tenebroso por quienes la palabra libertad adquiere una dimensión fisica casi palpable. Entremezclan además dureza, rabia, esperanza e intento de comunicación con los otros desde la soledad forzosa, desde el dolor, desde una impotencia no aceptada.

Durante la segunda República, un grupo de albañiles, pertenecientes a la CNT, se negaban a trabajar en la construcción de una cárcel. Eran conscientes de que podría ser utilizada contra ellos. En nuestro camino, hoy, como ayer y como mañana, una aspiración, un objetivo por lejano que sea, debe estar presente: la destrucción de las cárceles en una sociedad que las haga innecesarias, la destrucción de las fábricas de armas en una sociedad que haga innecesarios los ejércitos; la destrucción de todos aquellos factores socioeconómicos en una sociedad que haga innecesaria a la policía.

Hoy nuestra sociedad parece avanzar en sentido contrario. El modelo carcelario se amplía, de manera cada vez más perceptible, a muchos aspectos de la vida social. Se asiste a una internacionalización del modelo represivo en cada uno de nosotros y a un creciente contro robotizado de todos los ciudadanos.