Los jabalíes en la costa oriental cántabra

 

El pasado abril de 2018 el Partido Popular llevó al Parlamento de Cantabria la cada vez más abundante presencia de jabalíes en Santoña y lugares aledaños de la costa Occidental cántabra. En este espacio de tiempo hasta ahora, la principal consecuencia ha sido la promoción de la caza hacia estos animales. Se han abierto nuevas órdenes de veda, se permiten cacerías todos los fines de semana e incluso el cupo de jabalíes, que en los últimos años ha ido en aumento, posteriormente a dicho abril alcanzó las diez vidas. Como ejemplo concreto de esta persecución, bajo autorización de la Dirección General del Medio Natural del Gobierno de Cantabria de realizar batidas y aguardos, se ha dado muerte a medio centenar de jabalíes que se sepa en el Parque Natural de las Marismas de Santoña en este periodo de tiempo hasta el pasado febrero de 2019. La Consejería de Medio Rural, Pesca y Alimentación es la responsable de esta actuación.

 

Los motivos que empujan a la creación de esta alarma social son que el aumento incesante de jabalíes está provocando accidentes en las carreteras, la presencia de estos mamíferos en los cascos urbanos como el de Santoña, y los destrozos económicos en cultivos y propiedades locales. Según representantes del Partido Popular se trata de un escándalo en Santoña, según el alcalde del PSOE Manuel Abascal se trata de un motivo de risa y anécdota. En este arte de la política parlamentaria basado en hablar en nombre de los demás, no sabemos quién tendrá la “razón”. Lo que parece indudable son las denuncias y quejas de vecinos y pequeños propietarios ante los destrozos.

 

Ante esta situación, todos los puntos de vista volcados en la prensa abordan el tema desde una perspectiva andropocentrista y especista, pues parten de la pretensión de que es necesario “gestionar” la especie de una manera u otra. Sin embargo, no todas tienen el mismo peso. La primera que la administración cántabra se propone es la de sacar las armas y contentar a los cazadores aumentando la actividad cinegética. Lógico en cuanto que es la primera opción escogida mayoritariamente a nivel estatal para poner “solución” al “problema”.

 

La recomendación de la Unión Europea de disminuir la población de estos cerdos salvajes para evitar la peste porcina africana, así como la industria de la caza, y el negocio y la actividad económica que gira en torno a la misma, son las principales razones que encontramos para entender esta medida de actuación dominante. No olvidemos que los voceros de la caza, así como recomiendan a las administraciones que den apertura a los gatillos y se presentan como los salvadores ante las plagas y como la única medida efectiva para dar freno a la expansión de estos animales, menospreciando alternativas planteadas por el ecologismo y los movimientos animalistas, suelen ser al mismo tiempo los responsables de aumentar la población allí donde escasea a través de comedores artificiales para reactivar su actividad lucrativa. Es decir, utilizan la cantidad demográfica en función de su propia conveniencia y con el riesgo de generar desequilibrios en el ecosistema.

 

La caza es una actividad mísera en cuanto a ética se refiere, una práctica obsoleta en una sociedad que no subsiste de ella. Sin embargo, más allá del campo de lo ético, existen perspectivas que cuestionan la efectividad real de la caza como solución a la reducción de la población jabalí, basadas en estudios y prácticas llevadas a cabo en zonas de Francia, Alemania o Suecia. La afirmación que sostienen es que la caza no sólo es ineficaz, sino contraproducente en este objetivo.

 

Los jabalíes son animales con una fuerte capacidad adaptativa a la diversidad climática, con una alimentación omnívora, que les da mucho margen de supervivencia, y una escasez de depredadores en territorios sin lobos a excepción del humano. Además de ello, tienen una capacidad reproductiva muy fructífera y una tolerancia a entornos con relativa actividad humana. Estos son algunos de los aspectos que explican su proliferación, pero lo que además son capaces de hacer las hembras es apresurar su proceso de madurez para reproducirse antes y más cuando se ven amenazadas por una fuerte presión depredadora. Hablando en plata, lo que afirman estos estudios es que los jabalíes priorizan su instinto reproductor por encima de su supervivencia como individuos cuando hay una actividad cinegética muy fuerte sobre su especie, dándose la paradoja de que a mayores ejecuciones de jabalíes por parte de cazadores, no necesariamente disminuye la población sino que, como en muchos territorios, y es la cuestión de la que estamos hablando, no deja de crecer a costa de que las hembras mueren más jóvenes dejando mayor descendencia y a menor edad.

 

Otro aspecto a comentar, no para sentar cátedra ni para aproximarse a una verdad universal, pero sí para entender que a lo mejor la cuestión es un poco más compleja, es el traído a colación gracias a un informe de la Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales (FAADA), basado en la población de jabalíes en Cataluña. El desplazamiento forzoso que implica la caza en los lugares que estos animales se encuentran más seguros puede provocar que busquen otros nuevos y amplíen su hábitat. Un asunto que en esta villa tresmerana se ve agravado no sólo por la caza legal y autorizada, sino también por la caza furtiva que es una práctica muy conocida en el monte del Buciero, como muestran los cartuchos tóxicos que se han encontrado durante años en este bello lugar y que siempre se han ganado el descontento de vecinos de la zona, además de ser denunciado por el blog Bucierovidasalvaje, con muestras visuales de los cartuchos y una queja ante la indiferencia policial y del Ayuntamiento hacia la problemática.

 

Si además entendemos que este monte, como otros parajes de Cantabria, cada vez se parece más a un parque temático para turistas que a un hábitat salvaje, con la presencia humana constante que conlleva este flujo de visitantes, además de la actividad especulativa que existe en la zona desde Castro hasta Santander en materia inmobiliaria y urbanística - con una construcción agresiva al estilo mediterráneo en zonas muy pegadas a la costa y a los entornos naturales - podríamos entender cómo el aumento de jabalíes no puede ser la única razón de su expansión por el territorio.

 

 

Un cartel elaborado hace tiempo por unxs compañerxs anarquistas exponía un ciervo cruzando la carretera y a continuación se podía leer “No es el ciervo el que atraviesa la carretera, sino la carretera quien atraviesa el bosque”. En este sentido, deberíamos preguntarnos si los obstáculos en la seguridad vial y la presencia de animales salvajes en los cascos urbanos responde más a un desarrollismo turístico, estatal, financiero y especulativo que a la presencia de estos históricos vecinos no humanos que han habitado el territorio costero cántabro durante siglos, y preguntarnos “¿Quién invade a quién?”.

 

Incluso desde un enfoque donde prima lo productivo y efectivo, donde gestionar los inconvenientes para preservar la salud económica prima sobre el respeto a otras especies, existen alternativas a la industria de la caza, moneda cuyas dos caras son el furtivismo y la caza autorizada y legal. Por ejemplo, la vacunación de jabalíes para controlar la fertilidad, la inmunocontracepción en animales salvajes. Una práctica que no necesita matar animales para atajar alarmas sociales de este tipo, pero que de ninguna manera aborda la dominación humana sobre el resto de especies.