Fronteras: el “libre” negocio para las transnacionales españolas

Resulta contradictorio, a la par que indignante, que en un momento de la historia en el que se promociona el “mundo” como campo libre para las actividades económicas, la fuerza del Estado-nación blinde de las fronteras para impedir la libre movilidad de personas.

Desde las instituciones internacionales se les obsequia a las empresas de seguridad privada el poder de decidir quién puede cruzar y quién se queda, actuando impunemente como mercenarias de unos derechos humanos ya desgastados de tanto nombrarlos.

El 18 de julio de 2016 en la valla que separa el territorio griego del macedonio un cartón de los que quedaron olvidados tiene escrito “no somos peligrosas, huimos del peligro”. El territorio es Idomeni, aunque el lugar no importa, ya que podría ser cualquier muro de los que se levantan para recordarnos hasta donde llegan los privilegios. Lo que importa es el mensaje que quedó olvidado. El peligro es el pretexto que más se ha utilizado para alimentar el discurso del odio en Europa, y quien hizo este cartel seguramente sabía bien contra lo que estaba luchando, contra una idea: la del miedo. El miedo a la agresión, el miedo a perder nuestro bienestar o el miedo a que nos quiten “nuestros” recursos y perdamos nuestro nivel de vida. Ese es otro de los motivos por el que la Unión Europea se centra en reforzar la seguridad fronteriza, para ofrecer a todas las que tuvimos la (des)-dicha de quedar encerradas en su territorio, la sensación de protección.

 

No obstante, paralelamente al ritmo en que se blindan las fronteras, las grandes empresas en connivencia con las instituciones políticas internacionales protegen sus intereses por todo el mundo a través de una serie de normas, tratados y acuerdos mediante los cuales se afianza la globalización neoliberal. Y con ello, se institucionaliza y protege la libre circulación de mercancías, a costa de la libre movilidad de personas. La maximización de beneficios a costa de los derechos humanos es desde hace tiempo una realidad que genera miles de muertes cada mes. Los valores con los que surgió la Unión Europea, así como el cumplimiento del Convenio Europeo de Derechos Humanos, la Convención de Ginebra o la Declaración Universal de Derechos Humanos, están hoy más que nunca subordinadas a la voluntariedad decisoria de los grandes directivos de las empresas transnacionales. 

La geopolítica marcada por los intereses económicos determina los territorios que serán violentados o expoliados, y en este tablero las fronteras se han constituido como nichos de negocio de las que extraer beneficios económicos. Hay muchas causas que impulsan a las personas a salir de su territorio, algunas de ellas, la mayoría, tienen que ver con guerras, violencia o precariedad económica. Círculos que se entremezclan y que tejen un escenario en el que resulta imposible definir de forma compartimentada los motivos por los que se decide abandonar un territorio. Pero sin duda, si hay alguna clave que esté presente en todo el proceso migratorio, es el beneficio económico que se extrae. Desde la seguridad de las fronteras hasta la gestión de los campos de refugio, la movilidad humana es actualmente una de las parcelas que mayormente ha suscitado el interés de las transnacionales españolas. Por ello, en los siguientes apartados trataremos de definir el papel de las mismas en relación a las fronteras.

El negocio antes de la frontera

El ritmo al que se extiende el mercado de capitales y la progresiva desconexión de la producción de bienes y servicios de la economía real frente a la especulativa, acentúa las desigualdades económicas y sociales tanto dentro de las sociedades como entre los diferentes territorios del mundo. El intercambio de mercancías entre diferentes territorios a precios desiguales y separadas de su cadena de producción, ha contribuido a que cada vez más dejemos de preocuparnos por el lugar y el proceso mediante el cual se ha generado la mercancía. Ya sea un alimento como un bien común, la importancia que se le otorga al precio del producto ha desplazado su valor de uso. Hemos asumido la obsolescencia programada como una característica propia del producto, y nos hemos acostumbrado a no preguntarnos qué recursos se necesitan para su producción o quién lo fabrica. Esta falta de responsabilidad ha contribuido a que se siga explotando a personas como mano de obra esclava y a que se expolien los recursos naturales de territorios ajenos, aunque para ello se justifiquen guerras innecesarias, se promuevan enfrentamientos o se legitime a gobiernos dictatoriales. 

Hemos aprendido a comparecernos de las consecuencias que genera el sistema neoliberal, y nos hemos olvidado de cuestionar sus causas. Ello ha facilitado que lleguemos a un contexto de impunidad tal que permite que la Unión Europea mire hacia otro lado mientras se deja morir a miles de personas en el mar, o no se exijan responsabilidades por las miles de muertes en fábricas y maquilas debido a la ausencia de condiciones laborales.

En Centroamérica, sobre todo en países como Honduras o El Salvador, la violencia se entremezcla con la precariedad económica. La explotación de mano de obra en las maquilas va a la par de la expoliación de los recursos naturales. La lucha por la vida va unida a la lucha por el territorio. En este contexto, transnacionales de la industria textil, agroindustrial y minera se han fortalecido con la creación de las denominadas Zonas Francas y las Zonas Económicas Especiales, donde la ausencia de legislación deja totalmente desprotegidas a las personas y a los territorios. La persecución y asesinato de líderes y lideresas se ha agravado en los últimos años, y a medida que avanza la presencia de transnacionales en los territorios aumenta la necesidad de huir del país para salvaguardar sus vidas. Empresas como Inditex o El Corte Inglés han duplicado sus beneficios en los últimos años gracias a dichas zonas, en donde se aplican condiciones especiales para la atracción de la inversión extranjera, a costa de precarizar y/o anular los derechos laborales. Además, en los últimos años, las maquilas se han convertido en el lugar de captación de mujeres y niñas que son vendidas a grupos de narcotraficantes con fines de esclavitud sexual. Se sabe también que en las maquilas mexicanas, niñas y niños, son comprados y vendidos para el turismo sexual. Tal como destapó la periodista Lidia Cacho, y que es narrado en su libro Los demonios del Edén.

En 2015, las empresas españolas de la industria armamentística, según la consultora Strategic Defence Intelligence (SDI), obtuvieron 7.756 millones de euros de beneficios. La venta de munición, helicópteros y sistemas de inteligencia militar que alimentan las guerras han resultado ser un negocio muy lucrativo para “nuestras” empresas. Hoy en día las guerras son mercados imprescindibles para el capitalismo. Sucesivamente se declaran guerras que son artificialmente construidas por potencias ajenas al propio territorio que está siendo violentado. Y una vez más se le niega la protección a las personas que están viviendo la violencia en sus propias vidas, y que huyen en busca de su supervivencia. Entre las empresas más prolíficas en este sector figuran las españolas Indra, Navantia, Mora Salazar, GMV, Atos o Airbus Military.

El negocio en la frontera

En Noviembre del 2015, mientras Grecia y Turquía jugaban un partido de fútbol amistoso en Estambul. En Varsovia (Polonia), la Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores de los Estados miembros de la Unión, más conocida como Frontex, recibía candidaturas para la adjudicación de un contrato de 10 millones de euros para el control de las fronteras griegas. El reforzamiento del proyecto de vigilancia aérea para el control de la inmigración “ilegal” basado en la contratación de empresas privadas, le acompañaría en diciembre del 2015 la propuesta para la creación de una Guardia Europea para Fronteras y Costas, con más poder y capacidad para movilizar hasta 1.500 guardacostas europeos en menos de 72 horas.

No obstante, para el español Gil Arias Fernández, director adjunto de Frontex, todas estas medidas no han sido suficientes, ya que aún no se ha logrado tener todo el “Mediterráneo bajo control”. Resulta alarmante que los mayores recursos económicos se destinen a controlar las fronteras y no a programas de protección y asilo. Así pues, vemos como el presupuesto destinado para el Fondo Europeo de Asilo, Migración e Integración (AMIF) para el período 2014 – 2020 es de 385 millones de euros, mientras que el presupuesto de Frontex solamente para el año 2016 suma 252 millones de euros. Bajo el prisma de una lógica de coherencia de políticas resulta totalmente contradictorio. Por otro lado, y en lo que respecta a los beneficios obtenidos por el capital privado, según el informe “Guerras de Fronteras” publicado por el Transnational Institute, Stop Wapenhandel y el Centre Delàs d’Estudis per la Pau, se estima que solamente el sector de la seguridad fronteriza movió en el año 2015 sobre 15.000 millones de euros, los cuales para el 2016 se estima que llegarán a los 30.000 millones de euros. En este sector también las transnacionales españolas han hecho negocio. Como es el caso de European Security Fencing, del grupo Salazar Mora, quien se adjudicó la instalación de las concertinas en las vallas de Ceuta y de Melilla, ingresando un total de 1.105.000 euros. Y a la que también se le han adjudicado la instalación de concertinas en las vallas de Hungría, Grecia, Serbia, Polonia y Rumanía.

El negocio después de la frontera

Una vez las personas consiguen llegar a su destino, su proceso migratorio sigue estando controlado por empresas privadas tanto en lo que se refiere al control de la documentación, como a la gestión de su ubicación, o a su posible detención con fines de deportación.

En estos momentos en el territorio griego hay un total de 48 campos en los que viven las personas en situación de refugio. Solamente en el 2015 el Gobierno griego destinó 1.000 millones de euros del presupuesto nacional para la atención a las personas refugiadas, de los cuales solamente 33 millones fueron desembolsados por los Fondos Europeos de Asilo. La Unión Europea por omisión, ha trasladado al pueblo griego la responsabilidad de la atención primaria de la población que estaba llegando a sus costas. La intención es utilizar las fronteras griegas como muros de contención para evitar que las personas que están llegando huyendo del horror de la guerra y la violencia se adentraran en territorio europeo. Otro ejemplo de irresponsabilidad en marzo del 2016, la Unión Europea firmó con Turquía el conocido "Acuerdo de la VergÜEnza". Un acuerdo que traslada la responsabilidad al gobierno de Turquía, quien suspendió el pasado julio el reconocimiento y cumplimiento de la Convención Europea de Derechos Humanos, la tarea de atender a la población en situación de refugio a cambio de 6.000 millones de euros.

Mientras tanto en Grecia la crisis económica cada vez se intensifica más. La rebaja de las pensiones, el cierre de hospitales públicos, y la puesta en marcha de las primeras privatizaciones de las 11 previstas, ha convertido el país heleno en un retazo de parcelas en venta, en el que grandes transnacionales se afanan como cuervos por comprar aeropuertos, puertos, carreteras e incluso islas. Entre las que se encuentran las españolas Barceló Gestión Hotelera, Meliá Hotels, Banco Santander, Ferrovial, Grupo Fomesa, Gamesa, Iberdrola, Inditex, Nueva Pescanova o Mapfre.

Desde el este de la Unión Europea se nos dan pistas de futuro al resto de países mediterráneos: o nos abocamos a la inercia de las grandes instituciones europeas cuyo poder decisorio obedece a los intereses de las transnacionales u optamos por el desarrollo de alternativas que promuevan y construyan otras vidas posibles desde la autogestión, la solidaridad y el internacionalismo. Por ello no podemos más que convertir la impotencia en una energía que permita generar otras alianzas que no entiendan de fronteras salvo para frenar el proyecto neoliberal y poner punto final a las violaciones sistemáticas de derechos humanos. Ha llegado el momento de tumbar las vallas desde y por la dignidad humana.

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