Con las preguntas por delante

LA MEMORIA DE LAS MENTIRAS DEL PASADO ILUMINA LAS SOSPECHAS DEL PRESENTE.

 Un universo dominado por grandes empresas en la órbita de grandes intereses. La información internacional veraz e independiente al servicio de la mayoría social se hace rara. Inserto en tal medio, el periodista suele tener como función primordial el transmitir los mensajes del poder y contribuir a una presentación que de un aspecto justo y racional a lo que no suele serlo.

Guerras en nombre de los derechos humanos, conflictos en los que se enfatiza lo uno y se omite lo otro para obtener la explicación conveniente, opciones económicas presentadas como leyes sin alternativa, y mentiras, muchas mentiras, forman el medio ambiente general de la “información”.

En las últimas décadas la globalización ha uniformizado todo eso como una apisonadora. Donde antes cabían ciertas especificidades nacionales, hoy el pluralismo queda casi restringido a una especie de competición estructuralmente corrupta entre los diferentes intereses de los diversos centros de poder del mundo multipolar. Ese pluralismo de propagandas, claramente dominado por Euroatlántida, es lo único que da cierto juego a la información establecida global, lo que se llama el “mainstream”.

Contra ese sombrío panorama, existen algunos paliativos. Echar mano de la historia, de la geografía, de la economía de los recursos en disputa, ayuda a situar un conflicto. Poner siempre las dudas y las preguntas por delante (Cui bono – ¿a quién beneficia?), complica la eficacia de cualquier trampa. Ser consciente de que el periodista “objetivo y sin ideología” es un cuento chino y que los medios “serios” solo lo son porque suelen ser los que mienten con mayor influencia y seriedad.

En septiembre de 1939 la agencia efe (efe de Franco) informó de los preparativos de ataque polacos contra la Alemania nazi. La guerra de Vietnam comenzó con el falso ataque contra un buque americano en el Golfo de Tonkin, la de Iraq con falsas armas de destrucción masiva y falsa relación de Saddam Hussein con el 11-S neoyorkino, la de Kosovo con la falsa limpieza étnica de albaneses… Todos los grandes medios americanos y europeos  suscribieron aquello, pero solo las informaciones del adversario son “Fake news”, noticias falsas, y merecen una condena del Parlamento Europeo.

Ahora nos vienen con la “ingerencia rusa” en las elecciones americanas para echar o neutralizar a ese extraño presidente ultra en el que parecen ver una amenaza.  Nos vienen con las fantasmagóricas “amenazas” militares de Moscú en Europa, contra los países bálticos, contra Polonia, contra todos, una manera de castigar la reacción militar rusa a un cuarto de siglo de avance atlantista en su entorno más inmediato. Nos vienen con el “expansionismo militar chino” ante el cerco del Pivot to Asia, que pretende rodear su potencia emergente. Y continúan con la selectiva denuncia de los escándalos humanitarios mediante la cual Alepo sí pero Mosul no… La memoria de las mentiras del pasado es el antídoto que ilumina las sospechas del presente.

Snowden y Assange (“agentes de Moscú”) han confirmado documentalmente que todas las sospechas se quedan cortas. Por eso las preguntas que suscita la duda más racional son replicadas con un nuevo recurso-comodín: la “teoría de la conspiración”. El concepto nació en las cocinas de la CIA, cuando se comenzó a poner en duda la increíble versión oficial de la muerte de Kennedy. Es significativo que hoy tengan que aplicar en tantos frentes ese recurso. Pues tantas son las dudas y las sospechas.