Una aproximación al patriarcado

Diciembre y la campaña electoral, dejaron casi cada día, asuntos, propuestas o simplemente gilipolleces varias, de los distintos representantes de los partidos políticos. Algunos nos producen risa, otros expectación, muchos desinterés, la mayoría incredulidad, pero algunos, sí, señores y señoras, asco, mucho asco. Quizá debido al interés excesivo que ha suscitado Ciudadanos en los medios de comunicación, son muchas de sus declaraciones las que nos han producido espanto, concretamente aquellas que han tenido que ver con los asuntos de género, o los que ellos/as pretenden que dejen de ser “de género”. Reformar la Ley Integral contra la violencia de género para acabar “con la asimetría penal por cuestión de sexo” es una de las propuestas que Ciudadanos incluye en el programa, junto con modificarla para combatir “la ineficacia de la propia ley”. (…) El documento, en el que incorpora todo un apartado dedicado a “igualdad y violencia de género e intrafamiliar”, apuesta por la medida de “igualar las penas con independencia del sexo del agresor”, según confirma Antonio Espinosa, secretario de Acción Política de la formación. Es decir, acabar con la agravante que la ley introdujo en el Código Penal cuando es el hombre el que agrede a quien es o fue su pareja femenina. Según pudimos leer en eldiario.es. A cualquier cabecita pensante, estas palabras le generan más dudas que certezas. ¿Cómo afecta la cuestión del género a la violencia? ¿Es buena la discriminación positiva? ¿Obtiene buenos resultados? ¿Con qué frecuencia la violencia en la pareja se dirige en el sentido mujer-hombre, mujer-hijos/as? ¿Elevar la cuantía de la pena, disminuye realmente el número de delitos? ¿Confiamos en el sistema judicial para cambiar el comportamiento humano? ¿Confiamos en el sistema judicial para… algo? Podría daros mis respuestas a estas preguntas, mejor o peor justificadas, algunos/as estaríais de acuerdo conmigo, y otros/as en desacuerdo. Pero sería, en cualquier caso, secundario, porque lo que pienso realmente es que, con estas declaraciones de Ciudadanos, con estas propuestas, están obviando y negando uno de los ejes de la realidad en la que vivimos: el patriarcado. Y desde aquí vamos a hacer el esfuerzo de explicarlo y visibilizarlo como buenamente podamos. ¿Qué es el patriarcado? El patriarcado es una estructura social jerárquica, basada en un conjunto de ideas, prejuicios, símbolos, costumbres e incluso leyes, por la que el género masculino domina y oprime al femenino. Al hablar del patriarcado no se buscan culpables, sino que se trata de comprender la realidad. La diferencia entre machismo y patriarcado radica en que mientras que el machismo es una actitud y una conducta (individual o colectiva), el patriarcado es toda la estructura social en la que muy diversos factores se entrelazan y refuerzan mutuamente para hacer posibles las actitudes y conductas machistas Algunas manifestaciones externas de la estructura o sistema patriarcal se han convertido en evidentes para la mayoría de la gente y las identificamos en la discriminación salarial por causa del género, en la violencia conyugal o en el acoso sexual. Hay quien piensa que son cosas y casos puntuales, que están lejos de nosotros, que en nuestra vida cotidiana no tienen incidencia. Sin embargo, el patriarcado aparece hasta en los detalles más nimios de nuestra vida diaria. En la estructura o sistema patriarcal, se asigna a la mujer un determinado estereotipo, papel social o “rol” subordinado al varón, que condiciona la vida entera de las mujeres, del que les es muy difícil escapar y que es profundamente discriminatorio. Y para reforzar el sistema, la gente suele decir que una mujer es tanto más “femenina” cuanto más se ciñe a las características prefijadas de ese rol definido por el propio sistema patriarcal. Algunos ejes del patriarcado y sus consecuencias En el ámbito social, vemos limitada y condicionada nuestra identidad de género por una serie de estereotipos que definen lo que una mujer “debe ser” (no olvidamos que el hombre también está definido mediante estereotipos igualmente dañinos). Principalmente son tres: (1) ser y preocuparse por ser atractiva, dejando que sea lo que otros/as piensen de ti lo que maneja tu autoestima, con todos los problemas que ello conlleva en una sociedad consumista donde el canon estético es inalcanzable y todo el tiempo que invertimos en intentarlo, un tiempo y una energía que nos mantienen alejadas de otros objetivos, así como a sufrir falta de autoestima e insatisfacción con nuestro propio cuerpo. (2) La vida de una mujer debe construirse en torno a un varón, aspirando a ser “pareja de…” y (3) una mujer no lo es del todo si no es madre, pero además, no de cualquier forma sino la madre que hace de sus hijos el centro de su vida. Como la pescadilla que se muerde la cola, esto nos relega a un papel privado y casero, donde somos madres y cuidadoras, y dejamos de lado otros objetivos laborales e intelectuales. Pasamos pues al ámbito laboral: En el año 2000 sólo el 30% de las mujeres en edad de trabajar lo hacían y un 10% más era buscadora activa de empleo. El otro 60% no vaguea en su casa, sino que se dedica al cuidado de otros/as (niños/as, mayores y enfermos/as) y a las labores domésticas, pero en términos monetarios, para el año 1999, el trabajo no remunerado (doméstico y de cuidado de personas, que realizan tanto las mujeres incluidas en la “población activa” como las consideradas “no activas”) daba como resultado que el trabajo no remunerado es, en términos monetarios, el doble del total del trabajo remunerado hecho por hombres y mujeres. Las mujeres, por tanto, trabajan muchísimo más y cobran muchísimo menos. Relegadas a estos papeles, nuestras vidas nos parecen, a veces, carentes de otras emociones, circunstancia, además que nos hace sentir culpables de no estar a gusto en el rol de cuidadoras. Además, en el ámbito laboral, a las mujeres se les asignan trabajos de perfil bajo y de perfil asistencial, por lo general, poco cualificados, mal pagados, precarios y temporales, y muchas veces peores pagados de lo que corresponde comparado con un puesto semejante ocupado por un hombre. Lo cual nos lleva al ámbito económico: los salarios bajos y nuestra obligación de cuidadoras del hogar y la prole nos condenan a una vida llena de gastos y con bajos ingresos, forzando a muchas mujeres a necesitar un marido (y a mantenerlo a pesar de todo), es decir, a no valerse por sí mismas económicamente hablando, generando, no solo dependencia económica, sino también psicológica. Por último en lo relacionado con la sexualidad, vivimos de forma constante la invasión de nuestra intimidad, ya que se vive con normalidad que cualquier hijo de vecino te mire de abajo a arriba, diga lo que se le pase por cabeza e incluso llegue al contacto no deseado. Además de este tipo de acoso callejero, la violencia en el seno de la pareja y la violación son otros males, que si bien encuentran rechazo en la mayor parte de la sociedad, siguen siendo frecuentes y muchas veces justificados por determinados sectores de la población (pues algo harías, vas provocando, qué llevas puesto, etc.). La consecuencia de esta cultura del acoso es el sentimiento permanente de debilidad e inseguridad física: según las estadísticas, los hombres sufren muchos más delitos con violencia que las mujeres; sin embargo, desde pequeñas se mete miedo sólo a las mujeres frente a la eventualidad de un ataque violento (especialmente con el fantasma de la violación), no se fomenta su educación física y su competitividad, se acrecienta su debilidad haciéndolas llevar ropa y calzado “a la moda” que impide moverse con agilidad, se las enseña que ser femenina es tener miedo incluso de los ratones etc. En consecuencia, las mujeres deben encerrarse en casa. Mientras tanto, en el seno de las relaciones afectivas muchas veces los deseos o las condiciones de las mujeres en las relaciones sexuales siguen sin ser atendidas por los varones, quienes siguen pensando que es obligación de la mujer el “estar protegida” y no prestan atención alguna al tema de los anticonceptivos o a la práctica de relaciones sexuales, satisfactorias para las mujeres, que no impliquen necesariamente el coito. Sumando a esto los prejuicios a los que se enfrenta la mujer que decide interrumpir su embarazo, obligada a dar explicaciones, ser examinada psicológicamente o en muchos casos, verse obligada el aborto en la clandestinidad. Quedan aún temas que son básicos para el calado del patriarcado en la sociedad, como pueden ser una cultura que ensalza los logros de los hombres y minimiza o invisibiliza los descubrimientos de las mujeres en muchos campos, o que utiliza un lenguaje donde el plural que recoge ambos géneros es masculino, la educación, tanto en la escuela donde los roles se adjudican a los/as más pequeños/as y se hace burla de quien no encaja en ellos y la familia, donde terminan de asentarse dichos roles por imitación, así como la religión que contribuye a mantener todos los prejuicios misóginos y la idea de la mujer siempre dependiente y subordinada al varón, a través de su influencia digamos que “mitológica” en nuestra cultura. Feminismo y patriarcado Después de explicar esto, aclaramos a los/as más rezagados/as: El feminismo no es ir en contra de los varones, ni tampoco feminismo es lo contrario de machismo. El feminismo es un empeño ético y un movimiento social cuyo objetivo último sería la desaparición de todas las desigualdades y discriminaciones que se dan en nuestra sociedad por causa del género de las personas. Para ello necesita el fin del patriarcado, y según pensamos por estos lares, también el fin del capitalismo. No vamos de víctimas, ni negamos que los hombres también tengan sentimientos, ni sufran. Entendemos que el proceso de entender el patriarcado y actuar en consecuencia no es fácil, que reconocer los privilegios y estudiar como renunciar a ellos, es un camino lleno de dudas. Pero os animamos a intentarlo y a no sentiros intimidados ni agredidos por las mujeres que luchamos por el cambio cuando señalemos dichos privilegios, los comportamientos machistas y cómo nos sentimos al respecto. Se trata de un (gran) esfuerzo de empatía.pelea como una mujer Lo que si decimos abiertamente a Albert Rivera y compañía es que ser mujer en un sistema capitalista y patriarcal es estar doblemente explotada y doblemente oprimida. Que cuando una mujer responde ante la oleada de frustración y dolor que le generan sus obligados roles de sumisión y cuidado, cuando no es capaz de soportar más violencia (verbal, física, psicológica, económica, etc.) su respuesta no es violencia, es autodefensa. Las partes en cursiva corresponden al artículo “El patriarcado: Una estructura invisible”, de María Luisa Montero García-Celay y Mariano Nieto Navarro (julio de 2002). Comparte y difunde