La memoria por Amparo sigue viva

Como empieza a ser habitual en Santander, cuando llega febrero, llega el momento de recordar a Amparo Pérez, la resistencia que protagonizó contra la construcción del vial de la S-20, y el movimiento de lucha que se vertebró en torno a ella hace ya 4 años. Nuevamente se ha lanzado una convocatoria que tendrá lugar el sábado 16, una marcha que partirá desde la parroquia de Monte y acabará, como años anteriores, en el vial. Una convocatoria que, esperemos, mantenga el espíritu de otros años y sea un momento para recordar pero a la vez un momento combativo.

Recordemos brevemente los hechos. Amparo vivía en la vaguada de las Llamas, en una casa que habían construido ella y su marido con sus propias manos, en los años sesenta, en un tiempo en el que esta zona de Santander era muy distinta de lo que es hoy en día. Efectivamente, en donde ahora se ven bloques de edificios y carreteras, hasta hace tan solo unas pocas décadas eran prados y caminos sin asfaltar. La zona de la vaguada de las Llamas en realidad no estaba integrada en la ciudad, era un espacio semi-rural, similar a lo que son hoy Monte o Cueto, y cuyas tierras se dedicaban a actividades como la ganadería o el cultivo de la vid. Pero el paso de los años y el “sacrosanto” progreso han transformado intensamente esta zona: S-20, edificios residenciales, supermercados, el parque de las Llamas, etc. Uno de los últimos episodios de este urbanismo depredador en esta zona fue el caso de la construcción del vial que hoy conecta la Avenida de los Castros con la S-20, atravesando la vaguada. La empresa constructora Copsesa y el Ayuntamiento dirigido por de la Serna fueron artífices de esta carretera. Poco les importó el tener que derribar dos casas para llevar a cabo su propósito. Entre ellas se encontraba la de Amparo. Y con su casa se llevaron su vida, ya que, frágil de salud, la anciana mujer no pudo aguantar la presión de ser desalojada y de que destruyesen su hogar.

En 2014, año de la construcción del vial, el contexto era muy diferente del actual. En pleno ciclo de agitación social y descontento generalizado, causado por un deterioro de las condiciones materiales de vida fruto de la crisis económica, la cuestión de la vivienda preocupaba a mucha gente y era motivo de protesta y de movilización. Era un momento de mucha actividad de las plataformas contra los desahucios, y aunque algunas de ellas siguen en activo (en 2018, de hecho, se ha conseguido paralizar varios desahucios en Cantabria) su actividad se ha reducido considerablemente, o por lo menos su visibilidad. Al problema de los desahucios se sumaban las amenazas de expropiaciones y desalojos en algunos barrios de Santander, como por ejemplo el de San Roque, lo que llevó a las vecinas afectadas a movilizarse y solidarizarse con otras causas como la de Amparo. También desde los llamados movimientos sociales hubo inquietud por estos temas, lo que llevó a que se implicasen activistas que hasta entonces no necesariamente estaban familiarizadas con las luchas por la vivienda. En definitiva, en Santander, como en otras muchas ciudades, se estaban empezando a tejer unas redes solidarias entre vecinas que estaban consiguiendo obtener cierta repercusión, además de algunas victorias, como la paralización de desahucios. En un intento de ridiculizar este movimiento, el Ayuntamiento y los medios de comunicación empezaron a hablar del fenómeno de la “plataformitis” como si de una moda se tratase, como si para la gente protestar fuese un pasatiempo. Una prueba de que estábamos empezando a ser incómodos para el poder.

Parte de esa solidaridad se plasmó en la defensa de la casa de Amparo, que tuvo su punto álgido a lo largo del año 2014, cuando se llevaron a cabo las obras del vial. Concentraciones, manifestaciones y acampadas en la propia casa fueron algunas de las acciones que se llevaron a cabo para tratar de detener lo que finalmente ocurrió. En un vídeo que circula por internet titulado “Por la memoria de nuestra vecina Amparo” se pueden ver algunas imágenes de esas luchas y escuchar la voz de algunas vecinas a las que la construcción del vial no les hacía mucha gracia, entre ellas nos encontramos el testimonio de la propia Amparo. Una movilización que, sin embargo, fue insuficiente para evitar la paralización de las obras. Y es que, a pesar del contexto de fuerte movilización social al que nos hemos referido antes, hay que tener en cuenta que seguía siendo una minoría la gente que se movilizaba, y que muchos vecinos asistieron indiferentes a lo que le estaba sucediendo a Amparo. En un texto recogido en el fanzine “Todo por el bien común” y publicado al calor de los hechos, se planteaba la pregunta “¿Por qué la casa de Amparo ha sido derribada y el vial construido?” Ante lo que se respondía “Porque los lazos de apoyo entre vecinos son escasos”. Parece que la situación no ha cambiado mucho, ¿verdad?

Si algo “bueno” (aunque con un regusto amargo) se puede sacar de esta resistencia es que no ha caído en el olvido, y que año tras año se sigue recordándola saliendo a la calle. El 15 de febrero de 2016 unas cien personas se concentraron silenciosamente frente al Ayuntamiento “por la dignidad y memoria de Amparo Pérez”. Al año siguiente, el 18 de febrero, se convocó la primera marcha que recorrió las calles principales de Monte y concluyó en el vial, dónde se llevó a cabo una plantada colectiva de árboles. Por desgracia estos fueron arrancados al día siguiente, probablemente por empleados del Ayuntamiento. Una marcha con idéntico recorrido se volvió a producir el año pasado, el 17 de febrero, bajo el lema “Enterrar el vial, enraizar la lucha”. En la convocatoria se explicaba que ya que los árboles habían sido arrancados, se enterraría el vial (simbólicamente) bajo tierra para que la naturaleza volviese a recuperar su lugar. Así, al concluir la marcha los manifestantes arrojaron cubos de tierra a la carretera.

Pero aunque estas convocatorias son una buena forma de rememorar la resistencia contra el vial, corren el peligro de quedarse en eso: en meros homenajes cargados de actos simbólicos, pero inofensivos, o que se conviertan en momentos en los que políticos aprovechen para hacerse la foto. Por lo que desde aquí aprovechamos para recordar que la vivienda sigue siendo una problemática que nos afecta a muchas personas y por la que hay que seguir luchando. Como a aquellas que son desahuciadas por no poder pagar una hipoteca, o para las que el pago del alquiler se come gran parte de su sueldo. Por no hablar de otras problemáticas muy relacionadas como los procesos lentos (pero que avanzan) de gentrificación y turistificación, que siguen amenazando barrios de Santander o los pueblos de Monte y Cueto. Con el caso del Metro-Tus hemos visto como las luchas vecinales colectivas pueden ser muy efectivas. Creemos importante no perder esas redes vecinales solidarias y buscar la manera de reforzarlas para estar más preparadas y evitar que se reproduzcan casos como el de Amparo.